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Madre, hija y un espíritu ¿santo? con un verso suelto

Las cuatro esquinas de una trama singular

Por si le faltaba algo a la trama, hubo crónica rosa: Triana se hizo pareja de hecho de un recluso rumano; hoy ya están desvinculados

Triana y su madre, Montserrat, al acabar el juicio

León

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Montserrat González hubiera pasado por una perfecta madre coraje de no mediar un carácter soberbio, altanero y en ciertas fases paranoico. La esposa del inspector, jefe de la comisaría de Policía Nacional de Astorga hacía una vida independiente, al margen de su marido, ya unos cuantos años antes de que ocurriera los hechos. Ni era un matrimonio convencional, ni estaban dispuestos a tramitar una separación. Simplemente hacían vidas por separado, convencido el funcionario de que la situación se había convertido en indomable y de que tenía más que perder que ganar en caso de adoptar una ruptura también por la vía legal.

Quienes conocen a Montserrat aseguran que fue el devenir del tiempo lo que empeoró su situación. Y el modo bucle en el que entró su relación con Triana, mucho más manipuladora que su madre, decidida a convertir en verdaderos dogmas de fe todos los axiomas que nacían de la boca de su hija única.

No parece probable que la niña llegase a sugerir a su madre que acabara con la vida de la presidenta, pero sí que encontró la progenitora otras fórmulas adecuadas para llegar a la convicción de que únicamente acabar con la vida de Carrasco, en la forma de asegurar la de su propia pequeña, que seguía llamándole la mamá al borde de los 37 años de edad.

Montserrat estaba muy unida a su familia por la vía materna y fue distanciándose poco a poco de la rama política de su árbol genealógico. La ruptura se escenificó de forma definitiva, cuando Pablo Antonio Martínez falleció y tras una serie de gestiones bastante laboriosas para poder asistir al entierro, complicada la gestión por la situación de pandemia, ambas se encontraron con la negativa para visitar al padre del hospital en favor de uno de sus hermanos. A partir de ahí la vinculación ha desaparecido de forma casi definitiva.

No era Montserra una persona tan arrogante pero el tiempo acabó convirtiéndola en ello. De su soberbia dió cuenta el comportamiento en prisión, donde acumuló casi una treintena de sanciones por indisciplina. Nunca se adaptó al medio carcelario y aunque los últimos años parece haber abandonado la política del enfrentamiento, la confrontación fue constante durante los primeros años de la década.

Siguió el juicio con escasa atención, salvo los días en los que le tocó participar. En el primero se mostró nerviosa y en el resto ausente. De hecho, se negó a utilizar su último turno de palabra y en el resto de las sesiones compareció casi impasible, como ajena a lo que estaba ocurriendo.

Condenada a 22 años de prisión como culpable de asesinato, cumples este fin de semana los 10 primeros de condena. Sin demasiadas opciones de beneficios penitenciarios por cuanto la hoja de comportamiento es básica y fundamental para estas cuestiones, el final de su condena se fija para el 12 de mayo de 2036. De momento, las propuestas que ha presentado para acceder a este tipo de prevendas han sido rechazadas.

Dada la situación patrimonial complicada de la familia, embargada por completo para satisfacer las indemnizaciones estipuladas por la sentencia, su futuro se presente incierto por cuanto ya ha sido necesario vender la vivienda en la que habitaban en las inmediaciones de la calle Cruz Roja de la capital y es difícil predecir qué tipo de oficio podría desempeñar una vez alcance la libertad

La carrera de la brillante ingeniera de telecomunicaciones que era Triana Martínez se vio truncada, en parte por sus aspiraciones políticas, en parte por su obstinación en acceder a una plaza de funcionaria de la Diputación Provincial, cuando por la vía privada habría recibido ofertas más importantes económicamente para haber tenido un futuro profesional de esplendor.

Pero no quiso que así fuera, porque la hija única de la asesina confesa de Carrasco se había labrado un brillante expediente académico, y no pasaba por haber heredado el carácter prepotente de su progenitora. Sin embargo, se encaprichó con el puesto que parecía diseñado a su medida y llegó a entrar en una espiral de obsesión que hizo que se convirtiese en el germen del magnicidio.

Triana y su madre gozaban de la buena vida, con el beneplácito de su padre. Habían llegado a instalarse en un hotel de Levante, junto a la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, a un precio desorbitado solo por intentar codearse con las altas esferas norteamericanas. Fue solo un ejemplo. El Mercedes deportivo que conducía el día del asesinato había sido importado de Alemania en otro capricho similar, que denotaba una actitud innecesaria para una persona brillante por su capacidad mental.

Triana jugó la baza en el juicio de interpretar el papel de niña desvalida que sus familiares y amistades cercanas saben irreal. Era quien manejaba la filosofía de la casa desde siempre, fue también en todo momento el ojito derecho de su madre y contaba con el placet del padre, porque estableció con él una relación de confianza que para el comisario solamente trucó el hecho de saber que había quedado al margen de los preparativos, que a buen seguro, de haber conocido, hubiera paralizado. El delirio de Triana llegó al extremo de componer un capítulo rosa en plena crónica negra. Conoció a un recluso rumano de nombre Romeo con el que no dudo en inscribirse como pareja de hecho. Aprovechó los beneficios penitenciarios que le concedía la legislación para intimar periódicamente, pero pronto se cansó de su juguete y cuando el recluso fue deportado a su país, la relación se acabó con la misma rapidez con la que había comenzado.

