Los parques que insuflan oxígeno a León
La capital de la provincia es una de las zonas de la península más bendecidas por los espacios verdes. La ciudad dispone de numerosos pulmones que limpian y refrescan el ambiente y permiten rebajar los índices de contaminación
León es una ciudad privilegiada. Tanto, que es posible refugiarse en la naturaleza a muy pocos kilómetros del casco urbano. Rodeada por un medio ambiente único en Europa, podría decirse que el verdadero paraíso —ahora que el calor empieza a hacer de las suyas— se encuentra en este viejo campamento romano. No hace falta irse lejos para disfrutar de la montaña, las riberas y las praderas que en otros lugares están a cientos de kilómetros de distancia, pero, además, León cuenta con numerosos parques en los que respirar y practicar la última de las técnicas de bienestar: el treetherapy .
Uno de los más frondosos es sin duda el parque de la Candamia. Supera los 400.000 metros cuadrados y se divide en varias áreas alternativas, pensadas según los gustos de cada cual. El parque se inauguró en 1984 y está compuesto por una variada vegetación de fresnos, plátanos, castaños de indias, piñas y moreras. Es el lugar ideal para relajarse y disfrutar de pequeños placeres como caminar, hacer senderismo, dar un paseo en bicicleta o tumbarse al sol en sus enormes praderas. Está surcado por un montón de lagos artificiales y pequeños riachuelos que se deben de cruzar por puentes de madera, lo que le da un encanto muy especial. Cuenta con dos campos de fútbol con iluminación nocturna, mesas de ping-pong, zona infantil y un merendero. Ahora, con la llegada del verano será uno de los lugares favoritos de los leoneses para aprovechar el buen tiempo.
Otro pulmón de la ciudad es el parque Quevedo. Situado en el barrio de El Crucero, se abrió en 1980 sobre el solar donde estuvo el almacén de maquinaria de Obras Públicas y el Vivero. Su superficie ronda los 50.000 metros cuadrados, un espacio lo suficientemente grande para un variado catálogo de tilos, arces y otras joyas botánicas que se distribuye alrededor del pino piñonero que ocupa el punto central. Como el valor añadido el parque Quevedo acoge familias de ardillas, pavos reales, gallinas de África y patos que chapotean en el estanque.
La Granja es una de las zonas verdes más extensas de la ciudad, pues supera los 50.000 metros cuadrados y se divide en distintas áreas alternativas. La floresta de este bosque urbano, que se abrió al público en 1984, está compuesta por una variada vegetación de fresnos, plátanos, castaños de indias, pinos y moreras. El parque de los Reyes fue inaugurado en el año 1982 por la reina Doña Sofía y ocupa una superficie de 19.040 metros cuadrados entre las calles Merillo, General Benavides y la Avda. José Aguado. Si quieres realizar actividades lúdicas hay zonas de juegos infantiles, mesas de ping-pong, una pista para andar en bicicleta y otra de patinaje. Hay tres puertas de entrada dan acceso a un horizonte en mitad cielo-mitad verde poblado de secoyas gigantes, cipreses, cerezos, sauces y álamos que se distribuyen con una pirueta casi matemática alrededor de la gran rosaleda central.
Mucho más recogido es el jardín de San Francisco. Es sin duda el parque más antiguo de la ciudad, ya que se inauguró en 1864. Este parque está poblado por grandes castaños, cedros, tilos y plátanos, es un oasis de vegetación en medio de la urbe, y está reconocido con la categoría de Monumento Permanente. El centro del parque está rodeado de unos cuidados parterres de flores de forma semicircular, y en el medio está la fuente de Neptuno, una fuente histórica de piedra realizada por el escultor Mariano Salvatierra en el siglo XVIII. Otro de los elementos característicos del parque es la estatua de San Francisco de Asís, obra del escultor Muñoz Alique, donde se simboliza la amistad de los «hermanos lobo y oveja».