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Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER

¿Mambrú se va a la guerra?

Publicado por
León

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Ahora las chicas no cantan el romance de Mambrú, cogiditas de la mano, en las abiertas y luminosas plazuelas de la Ciudad, alternando con el de Marianita, aquella delicada y valerosa enamorada que bordó la bandera de la libertad. Ahora, si hay que ir a una guerra, se va y aquí no canta nadie. Desde muy pequeñas las chicas del corro preguntaban a sus ancianos abuelos quién coña era Mambrú y por qué se fue a la guerra. Y cuando algún sobresalto anciano de entre los más ilustrados de la localidad les informaba de que el Mambrú de sus cánticos era un señor inglés que había luchado a machete partido contra los españoles en Cuba y que después y al cabo de muchas felonías de las que solía ensartar la feroz Britania de Gibraltar y de Las Malvinas, llegaría a ser el sumo ministro de la madre de todas las guerras, las niñas carmelitas se asombraban de que esto pudiera ocurrir entre gente religiosa y hasta democrática. Pero así era en tiempos menos felices que los presentes, donde para ir a la guerra hay que pensarlo y cuando menos ponerlo en conocimiento del español Solana, aquel que acuñó la famosa frase de «¿OTAN? ¡De primeras dadas, NO!...» Las guerras de ahora ya no son como eran aquellas guerras de los mil días, de las cuatro rosas, de las cuatro plumas y de la caballería gloriosa de Polonia. Ahora las guerras se hacen con mucho dinero y con la sangre de los infelices que por unas causas o por otras, no son admitidos para hacer la guerra. Son los primeros en caer sobre las arenas de batalla. De ahí que la guerra, la haga quien la haga, siempre ha caído mal entre la población civil. Y cuando, como en esta hora dramática en la que estamos, alguien, con poder y dineros para ello nos anuncia una guerra moderna, con misiles inteligenttes que son capaces de encontrar a Bin Laden entre las cuevas y montañas de Afganistán y con tremendos carros de la muerte, de los que escupen metralla como lluvia bíblica de fuego y de castigo, pues la verdad, nos tiemblan las carnes. Y nos hace mirar hacia donde funcionan los terroríficos estadistas, con auténtico pavor. Cuando nos dicen que nuestros gobernantes están dispuestos a ir a la guerra con Mambrú, la verdad corremos a ocultarnos en los sótanos, como las cucarachas y las ratas. ¿Qué nos han podido hacer los árabes del Eufrates y el Tigris a nosotros, españolitos de la diáspora para que les tengamos que hacer la guerra? Nadie lo sabe. ¿Qué pozo de petróleo vamos a ganar mediante el uso de nuestros valientes y leales legionarios?. No contesta. Y el caso bárbaro, feroz, antidemocrático es que nos dirigimos hacia la guerra de los golfos como el Bernesga se encamina hacia el mar... que es el morir. Como en la guerra. como yo soy hombre de paz, repudio a la guerra y a cuantos se afanan en provocarla. Y con lágrimas en los ojos, nos unimos a las muchachas del corro de la plazuela, para repetir en cántico: Mambrú se fue a la guerra / mire usted mire usted que perra. No se por qué será / do re mi do re fa / no sé por qué será Mambrú se va a la guerra / no se si volverá. Si será para la Pascua / o para la Navidad do re mi do re fa / no se si volverá. Todas las guerras, señoras y señores, son malas, y está que se nos anuncia y prepara no va a ser una excepción. La única que cabe presumir es que casi como cuando Jerges se disponía a conquistar mundo en la contienda solían caer, con caballo y todo, centenares de soldaditos, en este tiempo nuestro de la ciencia al servicio de la destrucción, los muertos pueden sobrepasar los diez millones o más si el enemigo se obstina en no dejarse coger para ser encerrado como perros rabiosos en Guantánamo. Si de mi dependiera, no habría guerras en el mundo y como en algunas civilizaciones primitivas los pleitos serían solucionados en certámenes poéticos, como en la Hélade.