Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER
Ha comenzado la guerra
SIN esperar a que se cumplan los plazos legales, sin esperar a que maduren los candidatos, puede decirse y lo decimos, que la guerra española por la conquista de todo el poder y nada más que el poder ha comenzado. Los que dan primero dan dos veces, se proclama y los de la acera de enfrente replican: «No por mucho madrugar, se consiguen más votos». Y convencidos todos los candidatos de que lo que importa es que hablen de uno aunque sea bien, se adelantan a las candilejas y en tono de voz imperativa, exponen: «Aquí está Don Juan para el que quiera algo de él». Y desde la princesa altiva hasta la que pesca en ruín barca, todos los presuntos consejeros, alcaldes, concejales y miembros destacados de la tribu con mando en plaza, han salido de sus armarios y se disponen a luchar por la conquista del mundo. Y no sé si esta será la guerra más importante que vieran los siglos o si tendremos que esperar a que el emperador de blancos, negros y colorados se despierte un día con la obsesión de invadir la India o el Pakistán o las islas Kuriles. Todo es que Don George no consiga conciliar el sueño. Mientras, los españoles, que somos peleones por naturaleza, nos disponemos a no dejar enemigo con cabeza, para lo cual previamente estamos obligados a seleccionar de entre todos los llamados quien pueda ser el elegido. Se está produciendo el relevo en las filas combatientes y muchos de los más felices guerreros han sido dados de baja, a la espera de que los suplentes resulten superiores. Entre las preocupaciones principales del estado crítico-beligerante de la España una, grande y libre, los estrategas sitúan la operación Relevo del Presidente del Gobierno, salvo que, como algunos previenen, no se produzca el cambio de opinión que todo el mundo sugiere, anuncia y espera o teme. El señor presidente todavía, a estas alturas y con la que está cayendo, no ha dicho esta dimisión mía es definitiva y otro vendrá que bueno me hará. Y ante esta situación angustiosa de espera, los españoles todos incluyendo a los vascos, a los catalanes y a los extremeños, andan, andamos, desorientados, confusos y angustiados intentando averiguar quien es el «tapado», el heredero que habrá de recoger el resultado de un tiempo político, económico y social de España, complicado, diverso y altamente alarmante. No se trata de elegir entre Rodríguez Zapatero y el designado por la parte contraria, cuya fisonomía se desconoce, es que los electores sin prejuicios piensen, temen que entre todos los nombres situados en la lista de posibles, no se encuentre el español de buena fe y de condición pacífica, aquel que por su calidad, por su sabiduría, por su prestigio personal y por el poder que ejerce o pueda ejercer la victoria contra los desarmados irakíes pudiera ser el idóneo para llevarnos de la mano hacia el futuro. Se barajan nombres de indudable resonancia en la Crónica socio-política de nuestra hora, pero unos por pitos y otros por flautas todos ellos tienen o arrastran algún reparo. Y lo que se demanda, en un país demócrata, centrista y autonómico es un hombre, como una película, «sin reparos». Los partidos en armas han adelantado sus vanguardias para explorar el camino y medir la disposición de los guerreros frente al enemigo. Las andanadas iniciales llevan veneno y se teme que el resultado de este tanteo, deje el campo poblado de cadáveres. Por lo que respecta a los poblados, ciudades y regiones de categorías inferiores, la cuestión está resuelta de antemano porque entre estos pacíficos y disciplinados ciudadanos no se suele practicar ni la violencia verbal ni los malos modos, salvo que de vez en cuando a algún energúmeno se le escape un vituperio o alguna tontería. Y es curioso anotar en estos cuadernos de guerra, que en ningún caso se ha sugerido, ni siquiera como una posibilidad de futuro, el nombre de una mujer, entre los de Rato y Rajoy o Arenas. Y es que, como dejara escrito Kant, que era hombre barbado: «Hay mujeres que si fueran terneras parirían toros bravos». Y no lo digo para mal.