Los viajeros de Feve se rebelan: «Quieren que compremos piso y nos vengamos a León»
Los usuarios claman contra el plan de Diez y Puente de perpetuar el final de parada en La Asunción
Editorial: 'León se planta y exige la vuelta de Feve'
Este ya no es un tren de campesinos viejos y de mineros jóvenes como el que cantó Antonio Gamoneda en los años 60. El tren de Matallana que alumbró aquel poema del premio Cervantes resiste ahora con los restos del naufragio de ese éxodo rural que se iniciaba entonces: trabajadores de primera hora a los que los frecuentes retrasos ponen en vilo, algún estudiante cuyos padres se niegan a abandonar el pueblo, jubilados que bajan a los recados, pacientes con cita en el médico, excursionistas... Herederos de esos personajes que retrató el poeta que ahora luchan contra la degradación de la línea que pespuntea de apeaderos la ribera del Torío hasta Matallana y luego se adentra en los valles del Curueño por La Vecilla, del Porma en Boñar y rebasan el Esla Cistierna arriba hasta adentrarse en territorio palentino por la puerta de Guardo.
Hay decenas de casa abiertas gracias al hilo que tiende la vía estrecha hasta la capital leonesa, donde se quiebra desde hace 13 años de repente en la parada de La Asunción. Ahí lleva desde septiembre de 2011, cuando se vendió una provisionalidad que ahora el ministerio de Óscar Puente, en connivencia con el alcalde, José Antonio Diez, quieren convertir en definitivo. Después de 23 millones de euros de inversión, el plan para ahorrarse los trenes tram apuesta por no volver nunca a la estación de Padre Isla y convertir la traza en una «vía verde». «Parece que lo que quieren es que cojamos un piso y vengamos a la ciudad», sentencian usuarios y trabajadores.
La vía verde alumbrada de pronto por el alcalde «a lo mejor son los hierbajos que crecen entre los adoquines», como bromea Patricio Nicolás. Viene con el perro por la traza, cuando apenas son las 08.00 horas. Vive en Mariano Andrés, una de esa zona donde los vecinos, según el alcalde, ya se han acostumbrado a que no pase el tren y no demandan su vuelta. «Eso es mentira. No nos da igual. Tiene que volver a la estación. Es un atraso lo que han hecho. Yo soy de San Feliz de Torío y tardas tanto hasta allí como el bus que va desde la estación de Padre Isla hasta la parada de La Asunción», reseña, antes de avisar que en su pueblo «hay gente que ha dejado de utilizarlo por eso».
En su pueblo y en más. En total, hay 178.631 viajeros menos al año de los que había cuando se cortó la vía en La Asunción, en septiembre de 2011. Eso, pese a que «han subido gracias al bono recurrente gratuito», como advierte Francisco Llamazares, que vigila la caseta de La Asunción desde la que se ven los andenes y porfía con que «serían más si se volviera a llegar al centro. «Que se haga lo que había. Los clientes tiene que llegar a donde llegaban y la infraestructura está hecha. Es un absurdo que lo dejen aquí. Por nosotros no va a faltar, estamos preparados, y para los viajeros es un incordio tener que transbordar en el bus», concede el operario de Feve.
En ese bus que sale de Suero de Quiñones y llega a La Asunción viene Sara Fernández. Antes, «cogía más» el tren, pero ahora usa «muchas veces el coche». Montaría «a diario si saliera desde el centro y funcionara bien porque siempre pasan cosas», como lamenta antes de bajarse en la parada de Villaquilambre para acudir a su puesto como profesora. «No tiene mucho sentido que lo dejen sin llegar a Padre Isla», secunda Luzmilena Marín Rico, que tiene que llegar hasta Matallana a trabajar.
En el vagón que sale a primera hora, en el que los dos días anteriores se contabilizaron 146 personas y casi 80 de excursiones, hacia el norte no hay disensión. Nadie compra el argumento de que da igual que se corte en La Asunción. Debe llegar donde llegó siempre. Para la gente mayor es un fastidio», resuelve Francisco Trujillo, Truji , que sube hasta Pardavé a atender la casa y más tarde volverá a bajar a León. «¿Por qué no quitan coches oficiales? Cuando llegaba al centro iba lleno. El tren funcionaba fenomenal hasta que hicieron esto», le secunda Paco Flecha, asomado a la puerta del tren en el apeadero de San Feliz antes de seguir ruta Torío arriba.
En sentido inverso, los dos vagones del tren que salió a las 06.47 de Guardo vienen casi llenos. En Matallana montó Manuel León, quien señala que «los políticos tendrían que pagar ahora lo que se ha hecho porque la estación estaba bien» y ahora parte de la gente de su pueblo «Feve». «Si han arreglado las vías que tiren hasta abajo. Pero lo veo jodido porque luego te deja tirado en cualquier parte», añade José Luis Argibai. «Yo ahora, muchas veces, llamo a mi hermano y no espero al tren porque no llega siempre. Lo dije cuando lo cortaron, que se acababa el tren. Es una vergüenza», sentencia Ester Lera a su lado. «La gente se ha cansado de que no haya servicio en condiciones. Seguimos viviendo porque no hay muchas opciones. Pero es que este tren mantiene abiertas muchas casas en los pueblos», apostillan María Antonio González y su hija, María Mercedes Álvarez
Más encendida aún se muestra Mari Ángeles González Villayandre. «Nosotros nunca tuvimos coche, pero desde que hicieron esa chapuza mucha gente dejó de viajar. Lo utilizamos muchísimo: hoy para comprar, el otro día para ir al médico a la Condesa y José Aguado, para cuando estuve en el hospital con mi marido...», enumera. Sin descanso, sentencia: «Pero tiene que llegar al centro sí o sí. Con el dinero que han invertido en buses en ese trozo y en taxis desde los pueblos... Con la tecnología que hay. A mí que no me engañen».
Al centro le gustaría llegar también directa a Leire Sierra. Baja desde Valdepiélago «a estudiar peluquería» en el tren que llega alrededor de las 90.30 horas a La Asunción y, 15 minutos más tarde, bus mediante, a Suero de Quiñones. Más temprano han venido su amiga Alba y su primo Berni. «Tiene que volver a Padre Isla», apoya la joven como portavoz de los tres guajes que se agarran a Feve para no dejar el pueblo. Esos son los biznietos de aquellos campesinos viejos, los nietos de esos mineros jóvenes que mantienen vivo a Feve frente al ataque de la administración.