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Dos viajes diarios por la inclusión

Cada día una madre y un hijo se suben a un autobús de línea en Astorga para llevarle al colegio a La Virgen del Camino No es fácil tampoco, pero la situación de este joven de 16 años ha mejorado

Madre e hijo pasean sobre unos eslóganes pintados frente al colegio de La Virgen.Fernando Otero Perandones

Publicado por
A. Calvo
León

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A las 8.00 horas suena el despertador y la pequeña familia se pone en marcha. Aseo, desayuno y a la estación de autobuses de Astorga para emprender el camino al colegio, a un centro educativo que ni siquiera se encuentra en un municipio próximo. El joven, de 16 años, acude cada día al colegio de La Virgen del Camino, un centro en el que se encuentra mucho mejor que en el que fue en su ciudad durante dos años. Pese a que le ilusionaba la sesión de fotos para este artículo, él sólo quería ir al colegio y no perderse la experiencia de un día más con sus compañeros, algo que no le ocurría en Astorga. «Hay días que incluso se despierta antes de tiempo emocionado porque quiere ir al colegio», explica su madre, Esther, una luchadora por la inclusión y porque todas las personas puedan sociabilizar y avanzar así hacia un mundo más justo para todos.

Casi 80 kilómetros diarios para disfrutar del paisaje; dos horas en autobús cada día para conseguir que este joven con una enfermedad rara pueda estar con niños de su edad, aprender y enseñar al resto de sus compañeros, porque él también enseña y da lecciones de que la vida no es igual para todos, que hay que esforzarse y pelear por lo que uno quiere y que, por suerte, todas las personas son diferentes. Por las tardes, aprovecha para ir a terapia en León o a la piscina, «porque el agua le encanta».

«Yo no quiero cambiar el mundo, no voy a cambiarlo, pero sí intento cambiar la visión de la diversidad y cambiar un poco lo que a nosotros nos toca», resume esta madre que ha tenido que dejar de trabajar, que aprovecha las horas en la que espera a que su hijo salga del colegio para hacer cursos en la biblioteca de La Virgen del Camino, para sacarse el carné de conducir y para «leer y mantenerme informada, para buscar nuevas terapias y casos, ver qué apoyos podemos tener... hay que estar en permanente actualización, la neurociencia evoluciona muy rápido».

Hace cinco años que el «bombón», como le llama Esther, está escolarizado en La Virgen del Camino, un centro que imparte desde Infantil hasta cuarto de la ESO. Hasta llegar ahí, un camino de penurias contra las administraciones educativas, que obligaron a escolarizar al niño en un centro de educación especial. Ante su negativa y su intención de querer llevarle a un colegio ordinario, la denunciaron ante la Fiscalía de Menores por abandono, pero el caso se archivó porque otra familia leonesa, la de Rubén Calleja, había logrado ganar la batalla judicial y social para que su hijo disfrutase del derecho a una educación inclusiva.

Su batalla por conseguir que su hijo asista a un colegio ordinario ha dado sus frutos, aunque tampoco ha podido dejar de pelear. El último frente que ha tenido que lidiar es la imposibilidad de que su hijo vaya a las excursiones que organizan en el colegio al que asiste. Un viaje que se repite cada año en La Virgen yque tiene como destino un taller de surf en Asturias. A su hijo sólo le dejan asistir a la opción de ir a la playa, no a aprender a surfear y si el niño va, ella tiene que ir como acompañante. Este año, como sobraron plazas, se amplió la oferta a los niños de otros cursos que ya lo habían disfrutado y entre los que se hizo un sorteo para cubrir las vacantes. «Lo del sorteo ya es una ilegalidad, pero es que a nosotros ni siquiera nos dieron la opción. Yo sólo pido que se hablen las cosas, que se explique, no que le excluyan porque sí», sentencia tras recordar que a otro viaje para hacer rafting tampoco le convocaron.

Los profesores

«Me llegaron a decir que fuese a un concertado, porque los sacerdotes tendrían más compasión»

Y la lucha continúa. Esther critica que muchos docentes no aceptan ni se adaptan a la inclusión. «Los directores en Astorga me decían que mi hijo no podía estar en su colegio, que me lo replanteara, que qué hacíamos allí porque iba a quitar horas de apoyo a otros niños», remarca la madre para explicar que precisamente le adjudicaron el colegio González Álvarez porque tenía personal de apoyo. «Me llegaron a decir que me fuese a un concertado porque eran sacerdotes y que iban a tener más compasión con él», comenta con lágrimas a punto de brotar de unos ojos que sólo buscan empatía para su hijo y para el resto de las personas porque ella se considera «una activista de la inclusión».

También en La Virgen se ha encontrado con el rechazo de algunos docentes. «Pero la inclusión está en la ley educativa», incide la madre de este alumno que también comenta cómo en Astorga, donde tampoco cuenta con apoyo del Ayuntamiento, «han insultado, se han mofado y reído de mi hijo. Los chicos de su edad le han hecho canciones despectivas y los adultos tampoco se solidarizan. La gente se da la licencia de decirte lo que tienes que hacer, de diagnosticar enfermedades y me no perdonan que no lleve colgado el cartel de discapacitado, de querer buscar la normalidad», señala otra vez con la emoción contenida para recordar cómo en La Virgen los compañeros y sus familias saludan a su hijo y los videos de apoyo que le enviaron durante el confinamiento.

El joven volverá a repetir curso, pero su madre es muy consciente de su objetivo, que no se trata tanto de un aprendizaje de contenidos, se trata de socializar y sociabilizar con compañeros de su edad. De ser feliz.

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