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Isabel Carrasco, la mujer de hierro que cayó a plomo

Diez años después del asesinato de Isabel Carrasco, la sombra de la mujer que más poder tuvo en León emerge del olvido en el que ha quedado sepultada. Fue la primera mujer en todos los cargos públicos que ocupó, marcó una era en la política leonesa y suscitó tantos odios como fidelidades. El mundo se paró para ella el 12 de mayo de 2014

Radiografía de una política que marcó una era en León

Cincuenta y nueve años de vida y veintitrés de poder cayeron a plomo sobre la pasarela del río Bernesga. La blusa rosa y la cazadora azul que Isabel Carrasco iba a lucir en un mitin en Valladolid fueron la mortaja de la presidenta de la Diputación de León y del PP provincial. Dos balas vencieron a la mujer que no doblegaron sus contrincantes

Isabel Carrasco, el 11 de julio de 2011 tras tomar posesión como presidenta de la Diputación en su segundo mandato, que quedó inconcluso al ser asesinada tres años después. RAMIRO

León

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A Isabel Carrasco le pudieron matar veinte, treinta... quién sabe cuántas veces. Si los motivos de Montserrat González fueran válidos, no sólo Isabel Carrasco, muchos otros políticos y políticas habrían acabado sus días como aquella mujer de hierro que, ante el plomo de las balas, fue tan vulnerable como cualquier ser humano.

La vida pública está llena de cadáveres políticos, defenestraciones, y también de nepotismo. ¿Qué marcó la diferencia con Isabel Carrasco para que después de muerta, incluso en el juicio, fuera consideraba la culpable en lugar de la víctima durante muchos días?

La tarde del 12 de mayo de 2014 se paró el mundo para Isabel Carrasco. Una hora torera, las 17.17 horas, cuando la primera bala atravesó su espalda por la undécima vértebra y se dirigió, perezosa pero certera, hacia el ventrículo derecho del corazón. Un sangrado masivo en el tórax quedó como testigo de la trayectoria de la muerte. Cinco minutos después se produjo el hálito final. Durante casi la mitad de este tiempo, la víctima estuvo consciente, según los cálculos forenses. La segunda bala, que entró por la cabeza, no hubiera sido necesaria.

Diez años después del crimen de León que conmocionó a España nadie sabe, ni siquiera el forense que leyó su muerte en el cadáver, si la víctima vio a su asesina material, mientras buscaba una respuesta a aquel dolor mortal. Se sabe que trató de agarrarse a la barandilla de la pasarela con la mano derecha (técnicamente no cayó a plomo, aunque fue el plomo lo que la mató), que giró la cabeza y que arañó con tanta fuerza el pecho herido que quedaron en sus uñas restos de fibras textiles de su ropa.

Dicen que cuando la muerte acecha la vida desfila como una película por la mente. La vida de Isabel Carrasco Lorenzo (Campo de Santibáñez. 27 de agosto de 1954— León. 12 de mayo 2014) echó a andar en el municipio de Cuadros. Hija de un ferroviario, la segunda de las cuatro hijas de Rufino y Concha, aprendió las primeras letras en su pueblo. Ya en León, asiste al colegio Quevedo y al instituto Juan del Enzina. Sentada en la ventana de la casa de El Crucero devoraba los libros con más ansia que la comida. Casi cantaba los temas al barrio. Empezó Derecho en León y lo terminó en Valladolid, las dos ciudades que marcaron su vida política. Tras pasar por la Escuela de Finanzas aprobó la oposición a Hacienda poco antes de ser madre, con 25 años, de su única hija.

En 1987, cuando José María Aznar, reorganiza la administración periférica de Castilla y León confía a Isabel Carrasco la Delegación Territorial de León. Entró pisando fuerte, sin carné de Alianza Popular y apadrinada por Miguel Pérez Villar. En la calle Padre Isla ,34 estrenó su primer despacho como personaje público la flamante ‘superdelegada’, aunque enseguida trataron de menguar su poder en los cenáculos periodísticos con el apelativo de ‘gobernadorina’.

