Crimen de Isabel Carrasco: la banalidad del mal
Hace unas semanas publiqué en tribuna de Diario de León un artículo titulado, «Asesinato de Carrasco: un crimen lobo sapiens, diez años después». No repetir ahora argumentos sobre un caso que conmocionó a León es casi imposible. Trataré no obstante de esbozar un análisis más reflexivo y menos técnico, efectivamente, diez años después del magnicidio de la todopoderosa presidenta de la Diputación de León, del Partido Popular provincial y de una increíble lista de cargos.
¿Por qué mató a tiros Montserrat González (22 años de prisión) a Isabel Carrasco, con la cooperación necesaria de su hija Triana Martínez (20 años de prisión) y la incomprensible complicidad de la policía local Raquel Gago (14 años de prisión, actualmente en libertad condicional)?
Es la pregunta clave. Ya tenemos respuesta para los interrogantes clásicos de un periodista, de un policía o de un investigador: qué, quién, cómo, cuándo, dónde. ¿Y el porqué?
Conocer el móvil para llegar a la génesis de la transgresión es uno de los pilares básicos. Existen respuestas en este crimen en las que, por cercanía o ejercicio profesional, coincidiremos muchos: el odio, la venganza (yo añadiría fermentada), la ambición obsesiva, el clientelismo, el nepotismo… Sí, sin duda. Ahora bien, desde una perspectiva criminológica, ¿qué hay más allá de ese frenesí desatado? En efecto, ¡la cosificación de la víctima¡
Isabel Carrasco era una persona imperativa, con un modelo de dirección personalista, a menudo impopular… pero, no se nos olvide, es la verdadera víctima del crimen. Madre e hija decidieron matarla, con el concurso de Raquel Gago, sencillamente porque la cosificaron, lo que lleva directamente al recurso donde acudimos cuando la explicación de un hecho contra la vida se torna insuficiente o pueril: la banalidad del mal.
En mi anterior artículo sobre el caso, decía que todo el mundo lleva un lobo atávico dormido dentro. Somos capaces de lo mejor pero también de lo peor sin despeinarnos y por tanto sin remordimientos, con ausencia total de empatía. ¿Asesinaríamos a tiros por la espalda a un semejante porque no nos ha renovado el contrato o no nos da las preguntas del examen para aprobar una oposición de funcionario haciendo trampas?
No quisiera concluir sin citar a otras víctimas colaterales del crimen: la familia de Isabel Carrasco y el inspector jefe de la comisaría de Astorga, Pablo Martínez, padre de Triana y marido de Montserrat, fallecido de Covid en 2020, con quien compartí amistad en la policía.