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Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER

Cárceles, cárceles, cárceles

Publicado por
León

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EN los planes generales del Estado parece ser que figura la idea de construir cárceles. Porque son necesarias, explican. Por que está llegando el momento de que no caben los internos entre sus muros. A mí lo de la necesidad de cárceles para la ordenación y equilibrio de la sociedad, la verdad es que me sobrecoge y considero que no debe ser para tanto, y que el hecho de establecer recintos para atrapar a seres humanos, me produce un extraño sentimiento de frustración. Y me digo: Lo cierto, lo evidente del fracaso de lo que damos en llamar civilización occidental y cristiana, es la necesidad que al parecer se siente de levantar cárceles para retener a la población descarriada o desesperada. Y me parece que deben existir otros medios, menos radicales, menos funestos para el propio ser humano que la creación de cárceles. El señor Acebes, ministro de Justicia y el señor Michavila, de Justicia, dicen que las cárceles son necesarias y de consuno, o sea de acuerdo con los demás representantes de los distintos grupos políticos, se disponen a decretar la construcción de una serie de recintos penales en los cuales los despavoridos hombres de la culpa puedan encontrar caminos de redención. Lo que sucede es que para el cultivo y práctica de una doctrina realmente salvadora de reinserción de los que equivocaron el camino, el aumento de las penas y su cumplimiento íntegro, con escasas posibilidades de redención, no parece que facilite una doctrina de cristianísima actitud de perdón de los pecados. De modo que la tendencia parece ser la de que el infractor de las reglas, condenado, cumpla su delito hasta la consumación de la propia vida. No sé, pero me parece, dicho sea desde el más profundo respeto y desde la más absoluta profanidad, que el procedimiento ya en marcha y con la anuencia de socialistas, comunistas y socialcristianos no es el correcto, y que así que se ponga en práctica y transcurran los años de pruebas, se llegará a la conclusión de que las medidas han sido inútiles. Porque la cárcel ni redime ni corrige. La cárcel es una escuela de perversión de la condición humana. Y el que en ella entra de luto, de luto sale si sale y con los lutos morirá. En León, como en todos los demás pueblos del Reino siempre hubo cárceles, prisiones. Y todavía, en la plaza del Santo Martino cuya santificación se conmemora, permanecen sólidos los muros de lo que fuera Carcelona de Santa Marina, en cuyo recinto tantos varones ilustres fueron sacrificados. Y los más viejos de la tribu, recuerdan, no sin un escalofrío de terror, cuando el pueblo era convocado en la plaza para que desde ella asistiera al ceremonial de tal o cual condenado a garrote vil. Se producía un silencio aterrador y cuando se comunicaba el final del espectáculo, las buenas gentes abandonaban el lugar con la plegaria en los labios y en el corazón. Parece ser que existen iniciativas que más bien tienden a reconducir los sistemas de corrección por las vías de la humanización de las cárceles. Recordar el lema «Odiad el delito y compadeced al delincuente». Y en una de las paredes de nuestra cárcel histórica figuraba la frase como compendio de una doctrina encaminada a preservar a la sociedad del mal, del error, del crimen, no a la destrucción inclemente del criminal . En uno de esos trancos de la historia española que a tan diversas representaciones nos ha llevado siempre, hubo un momento en que alguien puso en circulación la sugerencia de que los dineros que el Estado, la provincia, el Municipio dedicaban a la construcción y mantenimiento de cárceles, lo emplearan en viviendas sociales, para los seres humanos que aparecían más abajo del umbral de la pobreza. No sé lo que la idea podría parecerles hoy a los señores Acebes, Michavila y otras dignas gentes, pero, con las debidas correcciones y aplicaciones, tampoco sería una mala iniciativa para un programa electoral: ¿Cuántas viviendas sociales se podrían construir con los dineros que se van a dinamitar en Irak?. Asusta la idea, mientras recuerdo la frase de Bertolt Brecht,: «Es de noche las parejas van a la cama. Las mujeres jóvenes parirán huérfanos».