Diario de León

Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER

Epístolas electorales

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León

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QUERIDÍSIMOS paisanos y por lo general conocidos: La presente es para comunicaros, como es mi deber, la iniciación de la guerra electoral para la conquista de todos los poderes posibles, sea cual fuere el resultado de las gestiones, lentas pero seguras, que se hacen para el establecimiento de la Escuela de Pilotos para aviones inteligentes de combate. Dicen los unos que de lo que se trata simplemente es de firmar papeles y que a eso y solamente a eso vienen a España y concretamente a León, personalidades de mucho fuste y otras de mucho menos. Y a mi me parece, dicho sea sin menoscabo del respeto que debo a las opiniones ajenas, que todo es recelo derivado de nuestra condición de inventores de «la retranca» como argumento electoral y que la dicha Escuela, acabará por establecerse aquí a la sombra de la Catedral y no en Morón de la Frontera, como hacen saber aquellos que no parecen estar seguros de nada, pero que, por si acaso, tiran la piedra y esconden la mano, porque según la técnica política electoral, desde los tiempos de Cánovas y Sagasta, lo principal es echar a rodar la calumnia, que algo queda. Los leoneses de nuestro tiempo -¿te acuerdas compadre?- teníamos un cantar para explicar líricamente el fenómeno de la calumnia como arma arrojadiza: «La calumnia es igual/que la bola de nieve/muchas manos la empujan/para que ruede/y de tanto rodar/se hace grande y pesada/hasta que llega al sol/y se queda en nada...» Que eso sea, galanes, porque es que ya metidos en la harina de las elecciones, si no ponemos cerco al rumoreo, a la «tangana» mediática o al coro de cosacos de Kazán, terminaremos o locos o tontos. Cuando el llamado proceso electoral, que es en el que estamos, como quien dice y como quien no dice nada, se impone la calumnia en los usos y costumbres de la ciudadanía, ni siquiera la palabra sabia y fecunda que el Papa polaco (al que tanto debemos que acabaremos por tener que pagarlo) conseguirá desterrar el uso de la mentida del discurso del candidato, así este pertenezca al Opus, a los Guerrilleros de Cristo o al Partido Machista Leninista. Y esto es lo perverso, amigos y paisanos, que con el abuso de la difamación, de la maledicencia y de la falacia como instrumento legal en el lenguaje político, los paisanos terminaremos por contagiarnos y entrar en la competición abierta, a ver quién coña miente más, quién es más difamador. Y entonces al final de la jornada terminaremos por pertenecer, con una u otra categoría, a la legión de los trapaceros. ¡Porque, es lo que decimos en el barrio, si al menos se dijeran algunas de las verdades que se encubren, que se tapan siendo verdad y nada menos que verdad! Pero es que las difamaciones, por lo general, no son sino manejos para derribar al contrario. Por otra parte o por la misma, no quisiera contribuir con mis epístolas a aumentar el aturdimiento, la confusión y la trapacería de que aparecen envueltos muchos de los movimientos que los distintos grupos electorales ensayan para conseguir salir airosos de la aventura, arriesgando resultados que solamente los dioses del Olimpo pueden conocer; pero tampoco es cosa de ocultaros las señales por temor a quedar mal con vosotros, mis amigos, y a título de anticipo, fiado única y exclusivamente en las dotes de adivino de que fuera investido cuando muchacho en el pueblo, que es que veía cruzar el cielo a un cigüeño y decía: «¡Hoy llueve!» Y coña, efectivamente llovía. Y en tiempos de sequía, cuando se sacaban los santos al camino para ver si poseían fuerza para provocar a las nubes tercas y desconsideradas, yo abría el «Zaragozano», que era un libro de obligada lectura en el campo y les sugería: «¡No sus alarmeis, zagales, que llover, llueve y no hay más que tener paciencia. Y coña, efectivamente, al cabo del tiempo, llovía». Pues a pesar de estas facultades mías para lo del agua del cielo, del resultado de las elecciones para alcalde de León, por ejemplo, todavía no sé nada. Pero paciencia y tirar de la cadena, que todo se andará. Y entonces, lo diré.

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