MÁS ACÁ DEL MÁS ALLÁ
Aquí en la tierra, como en el cielo
Millares de leoneses acuden a los cementerios para honrar la memoria de sus difuntos; la meteorología colabora en la celebración
A primera hora de la mañana, todavía no hay colas. Camino del cementerio, la señal indica que en la carretera el peso de los camones de transporte está limitado a 35 toneladas. Lo que tiene el alma es que no pesa y este es el día de recordar más el espíritu que los cuerpos.
El dispositivo policial es prácticamente inmaculado. Hay un agente en cada glorieta, como en las visitas de los ministros y los accesos al parking aparecen señalizados a la perfección. Pasa lo mismo en el resto de la provincia. León, Ponferrada, Sahagún... no escapan al ritual.
Las floristerías de la zona están de dulce. No venden buñuelos de viento, ni huesitos de santo, pero las transacciones son rápidas y efectivas. Una está un poco más lejos, otra a la entrada del campo Santo. Ninguna de las dos da abasto antes del mediodía.
En la puerta principal del cementerio, un puesto de la Cruz Roja vela para que nadie pase antes de tiempo al interior del recinto, si no es de visita. Cruz Mármol es otro modelo. (Solo es un juego de palabras). Se trata de velar por la seguridad de quienes vienen a recordar a los que ya no están.
CONVERSACIONES
«A Tino le han operado en la clínica con el sistema ese nuevo», grita una visitante que usa el teléfono de complemento, porque podrían escucharla perfectamente aunque no tuviera cobertura. Y explica con todo tipo de detalles la intervención quirúrgica, eso para evitar que se incremente el censo de población, de los que ya están bajo las lápidas.
Los depósitos de agua no potable tienen clientela. Hay quien utiliza las escobas con fines higiénicos. Los lúdicos quedaron para el recuerdo la noche anterior con Halloween, hoy de lo que se trata es adecentar las sepulturas.
A los ojos del visitante, las dedicatorias a los fallecidos parecen bastante académicas. En un cementerio de cierta localidad del noroeste de otra provincia, el ingenio es mucho más agudo: «Si querías decirme algo, ya llegas tarde», reza una lápida visitada a título privado.
La zona dedicada a la memoria histórica y el apartado de columbarios luce bastante menos nutrido y pese a que no hay sol en esta mañana leonesa, se ve el ambiente bastante despejado. En Puente Castro, los cipreses crecen en Dios.
Con todo el mundo guardando respetuoso silencio, lo único chillón es el naranja de los chalecos de Protección Civil. Una sufrida visitante se desorienta y los efectivos pertinentes le entregan un plano del Camposanto. Es destino de masas. Nadie se librará de acabar aquí.