Sus orígenes como mujer pública superpoderosa son indispensables para entender la figura de Isabel Carrasco, aunque esta etapa, cuatro años al frente de la Delegación Territorial, es ignorada en la wikipedia. «Pérez Villar me propuso como delegada para quitarme del medio en Hacienda», declaró tas ser defenestrada en 1991. Que los amigos de Isabel Carrasco mudaran en sus enemigos acérrimos fue una constante en la vida de una política que acabó sus días como víctima de un magnicidio cometido por dos militantes del PP y una policía local.

Pérez Villar se convirtió en el enemigo número 1 de Isabel Carrasco en los últimos días al frente de la Delegación Territorial, pese a que mantuvo un pulso con el CDS (amplia llave en las Cortes entre 1987 y 1991) para no apartarla antes. Las crónicas cuentan que dimitió 24 horas antes de ser cesada por Pérez Villar. La exdelegada territorial pasó por una travesía del desierto y volvió a su ocupación profesional en la Inspección de Hacienda hasta 1995, cuando es nombrada consejera de Economía por el presidente Juan José Lucas.

El desarrollo del polígono de Eras de Renueva, a través de Gesturcal, y que estaba atascado desde los años 60, fue una de las operaciones que más tablas dieron a la política leonesa que más poder ha reunido en unas solas manos. En 1998, cuando ya llevaba tres años como consejera de Economía y Hacienda en Valladolid, descorrió la cortina de la placa para atestiguar su huella en la magna obra. Dijo que había pensado inaugurarlo en secreto, pero no se quiso perder el momento. Allí estaban los fotógrafos y las sonrisas de pleitesía de Mario Amilivia, alcalde de la ciudad, y Luis Aznar, el delegado territorial de entonces.

Durante el casi cuarto de siglo de su existencia política, nunca se libraría de que su físico, indumentaria y vida privada, como tener una pareja más joven que ella, fueran usados en su contra, por más que ella se empeñara en usarlos a su favor como mujer sin complejos, atrevida y que hacía gala de libre albedrío. Cuando llegó a la vida pública, tenía una hija de siete años y al poco tiempo se divorció.

Al contrario que a otras políticas, a Isabel Carrasco nunca nadie le preguntó cómo conciliaba la vida familiar y personal. Llegó a la arena política con tacones pero pisando como un hombre y con las mismas armas se mantuvo. Pero era una mujer y también un ser humano vulnerable.

La reconversión de la minería, la gestión de una de las etapas doradas de los fondos europeos, los procesos de fusión de las cajas de ahorro y las luchas intestinas en el partido marcaron esta etapa. Su legado ha quedado opacado por el insistente juicio a su personalidad. Por poner un ejemplo, el exitoso polígono de Villadangos, una idea que el exalcalde Teodoro Martínez le presentó en la boda de un amigo común, le debe su arranque a esta mujer controvertida.

En la consejería fueron ocho años de gloria, siete en paralelo con la etapa de José María Aznar como presidente del Gobierno de España. Juan Vicente Herrera se deshizo de ella en 2003. No casaban. A la sombra de la ‘superconsejera’, lo fue de Economía y Hacienda, se gestó la carrera política de Antonio Silván y de Carlos Fernández Carriedo.

Isabel Carrasco volvió a la casilla de salida en León como candidata del PP a las Cortes de Castilla y León y catapultada al Senado por designación de la asamblea autonómica. La típica patada hacia arriba que la presidenta aprovechó para coger fuelle en su tierra, sin mirar al pasado. Atrás, decía ella, no se mira ni para coger impulso.

