Luis Artigue EL AULLIDO
Esculturas urbanas
Como si fuera una metáfora de la política municipal en León, delante de la Puerta del Perdón, lo imperdonable. Me refiero a esas esculturas de resolución geométrica que han puesto delante de San Isidoro a poco más de un metro de la fachada. Dan ganas de llorar, pero como insinuaba elocuentemente el otro día Pedro García Trapiello en una de sus columnas, lo mejor es reírse. No me siento capacitado para juzgar la obra, pero sí la ubicación. ¡A un metro de la fachada! ¿Y eso lo han puesto ahí para competir con el templo románico, o para mejorarlo? Supongo que en el arte bien entendido no se compite y San Isidoro es inmejorable. Precisamente por eso todos debemos seguir teniendo la posibilidad de contemplar la fachada sin intromisiones, sin interferencias, sin esculturas mal emplazadas que en otro sitio quizá embellezcan en lugar de estorbar. Como me hubiera alegrado de que esa pasada por el arcén respondiera a una provocación artística, un culo de Úrculo, una gorda de Botero o un bosque de Ibarrola, pero lamentablemente parece provenir más bien de cierta ignorancia. Ojalá me equivoque: de sabios sería rectificar. Pero el caso es que esta movida cultural situada de forma tan poco agraciada no supone una excepción sino un suma y sigue en la forma descuidada que tienen nuestros gobernantes de ir sembrando esculturas por los lugares estratégicos de la ciudad. Aunque esas obras de arte ni suelen estar a escala ni entablan un diálogo con su entorno, salvo honrosas y hermosas excepciones. Un ejemplo lo tenemos en esa atrevida pieza que encontramos en la Plaza Torres de Omaña. Se trata de una obra vanguardista que, por dimensión y concepto, contrasta en manera suma con el espacio que la circunda, y todo dice que está más fuera de lugar que una vaca en una boutique. Sin embargo expertos con los que he hablado piensan que en la zona del Edificio de la Junta, donde también se encuentra el Edificio Europa, seguro que esa escultura funcionaría bien por la sintonía entre la obra, el espacio, y los edificios protagonistas de dicha área: toda una elegía de la modernidad conformarían. Igualmente al lado del Auditorio, edificio imponente y simbólico, han colocado una obra que no sólo no está a escala sino que el entorno hasta se la come. Cualquier día alguien anunciará que se trata de una escultura invisible. Algo parecido podría decirse de otras piezas colocadas todas en las inmediaciones del Corte Inglés, a modo de repertorio disonante, por no decir de ensalada. Parecen estar ahí porque algo había que poner. ¿Plaza de la Catedral? ¿Inmediaciones de Botines? Mejor digamos que etcétera. Agradezco tener este espacio para poder expresar mi opinión de que no cualquier escultura funciona en cualquier sitio. El arte no se diseña mediante conveniencias, cuadrículas y tiralíneas. Cada espacio tiene su alma y una escultura urbana ha de estar en comunión con el alma del espacio en el que se encuentra. León en ese sentido no es monocorde, cuenta con lugares vanguardistas, geométricos, naturales, románticos, históricos y otros. Entender la forma de ser de cada espacio urbano -esto es, creo, entender el alma de cada Barrio- acaso deba ser conditio sine qua non para colocar esculturas, tomar decisiones sobre patrimonio y dirigir, en suma, esta ciudad. La escultura es esa expresión artística con la que el hombre hace un elogio de la vida otorgándole forma, sentido y belleza a la materia inerte. La canción de las cosas. Piedra viva. Esas piezas urbanas hacen de ésta una ciudad con recordatorios, con sorpresas, con arte inútil e imprescindible que da cuenta de cómo avanza la ciudad, el inconsciente colectivo de sus gentes, y el de sus gobernantes. Lo cierto es que hay en León escultores, pintores, artistas, críticos de arte y profesores capaces de asesorar correctamente sobre la ubicación de las esculturas urbanas, si se les pregunta. Lo de San Isidoro es tan insólito que denota que no han contado con nadie. Ojalá que rectifiquen.