Ya tenemos Musac

O sea, el museo de Arte Contemporáneo por el que desde tiempos inmemoriales veníamos clamando ante las autoridades locales, provinciales y autonómicas. Se trate, como todo el mundo ya va sabiendo a medida que los señores responsables explican parte de sus proyectos, de un lugar, recinto, institución o lo que fuere el evento, en el cual se recogerán para proponer su contemplación ante el público obras de arte. ¿De qué clase de Arte? Todavía no se sabe o el que suscribe confiesa no saberlo, a la espera de que se produzca la solemne e histórica inauguración a la que pudiera estar invitado. Por de pronto, y dado que el personal andaba un tanto receloso sobre la elaboración del Museo Leonés por antonomasia, sobre su contenido y sobre sus fines, se procedió a lo que pudiéramos llamar presentación del evento ante autoridades, personal especializado y comprometido. El señor Consejero de Cultura, Excmo. Sr. D. Tomás Villanueva, y el Director del Centro, Don Rafael Doctor, expusieron a grandes rasgos lo que el Museo es y representa para el hecho cultural de León y de sus definiciones reales y por ello quedamos enterados de que nos hemos gastado algo más de un millón y medio de euros; que por una colección de siete fotografías se han pagado veinte millones de pesetas y que entre los autores que conforman el Catálogo inicial figuran tres leoneses, lo que constituye un motivo de gratitud por aquello de lo difícil que resulta ser profeta en la propia tierra. Y a partir de este momento transcendental León puede contemplar el desarrollo museístico de Valladolid, o de Salamanca, o de Segovia, sin rubor. Y aquí debiéramos dejar el comentario marginal si no fuera porque a nosotros, a muchas de las gentes que andamos por León del brazo de las Artes y de las Letras, no nos ha convencido nada, absolutamente nada, el montaje, ni el procedimiento de acometer la aventura, ni siquiera las ideas de vanguardia ilustrada con que se abandera. A la natural reserva y recelo del leonés, (que también llaman retranca) no le parece que el singular montaje vaya a atraer demasiadas curiosidades ni siquiera interiores, si por seguir una línea tan rigurosa de selección, acabamos por temer que nuestro milagroso Musac se convierta en un taller de pruebas. Y no porque las pruebas nos parezcan de escaso valor, sino porque permítaseme una frase popular muy gráfica, las pruebas lo mismo en arte que en ciencia que en la vida, «con gaseosa». Se me puede achacar para replicar que resulta excesivamente presuntuoso que pretenda ponerle reparos a una Muestra de la que todavía no tengo más que noticias de segunda o tercera mano. Pero es que mis recelos surgen del modo con que se ha llevado a cabo la operación. Se ha mantenido un secretismo, un desligamiento de la gente responsable de la realidad leonesa, que hace sospechar y naturalmente temer, si no se estaremos equivocándonos, si no se nos habrá llenado la casa de vanidad, de presuntuosidad y podemos estar amenazados de quedarnos en un Museo de corto recorrido. No se tomen nuestras palabras de alerta de otra manera de como las decimos, siempre con ánimo colaborador y entusiasta, pero sin dejarnos gana por espectaculares demostraciones de ocurrentes. Todo el mundo del arte sabe que bajo las púrpuras de la obra artística, se están produciendo en España, millares de engendros que en el mejor de los caos no son sino demostración de espíritus efervescentes, ingeniosos que solamente les falta «saber hacer y hacer lo deben saber». Asistíamos a una serie de conferencias, dictadas por uno de los críticos de mayor solvencia cuando, después de repasar el contenido total de la Muestra, nutrida por muy sorprendentes fórmulas de expresión, el profesor, con absoluta naturalidad, nos dijo: «Y ahora, señoras y señores, hablemos de arte». El Museo de León evidentemente no se ha establecido para acoger obras de Picasso, pero tampoco es eso ni lo otro.