«Espérate a marzo», le dijeron desde Madrid cuando quedó fuera de juego en el Gobierno de Herrera. Pero las urnas salieron mal para el PP y en diciembre de 2004, en plena era Zapatero en el Gobierno, se convierte en la presidenta del PP de León. Agradeció todas las felicitaciones, aunque confesó que le hizo especial ilusión que le llamara su hija para ver cómo habían ido las cosas. Asumió como tarea principal meter en cintura a un partido con demasiados ‘lidereses’, la palabra que le gustaba usar para referirse a los mandos comarcales. Fue elegida por el 81% de los compromisarios. Sobre el papel no tenía oposición. Nadie se atrevía.

Isabel Carrasco fue la primera mujer en todos los cargos por los que pasó. Primera delegada de la Junta, primera consejera de Economía y Hacienda, primera en presidir el PP y primera presidenta de la Diputación. Era una más en un mundo de hombres. Era extraño que una mujer tuviera tanto poder pero que lo ejerciera de manera a veces desmedida, tal vez temerosa de que si dejaba la más mínima oportunidad se la merendarían, escandalizaba.

«Inteligente, trabajadora…», son los adjetivos con los que es recordada la política leonesa más polémica de la historia. Y «con muy mala leche», se añade soto voce aunque cualquiera que lance esta afirmación está citando, seguramente sin saberlo, a la propia Carrasco.

«—Dicen de usted que tiene mano dura», le preguntó Pérez Chencho en Diario de León en noviembre de 1987.

«—Mano dura, no. Más bien muy mala leche», respondió Carrasco.

Veinte años después se desmentiría a sí misma en una entrevista con otra periodista de esta casa: «No niega que tiene «mucho carácter, no mala leche»», escribió Asun G. Puente, redactora destacada en la Diputación durante años. «Me gusta decir las cosas sinceramente, ya sé que eso no es muy corriente», añadió en la entonces aspirante a presidenta de la Diputación de León.

Isabel Carrasco, la superpoderosa, acumuló hasta 14 cargos de relevancia siendo presidenta de la Diputación provincial. Muchos derivados de su condición de presidenta de la institución, como el ILC, Gersul, Consorcio del Aeropuerto…, y a mayores era consejera de Caja España. El acopio de poder fue otra de las armas que se usaron en su contra a voz en grito. El tema se hizo popular en la ola contestataria del 15-M. Una pintada en las casas abandonadas de la calle Alfonso el Justiciero, derribadas ahora por la ronda interior, rezaba: ¡Carrasco, 14 sueldos! Nunca se habló de los puestos que acumularon o cobraron sus antecesores.

Ser una mujer fuerte era para ella su cualidad más valiosa, como confesó en 2007 a las puertas de ser elegida presidenta a quien esto escribe. Las reformas que acometió en la institución provincial, al sacar del Palacio de los Guzmanes servicios que habían estado allí «toda la vida», la forma de manejar y tratar al personal y las obras de reforma le granjearon la fama de entrar cual elefante en cacharrería en una institución centenaria y resistente al cambio. Incluso el saneamiento económico. Todo lo que tocaba era polémico.

Caer en desgracia con Isabel Carrasco era como una condena a galeras. Funcionarios de carrera fueron desplazados por personal de confianza, algo que granjeó no pocas demandas laborales en la institución en esta época. Personal de confianza abandonaba o buscaba refugio en otros puestos. En este terreno entra en juego Triana Martínez, una ingeniera de telecomunicaciones que había sido fichada durante el despliegue de la televisión digital en la provincia durante la etapa de Javier García Prieto como presidente de la institución provincial.

Triana no fue elegida como la candidata idónea en el concurso oposición e Isabel Carrasco firmó sin saberlo su sentencia de muerte. El ingeniero de Burgos que ganó la plaza nunca tomó posesión del puesto. Unos hechos que pasaron desapercibidos dentro de la dinámica de la institución alimentaron la venganza de Montserrat Fernández y de su hija Triana: «La maté, sí; y lo volvería a hacer, no me arrepiento», repitió en la vista oral de la Audiencia de León en enero de 2016.

