Adif se burla del dictamen que le obliga a devolver a León el agua que lleva la Variante
Un año después de que Medio Ambiente corrigiera el impacto de la obra ferroviaria, no ha bombeado ni un litro
El agua que se lleva el tren por la Variante en el mayor desastre ambiental de la cuenca leonesa del Bernesga no va a regresar a León. Un año después de que Medio Ambiente, el ministerio, dictaminara las correcciones del impacto ambiental de la obra de calado del túnel ferroviario, Adif no ha colocado ni una pieza entre el repertorio de mecanismo que le exige la administración competente para bombear de vuelta el agua a la zona donde se reventaron las fuentes, los manantiales.
Un años después, Adif no ha aplicado ni una sola de las medidas correctoras que revocaron la barra libre que dejó pasar la máquina de horadar y se dictaminaron para restañar los daños. No ha retornado ni un litro, ni se espera que lo vaya a hacer a corto y medio plazo por la disposición que muestra el Administrador Ferroviario en este conflicto que no cicatriza.
En este tira y afloja entre dos organismos que dependen de la administración central del Estado, León vuelve a resultar perjudicada, como suele acontecer en esa lista ya interminable de pleitos que jalonan las derrotas del territorio leonés frente a la máquina de la burocracia.
A los asesores legales de la federación leonesa de entidades locales, y la asociación Lacerta, que agrupa a los damnificados por este escándalo de la fuga de agua, les costó más de cinco años reconducir el resultado del informe ambiental, el impacto que iba a dejar la obra en el territorio, y que en su origen pasó por alto este abismo por el que se fugan miles de litros al día hacia los ríos asturianos. Fue entrada la primavera de 2023, dos décadas después de que los organismos oficiales le dieron el visto bueno a la idea de meter una tuneladora bajo la cordillera sin tener en cuenta las venas hídricas, ni sos consecuencias para el ecosistema que alimentan en el norte de la provincia de León; en uno de sus ríos de cabecera, por ende, que llega a cruzar la capital leonesa para ir a desembocar unos kilómetros al sur al sistema Esla, después de unir el caudal con el Torío y el Porma.
Se calculó para tramitar la reclamación de las fugas por los túneles que entre 2005 y 2020 se perdieron hasta 150 hectómetros cúbicos de agua hacia la vertiente asturiana. La mitad de la cabida que hace el embalse del Luna, para evaluar el tono del grito por el que clama León en medio del desierto de las sedes ministeriales; la de medio Ambiente, que corrige informes que se le pasaron por alto, y no hace nada para ejecutar el dictamen; de la de Transporte, que tutela al Adif, que se niega a tomar las medidas para restañar los daños que causa desde que dio paso a la tuneladora, como promotor que es de la obra e intervención, que ha estado casi veinte años en desarrollo.
En una de las disposiciones de esa corrección de impacto ambiental que lleva un año publicado en balde se puede leer con nitidez que la obra no iba a estar finalizada hasta que se apruebe el proyecto y se comience a aplicar de forma efectiva la evolución del agua.
Lo que dice Medio Ambiente tiene réplica en Adif, que considera inasumible el coste de la operación para revocar el desastre, hasta en años de puvliometría abultada, y el único esfuerzo que ha mostrado hasta el momento es pleitear contra el mismo Estado al que pertenece como organismo público para no bombear el agua de retorno.
Este capítulo que se inició el pasado verano ya presenta otro final de derrota para León; en este tiempo, sucedieron acontecimientos definitivos para agotar la capacidad de resistencia y de fuerza que podían oponer las entidades leonesas: la entrada en servicio de la Variante apretó aún más los estertores del silencio oficial ante el desastre, y la presión estatal logró silenciar todo el ruido mediático que pudo ofrecer León. Se escuchó el ruido del tren en los titulares de prensa y en los noticieros, y se apagó el barullo que deja el agua que cae desde León a Asturias por el revestimiento del túnel, un acantilado por el que se despeñan los recursos leoneses.