Diario de León

más allá de las pateras

Tres supervivientes en busca de futuro en León

Mounir Elayyani, de Marruecos, Alasane Fainke, de Mali y Khadim Lo, de Senegal.

Mounir Elayyani, de Marruecos, Alasane Fainke, de Mali y Khadim Lo, de Senegal.

Publicado por
Ana gaitero 
León

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El año pasado llegaron a las costas españolas y las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla 58.852 personas de forma irregular, 25.333 más que el año anterior, con un aumento del 82%. La vía de entrada marítima es la más frecuente, el 98% de las personas llegaron en pateras, cayucos o embarcaciones endebles, y a la vez la más insegura. Según datos del Gobierno de España, un total de 6.616 personas murieron en el intento.

Alasane Fainke, malinés de 20 años, Khadim Lo, senegalés, de 34 y Munir Elayyani, marroquí de 35 años, son tres supervivientes de esta migratorio sin precedentes. Viven en León acogidos por Accem en el programa de protección internacional como víctimas de persecución religiosa, política y del terrorismo. Con motivo del Día del Refugiado, que se celebra este 20 de junio, cuentan a Diario de León por qué han huido de sus países y qué hacen en León.

KHADIM LO, Senegal

«Pasé miedo ocho días en el mar, pero más miedo tenía en mi país»

Khadim Lo, de 34 años, casado y con una hija, vivía en un pueblo cerca de Dakar. Se dedicaba al comercio de pescado. La pesca es uno de los recursos más importantes de este país africano, en el que faenan flotas como la española, entre otras. «Tenemos trabajo pero no ganamos dinero», señala. Khadim participó en las manifestaciones que encabezó la oposición el año pasado en Senegal. La travesía que se prolongó durante ocho días —normalmente son cinco— y tres de ellos los pasó sin comer y sin beber. «No tuvimos viento favorable», comenta. «Quedarte ocho días en el mar sin saber a dónde vas da miedo, pero no tenía otra opción. Más miedo tenía en mi país. Me manifesté contra el Gobierno y me amenazaron, tenía que huir». Su mujer y su hija quedaron con la familia. Al llegar a Canarias, estuvo hospitalizado seis días. Luego ingresó en el programa de protección internacional de Accem, primero en Segovia y ahora en León. Siete meses después de su llegada a España estudia español y en unos días empezará el curso de almacén, que le dará opción a trabajar. Lo que más le gusta de León es la gente. «La mayoría te ayuda para integrarte y adaptarte a la cultura de la ciudad y cómo debemos hacer para tener una vida tranquila». Convive en un piso con dos senegaleses y un colombiano. «Gracias a la integración olvidamos un poco los problemas de nuestro país». Sobre quienes rechazan la llegada de personas afirma: «Creo que es una falta de conocimiento. Todos somos seres humanos iguales. A veces tenemos que salir de nuestro país y participar en el desarrollo de otro país. Doy las gracias a España mucho por nosotros y principalmente a Accem, gente bonita que nos ayuda a aprender». «He visto a chicos que en su país no sabían escribir su nombre y ahora pueden leer y escribir sus nombres», comenta.

Alasane Fanke, solicitante de asilo de Mali en León, con 20 añós. MARÍA FUENTES

ALASANE FAINKE, Mali

«Los terroristas arrasaron el pueblo; mataron a vecinos y familia»

Cuando el 4 de enero de 2024, Alasane Fainke llegó a Tenerife, en una embarcación con más de cien personas desde Mauritania, hacía casi dos años que había emprendido el viaje desde su país, Mali. Con apenas 18 —ahora tiene 20— dejó su casa y su familia «por la guerra y el terrorismo», cuenta en su aún precario español. Las milicias vinculadas Al Qaeda avanzaban sobre la capital, Bamako, dejando un rastro de sangre y muerte a su paso. Su pueblo no fue ajeno a la ofensiva terrorista. «Han matado a muchos vecinos y a personas de mi familia», relata. Desde Mali a Mauritaria viajó en autobús y desde Musaut a Tenerife se coló en el barco en medio de la multitud y navegó con el viento a favor durante cinco días. En Tenerife, al fin, pudo hablar con su familia: «Con mamá», dice con una intentando contener una emoción que traspasa su pecho. A León llegó en abril para ingresar en el programa de acogida de Accem. Aprender el idioma es su misión principal y Marta, la trabajadora social, su referente. «Quiero trabajar», dice el joven que había iniciado los estudios de Finanzas en su país antes de huir. En su pueblo viven de la agricultura, cultivan maíz y arroz para el consumo familiar. En León se relaciona con otros refugiados. Nada de bares ni discotecas. Le gusta sobre todo el pollo, juega al fútbol y participa de las actividades culturales con el voluntariado de Accem.

