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ENTREVISTA CON DIARIO DE LEÓN

Pablo Álvarez: "Cuando tenga mis alas de oro me sentiré astronauta de verdad"

El niño que miraba a la Luna desde Sabugo, agradece en su graduación en la ESA "el calor de los leoneses, que me ha llegado durante todo este tiempo de intenso entrenamiento"

El astronauta leonés Pablo Álvarez, esta mañana durante su graduación en la ESA. CHRISTOPHER NEUNDORF

León

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Pablo Álvarez Fernández tiene ya las alas de plata y el diploma con las que la Agencia Espacial Europea (ESA) acredita que ya puede participar en misiones espaciales. En un plazo máximo de seis años participará en su primer viaje al espacio, y conseguirá entonces lucir las alas de oro en su uniforme. El astronauta leonés recibió ayer junto a los otros cuatro europeos seleccionados hace algo más de un año para conformar la nueva promoción de astronautas (a los que se ha sumado una australiana) la graduación con la que finaliza un intenso año de formación y entrenamiento.

En una entrevista con Diario de León desde Colonia (Alemania), donde ha tenido lugar la ceremonia, pocos minutos después de recibir la acreditación un emocionado Álvarez recordaba cómo de niño miraba a la Luna desde el cielo de su pueblo, Sabugo, y cómo sus sueños de entonces han ido haciéndose realidad.

El tercer astronauta español de la historia agradece el calor que en todos estos meses le ha llegado desde el orgullo de todos los leoneses por contar con tan ilustre vecino. Aunque él insiste en un mensaje de humildad. “Soy el Pablo de siempre, lo único que me daría miedo es cambiar. Y en la ESA no buscan genios, sino personas capaces de convivir y de formarse para resolver emergencias y desarrollar con eficacia las misiones”.

Ahora le espera apenas una semana de descanso, que aprovechará en su León natal con su familia y amigos, antes de volver al entrenamiento. “Estamos graduados, pero nunca se está suficientemente preparado para salir ahí arriba”.

Alas de plata

Durante la ceremonia de graduación el astronauta leonés se ha colocado con fuerza el emblema de las alas que le acredita como tal. “Es algo muy simbólico para los astronautas, cuando comienzas tu carrera te entregan estas alas de plata, la ESA certifica así que han superado la formación y estás listo para volar. Una vez que vuelas, esas alas se convierten en doradas. Es un momento emotivo. Aunque hasta que no me vea arriba con el cohete no me sentiré astronauta de verdad”

En este acto el ingeniero aeroespacial ha recordado cómo empezó su sueño de viajar al espacio, con apenas cuatro o cinco años, cuando miraba a la Luna y al cielo desde Sabugo (Murias de Paredes), su pueblo en la montaña leonesa. “Es un recuerdo que tengo muy marcado. Me acuerdo perfectamente del sitio donde miraba al cielo. Que es además donde han puesto una piedra enorme con una placa para celebrar la selección como astronauta, fue también muy emotivo. Nunca hay que olvidar de dónde vienes, yo desde luego lo tengo muy presente”.

En su recuerdo en este momento han estado también su familia, su hermana, sus primos y amigos, compañeros,... “Y también todos quienes me han acompañado en estos meses en la Agencia Espacia, y mis compañeros. Ha sido un momento muy bonito”.

Porque desde su selección entre 22.500 aspirantes para formar parte de los cinco nuevos astronautas el mes de noviembre de 2022, y desde su llegada al Centro Europeo de Astronautas en Colonia (Alemania) hace un año, apenas ha tenido tiempo de pasar unos días en León en verano y en Navidad. Ahora volverá, sólo por una semana, antes de retomar su agenda de entrenamiento.

“Mis amigos y mi familia me siguen viendo igual, pero la gente me para por la calle para felicitarme. Y estoy muy emocionado con esta parte de la aventura, la de recibir el cariño de los tuyos”. Consciente del orgullo de León por su selección, junto con la de la biotecnóloga Sara García (que está en el equipo de suplentes), señala que “cada vez que he ido a León he sentido esa sensación, todo el mundo se te acerca con una sonrisa, con interés y emoción. Es precioso que eso también se valore, y estoy muy agradecido”.

Por eso Pablo Álvarez agradece de forma especial el apoyo recibido “por los todos los leoneses y las leonesas. Ese calor, estando tan lejos, es muy importante para mi, para seguir adelante”.

También en la Universidad de León, en la que se formó como ingeniero aeroespacial y con la que mantiene contacto, notan un mayor interés por la vocación que él ha seguido, “como en los institutos y escuelas donde he estado en la provincia. Es muy importante despertar estas vocaciones científicas, son los trabajos que nos van a hacer falta en el futuro, los científicos y tecnológicos. Y que seamos referentes en este ánimo es muy importante. Los trabajos relacionados con la tecnología y la ciencia son apasionantes, cada día vas a aprender algo nuevo y siempre vas a tener un proyecto por delante. A mi eso me resulta apasionante”.

