La falta de apoyo institucional acaba con el Proyecto Urraca

Proyecto Urraca (Uso Racional de los Residuos Arrojados a los Contenedores Azules) surgió de la mano de personal universitario vinculado a la facultad de Biología, hace más de siete años, cuando eran muy pocos los que conocían conceptos como reutilización, reciclaje, recogida o valorización. Pero el tiempo que se ha ganado durante estos años estimulando una conciencia social favorable con el medio ambiente se da ahora por perdido. Los promotores dicen sentirse cansados de luchar contra corriente y de no conseguir a cambio ni una sola mirada de las administraciones. Esta circunstancia, a la que en las últimas semanas se ha sumado cierta tensión en las relaciones con la Universidad, ha provocado su meditada decisión. Es precisamente este hecho el que más ha sorprendido a los fundadores del proyecto, dado que fue la comunidad universitaria quien más facilidades puso en su día para que Urraca consiguiera la trascendencia que tiene hoy. El proyecto nació con el equipo rectoral de Julio César Santoyo, anterior en el cargo a Ángel Penas. Entonces los promotores de Urraca y la Universidad firmaron un acuerdo por el que la entidad cedía a la asociación sin ánimo de lucro -es su figura jurídica- una de las plantas de la antigua Escuela de Comercio, ahora convertida en el centro de idiomas del campus. La aparente necesidad de espacio ha provocado el traslado de todos los fondos del proyecto -se puede hablar de 30 toneladas de documentos- al sótano del mismo edificio, en un lugar apartado, mucho más reducido y con acceso independiente. Los responsables de Urraca aceptaron las condiciones de la Universidad, aunque el cambio de la gerencia del edificio ha provocado cierto malestar en las relaciones personales. «Ha sido la gota que ha colmado el vaso. Nos falta correo tan importante como avisos de la Junta, de repente nos encontramos con todos nuestros libros y cosas patas arriba, con las puertas de la biblioteca abiertas...», dijo a este periódico uno de los fundadores. El rector, Ángel Penas, ha mantenido varias conversaciones con los promotores de Urraca en los últimos días. Sin embargo, parece no haber acuerdo a pesar de que ellos admiten que Penas, personalmente, es partidario de que continúe el proyecto, aunque, por otro lado, no da muestras decididas de querer impulsarlo. «Contribuíamos a vigilar el edificio y a mantenerlo, y ahora parece que somos la peste», comenta uno de los promovedores durante la entrevista. En el fondo del asunto subyacen otras situaciones, «como que da la impresión de que tenemos un negocio montado». Y nada más lejos de la realidad. Para tener una idea del dinero que mueve la asociación, la caja que se hace con la venta de los fascículos y libros viejos sólo da para pagar los cartuchos de tinta de la impresora y los bolígrafos. En la mayor parte de las ocasiones, la gasolina para trasladarse hasta los hogares que deciden donar alguna revista o libro corre por su cuenta, como otro mucho dinero que han tenido que adelantar y que todavía no han recibido. Ayuntamientos como el de San Andrés les debe dinero desde hace cuatro años. El de León también desde hace dos años y medio, y la única ayuda directa que les da es un permiso tácito para acceder a la planta donde se recicla el papel depositado por los ciudadanos en los contenedores azules para hacerse con el material antes de ser destruido. «Lo dejamos como una manifestación de descontento con quienes no nos quieren apoyar», afirma uno de los responsables. Los fondos de Proyecto Urraca serán vendidos, y con el dinero se liquidarán las deudas. Su adiós deja atrás ilusiones de quienes han colaborado en todo este tiempo: universitarios, jubilados, discapacitados, toxicómanos en proceso de rehabilitación...