Mounir Elayyani, de Marruecos, enfermero de 34 años. MARÍA FUENTESmaría fuentes

MOUNIR ELAYYANI, Marruecos

«Soy enfermero; me fui del país por persecución religiosa»

Mounir Elayyani vivió con más angustia las primeras semanas desde su llegada a España que el viaje en patera desde Argelia a Almería. Este enfermero marroquí de 35 años salió de la ciudad de Usda por persecución religiosa. Un amigo le habló de venir a España y le pagó por buscarle una habitación. Pero se pasó horas y horas esperando en Almería. Logró llegar a Barcelona por la solidaridad de una compatriota. Cada vez que llamaba a su amigo, le decía que el colega de España aparecería en una hora. Pero nada. Luego le dijo que fuera a León. Nadie apareció tampoco. Una vez en la ciudad después de deambular dos días, encontró Cruz Roja. Le dieron el teléfono para pedir cita en Comisaría y solicitar protección internacional. Las oenegés no pueden prestar otra ayuda hasta que no tienen la solicitud. Pasaron cuatro viernes —el único día operativo para las citas— hasta que pudo formalizar la petición. Han pasado ocho meses desde aquella pesadilla. Cruz Roja le dio acogida de emergencia en un hotel y luego entró en el programa de Accem. Está a punto de acabar el curso de español y se forma como carretillero para poder trabajar mientras consigue homologar su título, «en pocos días me darán en permiso de trabajo», dice contento. «Trabajé desde 2014 a 2023 en el laboratorio de un hospital», comenta. Mounir reconoce que los primeros meses lo pasó mal. «Estaba muy triste y la gente era muy seria», señala. Ahora vive en un piso con un peruano, un venezolano, un africano y otro marroquí. «Quiero vivir tranquilo, no vengo a hacer nada malo», es su mensaje frente al rechazo de inmigrantes.

La red de acogida a personas migrantes y solicitantes de protección internacional atendió el año pasado a más de 1.300 personas en la provincia. En Accem, organización que trabaja en la provincia desde 1991, hay actualmente 55 personas en el centro de acogida de León, 10 en el centro de menores, 12 en atención humanitaria, 39 en primera acogida y fase de valoración en Astorga y en Valencia de Don Juan 39 en primera acogida y 65 en acogida temporal.

El periodo habitual de acogida es de un año, que puede extenderse a 18 meses en casos de personas en situación de extrema vulnerabilidad. La primera acogida dura 30 días y la atención humanitaria, tres meses. En este tiempo, las personas reciben clases de español, preparación para el empleo, atención jurídica y psicológica.

La culpa por dejar a la familia o el duelo por haber perdido a sus seres queridos, y también el impacto del proceso migratorio, «creen que llegan aquí y ya está, pero en realidad se enfrentan a un proceso muy complicado de integración, documentación, conocimiento del idioma», explica Noelia Díez, trabajadora de Accem. Una vez superan la barrera del idioma —nivel de español A2— pasan al programa de empleo para la inserción laboral. Forman y hacen prospectiva laboral para conocer las necesidades del mercado en León. Accem destaca el alto índice de inserción en 2024 con 52 personas contratadas en restauración, ayuda a domicilio, industrias alimentarias como Oblanca y Embutidos Rodríguez, y empresas metálicas. «El curso de soldadura fue un éxito total», dice David, el responsable del programade empleo de Accem, que acompaña a Mounir en su periplo más allá de la patera.

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