Este domingo alcanza la mitad de su condena, circunstancia que en condiciones normales comportaría el derecho a disfrutar de los primeros permisos penitenciarios. Su pena concluye el 12 de mayo de 2034 y hasta por tres veces ha solicitado que se le permita disponer de salidas puntuales, pero en todos los casos se ha rechazado, si bien últimamente en la prisión de Villabona (Asturias) se emplea como encargada de la biblioteca, circunstancia que está reconduciendo en cierta medida su vida penitenciaria.

El problema de su futuro radica en que la pena implica la prohibición de acceder a empleo público, una rama de la que era especialmente proclive la joven hasta producirse los hechos. Ahora solamente le restará la vía privada, donde su intención es tratar de mantener el anonimato y seguir dedicándose a las telecomunicaciones, aunque en otras condiciones diferentes a las que había ideado en un principio

La vida de Raquel Gago ya es en la actualidad bastante semejante a la que le espera en el resto de su existencia, una vez que, desde septiembre de 2023 se encuentra ya en tercer grado, con lo cual un simple control telemático vigila sus movimientos en la zona sur de Madrid, donde trata de mantener el anonimato, lejos de los focos de León.

Condenada a 15 años y medio de prisión, su papel sigue siendo una de las grandes incógnitas en este caso. De carácter tímido y a veces un tanto apocado, sus compañeros de trabajo se extrañaron inmediatamente de su implicación, ante las evidencias personales que habían recogido en su periodo laboral. Destacada fue la anécdota de una actuación en la que al proceder a la detención de un individuo, su compañero de patrulla se quedó solo por la falta de arrojo de la agente, a la que le faltó valentía en aquel episodio.

Por eso mismo, entre los integrantes del cuerpo de Policía Local nadie creyó la versión oficial de que pudiera estar implicada en el plan. No era una persona con sangre suficiente como para idear y maquinar una estrategia de cobertura y a día de hoy sigue latiendo en el ambiente. La idea de que fue utilizada por Triana con fines personales sigue cobrando cuerpo.

Gago, no obstante, nunca hizo públicas sus discrepancias con madre e hija y se limitó a ignorarlas a lo largo del desarrollo de las sesiones. Lo ha hecho también en su vida posterior en el plano personal, donde ha preferido alejarse de ambas y del caso.

Consciente de que su mundo nunca volverá a ser igual desde que el 16 de mayo de 2014 fuera detenida, se ha refugiado especialmente en la compañía de su hermano para sobrellevar la situación. Hasta hace pocos años, su compañero sentimental continuaba pisando los alrededores del apartamento donde ella residía, aunque su vida personal se ha cargado de discreción. Sí ha trascendido que pretende hacer su futuro profesional lejos de León, adonde ha regresado en un par de ocasiones para realizar visitas familiares y para asistir en alguna ocasión a actos en Vegas del Condado, localidad a la que está muy unida

A Pablo Antonio Martínez , la vida ya le había cambiado antes del día del crimen. De carácter afable, amigo de sus amigos y muy vinculado a toda la comarca del Orbigo, gozaba de una cierta simpatía, bien ganada en su entorno, por la afición a disfrutar de las cuestiones básicas, ajeno a la megalomanía de su esposa y de su hija.

Cuentan quienes estaban con él que cuando se le comunicó la detención de su esposa y de su pequeña, lo primero que hizo fue acudir a comprobar si su arma reglamentaria estaba en su sitio. Pasó de respirar aliviado a sentirse preocupado y a dudar de la veracidad de las acusaciones, que empezaban a pesar sobre ellas. Cuando le llegaron los primeros datos, no se derrumbó, pero si fue presa de un profundo pesar, aunque nunca llegó a caer en depresión, porque en el fondo esperaba que cualquier cosa similar pudiera pasar cualquier día. Estaba preparado para casi todo.

Aún así trato de mover los hilos que pudo para minimizar las consecuencias de lo que había ocurrido. Pero pronto cayó en la certeza de que no había nada que hacer. No lo sintió tanto por su esposa, de la que estaba alejado ya hacía mucho tiempo más sentimental que físicamente, pero si le resultó duro por Triana, respecto a la cual guardaba grandes esperanzas.

En todo caso solicitó el traslado a Gijón cuando madre e hija fueron recluidas en la prisión asturiana de Villabona. En la comisaría de su nuevo destino apenas se hablaba del tema y por discreción, nadie le sacó nunca a cuento la conversación. Pero se veía afectado y estuvo apagado durante los primeros tiempos.

En noviembre de 2020 fue víctima del coronavirus. Lo que empezó siendo una dolencia leve y a la que no se dió demasiada importancia por su parte, acabó complicándose y derivando en su ingreso en el hospital. Para cerrar el círculo de su azarosa vida de los últimos años, por un error sus compañeros de la comisaría de Astorga, se anunció su fallecimiento un día antes de que se produjera en realidad, circunstancia que aumentó el dolor de su familia, ya de por sí notable. Además, el sector de su entorno de sangre más cercano, tomo una animadversión absoluta, especialmente a su esposa y desde entonces las relaciones se han conquistado notablemente.