El Grosa regresa a León tras ser el bastión de inteligencia en su primera misión internacional

Tras dos meses fuera de la base Conde de Gazola para participar en un ejercicio internacional organizada por el ejército de Estados Unidos en Rumanía y Hungría, el Grosa, la unidad de drones destinados a la inteligencia del Ejército de Tierra, acaba de regresar a casa tras su primera salida fuera de España desde la creación del grupo en 2015. Durante el ejercicio Swift Response 24, enmarcado en el Defender Europe 2024, en el que participan ejércitos de países miembros de la Otan, los Searcher, los drones que emplea esta unidad, se han convertido en el único vehículo aéreo no tripulado de su clase capaz de aportar imágenes e información de apoyo al resto de unidades, lo que se conoce como inteligencia militar.

La participación del Grosa en este ejercicio, liderado por Estados Unidos y en el que la unidad española formaba parte del equipo con el ejército alemán al frente, ha supuesto superar varios hitos, «el primero, llegar allí, después volar el sistema en un entorno desconocido, en bases aéreas extranjeras», explica el teniente coronel al mando del Grosa, Enrique Galván, quien añade que «se ha validado también la capacidad para operar integrado con un ejército internacional y el último hito ha sido dar la información en tiempo y forma al organismo que nos la pide».

Dos han sido los meses en el que los integrantes del Grupo de Obtención por Sistemas Aéreos IV/1, el Grosa, han estado desplegados en total, aunque el ejercicio Defender Europe 2024 se desarrolló durante diez días, en los Searcher realizaron una decena de vuelos. «El Grosa ha dado el 200% para enviar imágenes al puesto de mando alemán», señala el jefe de esta unidad, que aunque con base de operaciones en León depende orgánicamente del Regimiento de Inteligencia, con sede en Valencia. El Searcher se pilotaba desde Boboc, cerca de Bucarest y para poder ampliar su área de vuelo en la ciudad de Sighisoara, a casi 300 kilómetros de distancia, se hizo una transferencia de control para conseguir que el RPAS llegase aún más lejos. La información —imágenes de gran precisión que incluso a 1.500 metros de altura permite identificar a una persona—que obtenían las cámaras que porta el Searcher se enviaban por satélite al centro de mando alemán que estaba instalado en Hungría.

Fue el 10 de abril cuando la unidad puso en marcha 23 vehículos, ocho de ellos pesados, que partieron por tierra desde la Base Conde de Gazola en Ferral del Bernesga hasta Castellón, donde se embarcaron en un buque civil durante seis días para llegar a Croacia y, desde allí otra vez por tierra, hasta la base militar de Boboc, ya en Rumanía. En total, 6.000 mil kilómetros entre el despliegue y el repliegue, con un regreso martítimo ya en el buque de transporte de carga del Ejército de Tierra, operado por la Armada española, Ysabel. En total, en el ejercicio internacional participaron más de cinco mil militares de diferentes países, de los que 480 eran españoles.

Durante el ejercicio, el máximo número de integrantes del Grosa desplazados fue de 63, aunque la mayor parte de los miembros se movilizó en algún momento. Pero como destaca Galván, los más «implicados» ha sido el personal especializado de este grupo de élite, el primero a nivel nacional que puso los drones al servicio de la inteligencia militar.

El jefe del Grosa concreta que el objetivo del ejercicio internacional ha sido mejorar la interoperabilidad de los ejércitos de los países miembros de la Otan y en el que el grupo lleva preparando desde el verano pasado ante la complejidad de todo el proceso y que, finalmente, concluyó el domingo con el regreso del último destacamento a la Base Conde de Gazola.