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RETABLO LEONÉS

Las casas consistoriales

Durante tantos y tantos años, los leoneses fuimos gobernados y administrados localmente desde el viejo palacete de la plaza de San Marcelo, que para los que presumimos de maduros, ha sido un verdadero desarraigo dejar algo tan con

Publicado por
Enrique Alonso Pérez - LEÓN.
León

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Por eso, nuestro Retablo semanal dedica este apunte histórico como recuerdo del nacimiento y nostalgia de su función. Entre los muchos hechos notorios que el rey Alfonso XI tuvo para con la ciudad de León, resalta sin duda la ampliación del antiguo recinto murado con la construcción de la llamada Cerca Nueva. Pero, aunque de menos relieve, en lo puramente formal, creemos que bien puede considerarse trascendente en el fondo el que este monarca fuese el que dio vida al primer concejo leonés en junio de 1345, según consta en un curioso documento que se conserva en el archivo municipal, documento epistolar contenido en un papel de hilo de 47 centímetros de alto por 32 de base, que textualmente dice así: «Para faser e ordenar todas las cosas y fechos de esta ciudad, queremos que haya en la ciudad ocho homes buenos, que se ayudan para faser Concejo, dos días a la semana en su casa de la Poridat». Y después de una serie de designaciones y firmas, termina diciendo: «Y por cuanto no era conocido de nuestra chancillería, mandamos sellar esta carta con el nuestro sello de la Poridad». Una vez sentadas las bases de la incipiente corporación municipal, para gobernar la ciudad de una forma controlada con cierta discreción por el poder real -de esta manera anulaba el creciente poderío de las hermandades medievales- aparece la figura del corregidor o presidente del ayuntamiento, que en León recae en la persona de Juan Manso. Así, según la Real Cédula extendida por Juan I el día 7 de agosto de 1390, puede leerse por primera vez este apelativo de «Corregidor de León» aplicado por el mencionado monarca en la designación real que dicha cédula otorga a Juan Manso, con la expresa indicación de que se celebren reuniones de ayuntamiento todos los lunes y viernes en el Palacio de la Puridat a la hora de la misa de San Marcelo. A partir de entonces, el flamante corregidor leonés contaría con la asistencia y consejo de un mayor número de homes buenos, pues de los ocho que componían el antiguo concejo inspirado por Alfonso XI, nuestro señor, Juan I, amplió su número a 18. Nunca se ha podido determinar, siquiera aproximadamente, la extensión y características de las viejas casas de la Poridad que se encontraban sobre parte del solar que hoy ocupa nuestro recién trasladado ayuntamiento, y que no podían exceder de los límites que imponían el Hospital de San Antonio Abad y el corral de comedias. Pero sí hay constancia de que en tiempos de Felipe II, estas casas presentaban un aspecto alarmante de ruina y vejez, hecho que dio lugar a una Real Orden de fecha 3 de febrero de 1584 para autorizar al corregimiento leonés a emplear dos mil ducados en la construcción de un edificio digno, que albergase las necesarias dependencias que exigía la administración de la ciudad. Casi tres años más tarde, el 14 de octubre de 1586, el Rey y el Consejo de Castilla y León concedían otros 2.000 ducados para poder terminarlo, dinero que venía a las arcas municipales en forma de un impuesto anual destinado exclusivamente para este fin. Así pudo terminarse este edificio de gran influencia herreriana, realizado por uno de los grandes maestros arquitectos de la época, Juan del Rivero y Rada, con asesoramiento y planos de Juan de Badajoz el Mozo, que a la sazón trabajaban en los principales monumentos de la ciudad. Está labrado en piedra de sillería, y presenta los dos clásicos órdenes: dórico en la planta inferior, y jónico en la superior, intercalando en el primero de ellos una serie de arcos de medio punto, mientras que el segundo luce una airosa voladura que sirve de base a la balconada corrida y adintelada en los intercolumnios de la fachada principal. Varias reformas han ido cambiando el aspecto de nuestro Concejo; quizá la que más impacto causó entre nuestros abuelos, fuese la realizada en el año 1867 en que las arcadas de la fachada principal, que hasta entonces habían formado un elegante porche, fueron cerradas para ganar nuevos habitáculos con una mayor funcionalidad. Fue entonces cuando se varió la escalera principal a la puerta norte y se encajaron en su arranque las dos magníficas columnas estriadas, representando el tercer orden clásico, el corintio, procedente del suntuoso sepulcro que el obispo Quiñones de Guzmán -el mismo hombre que mandó construir el palacio de los Guzmanes, ahora sede de la Diputación Provincial de León- poseía en el desamortizado y arruinado convento de Santo Domingo. Nosotros, los que estrenábamos juventud por los años sesenta, hemos podido ver una de las más sustanciales reformas del palacio de la Poridad, la que se emprendió en los años sesenta, que amplió y restauró el edificio volviendo a buscar la entrada principal por la fachada que da a la plaza de San Marcelo. Esta remodelación costó a la cultura leonesa la desaparición del antiguo y tan popular Teatro Principal, y sobre el espacio ganado, el arquitecto Berrenechea pudo presentar una nueva fachada de 52 metros en su línea principal, por otros 31 metros en la fachada norte. Los frentes nobles, con su contenido artístico, fueron cuidadosamente remozados bajo la dirección del ilustre arquitecto Luis Menéndez Pidal, y apareció, como agradable novedad, un amplio porche que da acceso a la escalera principal que sube a la planta noble, donde se encuentra el ensolerado salón de sesiones desde el que se ha gobernado la ciudad durante los últimos siglos de esta era.

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