Ha sido un año de muchas experiencias nuevas, ha habido un entrenamiento muy, muy, muy variado, desde una parte más teórica, con cosas que no había visto nunca, como desarrollar experimentos en el espacio, entrenamiento de primeros auxilios o médico para solucionar cualquier emergencia que pase arriba, a una parte más práctica, de mecánica orbital, astronomía, sistemas de la Estación Espacial Internacional,... Todo lo que se pueda imaginar. Y también la parte más práctica del entrenamiento, como la centrifugadora, que simula el lanzamiento y la reentrada en una cápsula, o vuelos parabólicos de gravedad cero, experiencias de microgravedad, entrenamiento para actividades extravehiculares en una piscina con los trajes espaciales, para aprender todos los procedimientos para simular el ambiente de ahí arriba. Muy variado.

Quizá lo más difícil es que “esa misma variedad hace que un día por la mañana estés en la piscina con actividades extravehiculares, luego salgas y tengas una clase de astronomía, y a la semana siguiente estás construyendo un refugio para pasar la noche al raso a 2.000 metros de altura y -15º en los Pirineos. Gestionar todo ese conjunto de habilidades, te tienes que controlar.

En el aspecto personal “sin duda este año hace que te conviertas en una persona distinta, por las experiencias que llevas en la mochila. La ESA ha hecho un trabajo excepcional, ahora estamos listos para cualquier cosa que venga, cualquier misión y cualquier reto. Y vamos a tener unos cuantos en el futuro”. Aunque, insiste, como persona entre el Pablo de hoy y el Pablo de hace un año “espero que no haya ninguna diferencia. Uno de mis mayores miedos es que todo esto me cambiara como persona. Es inevitable evolucionar, eso está bien, pero en los aspectos clave todo ha de mantenerse. Esto no puede subírsete a la cabeza de ninguna forma”.

Ello a pesar de que toda la formación y los entrenamientos recibidos les ponen al límite, y hacen que quizá parezcan superhéroes, personas muy especiales. “Entre más tiempo estoy aquí más me doy cuenta de que lo que han buscado son personas normales, que sean capaces de gestionar cualquier reto. Pero no necesitan genios, buscan gente todoterreno que pueda convivir durante seis meses en la estación espacial, y que sea capaz a la vez de ser operativa en una emergencia y capaz de gestionar las circunstancias. No hay que ser un genio, somos normales en todo”.

Precisamente la convivencia, el aspecto psicológico, es también fundamental en las misiones. “Tienes que tener mucha empatía y mucha resiliencia. Y eso lo da también el haber vivido con gente de muchos países, porque ahí arriba estará seis meses con gente de todas partes. Es importante saber gestionar las asperezas que pueden surgir. Mientras más largas son las misiones, más importante es esa capacidad psicológica”.

El horizonte a corto plazo de la nueva promoción de astronautas de la ESA es volar seis meses a la Estación Espacial Internacional, entre 2026 y 2030. El primero de los cinco graduados lo hará en 2026, y todos participarán en estas misiones. Aunque hasta mayo no se decidirá en qué orden participarán en estos trabajos. “En cualquier caso es un tiempo limitados, astronautas anteriores han esperado hasta 12 ó 14 años para poder salir en su primera misión. Saber que en un plazo de cinco o seis años voy a tener esa oportunidad me deja bastante tranquilo”.

Mientras tanto, después de estos doce meses iniciales de intenso entrenamiento, a partir de ahora el entrenamiento se mantendrá a un alto nivel. “Nunca está uno lo suficiente preparado para una misión espacial, siempre hay algo nuevo que aprender”. De momento, una semana de vacaciones (que está deseando exprimir en León) y vuelta a los entrenamientos.

“Habrá períodos en Estados Unidos y en Canadá, para prepararnos en distintos sistemas y en actividades extravehiculares, también formación en Colonia para seguir creciendo, y ser mejor compañero y mejor astronauta al final”.

La ceremonia de hoy “simplemente certifica que ya estamos listos para volar, pero por supuesto siempre hay algo más que hay que aprender, y cosas nuevas”. Quizá sí aumente su presencia social, “un poquito, porque al final lo importante es nuestra parte más operativa y de entrenamiento, y todo el esfuerzo que requiere hace que tengamos menos esfuerzo de cara al público. Pero esa es también una parte importante de nuestro trabajo, la educación, que se conozca lo que hacemos. Espero tener un poco más de tiempo”.

Pablo Álvarez sigue soñando con estar “ahí arriba”. Ahora lo tiene más cerca.