Los baches y socavones espantan el tráfico de la carretera León-Benavente
La N-630 ofrece tramos interminables que cuestionan las condiciones mínimas de seguridad
Charcos
Una carretera nace con un límite de baches a los que soportar en su vida de servicio; menos la N-630, en su tramo sur por la provincia leonesa, en donde ese número es infinito. Lo saben los usuarios de esta nacional, arrastrada al olvido y arrinconada por la falta de mantenimiento, evidente desde que pasó a la reserva activa, con motivo del acontecimiento de la A-66 entre La Virgen del Camino y la raya con Zamora.
La carretera, León-Benavente de toda la vida, es hoy una esquina de despojo de asfalto, que se agrava con la lluvia, alejada de las condiciones mínimas para una circulación segura. Lo padecen los usuarios, que los hay, en contra del peso estadístico de que todo lo que se mueve al sur de Onzonilla o Cembranos lo hace a través de la autovía, por esa condiciones de los desplazamientos competitivos en desplazamientos largos.
Los domésticos, los de cercanías, a los que tantas veces aluden los programas publicitarios de la Dirección general de Tráfico, se rompan en el tramo sur leonés de la N-630 con un festival para los neumáticos y la suspensión de los vehículos. Que tenga una intensidad media modesta de circulación también se explica por la proximidad de los cuatro carriles de la A-66, ahora que esta ruta ya ha mudado toda la piel áspera que llegó a presentar las mismas condiciones de inseguridad hasta hace bien pocos meses; aunque la razón principal que disuade del acceso en los itinerarios cortos es el riesgo; que el usuario potencial no termina de arriesgarse a una aventura de la conducción sobre brechas, baches, roderas, socavones, hundimientos y badenes, que de todo hay, que nunca se sabe cómo acabará. Hay ejemplos infames que saltan a la vista desde el asfalto; el tramo más próximo de Villalobar, desde esta localidad a Benamariel, el firme de la carretera, o lo que resultó en alguna ocasión firme de la plataforma, no existe en condiciones de lluvias, con los charcos interminables que se encaman en el rebaje del asfalto.
Todas las súplicas para que el presupuesto público alcance a este rincón abandonado del corredor central de la provincia leonesa no han fructificado en las oficinas que el Gobierno tiene dispuestas para estos casos de obra pública.
La N-630 se ha ganado a pulso el reconocimiento de ser la primera vía en la lista del deterioro entre la red principal de la provincia leonesa, después de los avances en la N-625, entre Mansilla y Riaño; en la secundaria, la competencia aumenta de forma exponencial.
En el último año, el Gobierno se decidió a atacar este mal endémico que se extiende por algunas vías leonesas, o que atraviesan el territorio, con relevantes de avances en el programa para reparar la A-6, con un programa similar al empleado para las A-66, receptora en los cinco últimos años de una fuerte inversión para acabar con el calvario que afectaba a todo el tráfico del norte hacia el centro de España. El turno de la León-Benavente, carretera nacional, no parece tan próximo en los planes de carreteras; la llegada inminente del invierno hace pensar en consecuencias más graves para el estado de la carretera, con más desgastes en el asfalto, tal y como se ha mostrado en las últimas fechas con las fuertes precipitaciones que han sacudido a la provincia leonesa.
A lo largo de la década anterior, y después de fuertes presiones de los ayuntamientos de la zona, los vecinos y usuarios, se lograron algunas partidas presupuestarias para revertir esta situación de deterioro que ataca a esta carretera nacional; atascada de tráfico hasta que llegó la autovía, y ahora un campo de minas en la mayor parte de su trazado.