Diario de León

Una pistola para matar a fuego lento

Las asesinas de Isabel Carrasco buscaron durante meses un arma que no diera ninguna posibilidad a la víctima. Dejaron rastro en internet de sus pesquisas y al final se decidieron por el mismo tipo de revólver que acabó con la vida del concejal popular del País Vasco Miguel Ángel Blanco. Una coincidencia macabra

Arma del delito

Arma del delito

León

Creado:

Actualizado:

Los expertos aseguraron entonces que la elección del arma que acabó con la vida de Isabel Carrasco no fue baladí. De hecho, las asesinas dedicaron tiempo a la búsqueda antes de dar exactamente con lo que querían en un trabajo de campo tan minucioso como el propio crimen.

El rastro fue fácil de seguir por la policía. Triana y Montserrat, a pesar de la eficiencia con la que trazaron el plan _tan meticuloso fue que el propio fiscal, Emilio Fernández, llegó a decir que había sicarios que no remataban tan bien su trabajo_ no fueron demasiado cuidadosas en las pesquisas realizadas. Se olvidaron de poner cortafuegos y bucearon en la web a tumba abierta con el fin de que la pistola cumpliera con las expectativas con las que tanto ella como su madre habían hilvanado el magnicidio.

Un revolver Taurus H. 32 Magnum fue el cañón elegido para acabar con la vida de Isabel Carrasco: rápida, sorpresiva y de calado porque utiliza un calibre que provoca heridas profundas, tanto que la suerte de la víctima estaba echada de antemano.

La compraMadre e hija viajaron hasta ese centro del lumpen en varias ocasiones para concretar la compraventa del revólver. No tuvieron miedo ni escrúpulos

Eligieron el mismo arma con la que los etarras pusieron fin al maratón criminal de Miguel Ángel Blanco en 1997 y pagaron por él alrededor de 2.000 euros.

No era sencillo encontrar la pistola. Al menos, no para un par de mujeres que, a pesar de haber convivido con un inspector de policía, desconocían el mundo del hampa en el que se compra y vende el material necesario para efectuar un ‘trabajo’ de esas características, dos mujeres que, aparentemente habían sido ajenas al mundo de la criminalidad hasta ese momento pero que se comportaron con la frialdad de dos profesionales de la delincuencia.

Los asturianos conocen bien el bar Armandín. Y no por nada bueno. Un año antes del asesinato de Carrasco, el hombre que les vendió el arma aparecía muerto en este local. Armando García Oliva tenía 52 años cuando hallaron su cuerpo en estado de descomposición en este lugar de Gijón, objeto de conflicto vecinal desde su apertura. Allí vendía hachís y allí violó a una joven después de sedarla. Eso que se sepa. «Aquí vino muchas veces la Policía porque era un bar poco recomendable, siempre se dijo que vendía droga y lo peor de todo es que está al lado del instituto Padre Feijoo», lamentaba un vecino de la zona.

Sin embargo, madre e hija viajaron hasta ese centro del lumpen en varias ocasiones para concretar la compraventa del revólver. Ni miedo, ni escrúpulos. Les movía solo un objetivo: el blanco de una venganza que ni siquiera el temor a la propia supervivencia atemperó.

Que la pistola había sido protagonista en más escenarios del crimen no fue difícil de descubrir. La policía estudió con posterioridad las balas extraídas del cuerpo de la presidenta de la Diputación para esclarecer delitos archivados, escenarios que seguían abiertos, en busca de autor.

El arma se encontraba en buen estado de conservación y presentaba su numeración de serie troquelado en uno de los laterales por lo que sus vidas de muerte anteriores fueron difíciles de trazar.

En el piso de Triana se encontró una gran cantidad de munición, fabricada en Italia, con la que Montserrat debió realizar las prácticas que le dieron la precisión necesaria para no fallar. Fueron cuatro las balas que, casi a quemarropa, reventaron el cuerpo de la víctima, balas de plomo desnudo del calibre 32 Smith & Wesson, pero la intención fue que saliera una quinta. No era necesaria porque el primer disparo ya había sido mortal. A las otras cuarto las propulsó la ira. Le sobraron tres.

tracking