Murias: el tesoro que fraguó la montaña
Protegida por un relieve y una naturaleza imponente, custodiada por el abedular más importante de Europa y bendecida por los ríos y las cascadas, Murias es, además, uno de los pueblos de la provincia con mayor patrimonio
Pocas zonas de España han sido bendecidas por la naturaleza como Murias de Paredes, un lugar que vertebra valles de una belleza espectacular a través de una cultura insólita. La diversidad paisajística, en gran parte resultado de la actividad que el hombre ha hecho en el territorio durante siglos, proporciona una rica biodiversidad, con formaciones vegetales muy variadas, y
presencia de la fauna más representativa de las montañas cantábricas. Montañas prodigiosas, bosques milenarios, cascadas plenas de vida, brañas que mantienen el paisaje moldeado durante siglos por la colaboración entre el hombre y la naturaleza, una fauna silvestre conservada en santuarios únicos y poblados por jabalíes, corzos, osos, rebecos y lobos.... Situado en plena reserva de la Biosfera de Omaña-Luna, los quince pueblos que atesora el ayuntamiento de Murias coinciden en una cosa: su extraordinaria riqueza hídrica, la diversidad de sus paisajes, la variedad gastronómica y la apabullante herencia cultural y patrimonial. Esta localidad tiene una larga historia ya que existen indicios que prueban que los primeros asentamientos sobre ella se remontan a la prehistórica Edad de Bronce. No obstante, los primeros documentos que certifican estas poblaciones se remontan a la Edad Media, a principios de la reconquista. Gracias a esta larga historia dilatada en el tiempo en Murias de Paredes hay un gran patrimonio arqueológico formado por restos de varios castros y asentamientos antiguos así como los restos de las explotaciones acuíferas romanas en Barrio de la Puente o la necrópolis medieval de Murias.
Además, diversos monumentos
pueblan las calles y caminos de este municipio. En Murias destacan los puentes de La Lechería y las iglesias que pueblan cada una de las pedanías.
En un momento en el que la sequía atenaza el futuro de gran parte del mundo, Omaña Alta puede presumir de contar con tres ríos: el Omaña, el Vallegordo y el Omañón. En el Puerto de la Magdalena, parte de la red fluvial del Omaña va salvando el gran desnivel creando rápidos y cascadas como las que puede admirarse en la cascada de Las Ollinas, en Vivero o el Pozo de los Fumos, en Los Bayos. En la otra vertiente, la red fluvial del Omaña se une al arroyo Cativo hasta llegar a Murias. En la cabecera del Vallegordo, el río Boeza parte también hacia el Sil.
Además, el municipio cuenta con picos que superan los 2.000 metros de altitud, como el Alto de La Cañada (2.154 m), en el límite con Babia, el Tambarón (2.102 m) y el Nevadín (2.082 m) que limita con el Alto Sil, y que atraen a muchos visitantes por sus exigentes rutas de montaña de senderismo y ciclismo, tanto en verano como bajo la nieve invernal.
Durante las épocas glaciares del Cuaternarío, estas montañas se encontraban cubiertas de nieves perpetuas que descendían por gravedad hacia las zonas bajas en forma de ríos de hielo. Su enorme fuerza excavaba valles, arrastrando los materiales arrancados y depositándolos tras la fusión del hielo, en las zonas de paso. Por ello, muchas de sus cumbres conservan la impronta de hielos antiguos, que se adivina en la forma de los valles o en la presencia de acumulación de sedimentos.