Veinte veces o más podrían haber matado a Isabel Carrasco si todas las personas que se sintieron agraviadas por su poder hubieran tomado la misma determinación. Otro tanto les podría haber pasado a muchos políticos que, sin tener la fama de Carrasco, como todos, dejaron cadáveres políticos en su carrera.

«Quedó demostrado que los motivos eran absurdos», señala la abogada de Loreto Rodríguez Carrasco con la perspectiva de los diez años que han transcurrido desde el asesinato. Beatriz Llamas sigue convencida de que la «soberbia Triana» fue la inductora del crimen que ejecutó su madre, Montserrat Fernández, con un revólver Taurus del 32 que aseguró haber comprado en los bajos fondos de Gijón a un yonki que ya había fallecido.El juicio puso al descubierto todas las miserias políticas de Isabel Carrasco hasta el punto de que llegó a olvidarse, durante la primera semana, que ella, allí, era la víctima.

Se cumplen diez años, un aniversario que a la ciudadanía le pilla por sorpresa, y no sin morbo, porque la figura de Isabel Carrasco se ha hecho transparente, casi invisible. La era del carrasquismo se clausuró con la Operación Púnica cuyas últimas consecuencias se han notado en la caída de personajes públicos como Marcos Martínez Barazón o Pedro Vicente, que, ya repudiados por el PP, han tenido que dejar las respectivas alcaldías ante la primera sentencia condenatoria.

Al margen de que las únicas culpables son las tres condenadas, el crimen que acabó con la vida de Isabel Carrasco cambió la vida de muchas personas y allanó el camino político a muchos que ya no se veían, ni en pintura, en la escena pública.

Nadie sabe si Isabel Carrasco pudo ver la cara de su asesina. Lo que sí es seguro es que de no haber pasado por allí un policía jubilado que persiguió a la criminal hasta que fue detenida, hoy el titular sería: ¿Quién mató a Isabel Carrasco?. «Que las pillaran era la opción imposible». Un ama de casa y una brillante ‘teleco’, ambas militantes del PP, y una policía local. Nadie iba a sospechar de un plan tan descabellado.

Que la vida política de Isabel Carrasco hubiera acabado en los juzgados, como apunta la redactora jefa de León y Economía de este periódico, María Jesús Muñiz, al recordar la denuncia de los kilometrajes es una duda que penderá para siempre. Lo cierto es a la presidenta le quedaba un año más de mandato en la Diputación, tampoco era la hora de su relevo en el PP. Que su vida desfilara, después de muerta, por una sala de vistas por su asesinato fue lo insólito. ¿Habrían urdido Triana y Montserrat el plan asesino si Carrasco hubiera sido un hombre?

Loreto, la única hija de Isabel Carrasco, vivió desde la distancia el juicio y ha mantenido un férreo silencio. Un mutismo que solo rompió al recibir la medalla de Oro de la provincia de su madre a título póstumo: «Estoy orgullosa porque dedicó su vida a luchar por esta tierra de gente sencilla». La invisibilidad póstuma del personaje también tiene que ver con la voluntad de la familia de que «la dejen en paz». Los restos de Isabel se esfumaron en sus cenizas.

Diez años después del crimen, la sociedad ha cambiado, otra mujer preside el Partido Popular y el acceso femenino a los cargos públicos, aun siendo desigual, está tan normalizado que en León ha habido dos candidatas al rectorado de la universidad y una será rectora por primera vez en la historia. «Fue una adelantada para su época en un mundo muy masculino. Quizá eso forjó su personalidad. ¿Quién sabe qué hubiéramos hecho nosotras?», apunta la abogada Beatriz Llamas.

La casualidad o la «justicia divina», como prefiere decir la letrada, hicieron posible que, si no Isabel Carrasco, todo el mundo viera las caras de las tres ejecutoras del crimen. Montserrat y Triana solo consiguieron colmar su sed de venganza y Raquel Gago, ni siquiera eso. La familia, aunque satisfecha con la sentencia, sabe que nada ni nadie les va a devolver a Isabel.