Margarita Merino de Lindsay WONDERLAND
El Perú (y VI)
ASCENDER a la ciudad precipicio, intermitentemente velada por la niebla que aumenta su carácter impenetrable y mágico, ya incluye una emoción arriesgada al asumir la carreterita -estrecha, curvada, abismal a su vez- donde los autobuses, surcando direcciones enfrentadas, maniobran hasta coronar los dosmilquientos metros de altura sobre el nivel del mar. Así el último trayecto hace adentrarse e interiorizar aún más en la certidumbre de que algo muy importante habremos venido a encontrar para afrontar tantas fatigas. O acaso no hay ninguna búsqueda pendiente y sólo quiere expandirse la mirada, ensancharse el alma, halcón herido, salir fuera del cuerpo, respirar apartada de sociedades en descomposición escatológica. El velo de neblina viajera, pese a que estamos en mayo y se trata de un día soleado, facilita la transición al estado de espíritu que ahora ya fluye difuminado en ese vaho que se eleva y desciende arropando nuestra incredulidad dislocada en imágenes. No es el canto coral machupicchuano de Neruda: "Aquí los pies del hombre descansaron de noche / junto a los pies del águila, en las altas guaridas / carniceras"; ni el ensimismado calambre de la rotura íntima de Martín Adán: "Machu Picchu, Procura ser siempre eucaristía, / una hostia tremenda del humano / Para gozar de Dios en esta vida". Es un murmullo más humilde, convincente, perfecto, que ese que cante la vanidad de perpetuar el nombre que tuvo un cuerpo muerto en las palabras prendidas a las voces por mucho que emocione el discurrir de los poetas: el abismo y su río, sus bosques andinos, se ensamblan en la zona de «Ceja de Selva» cuya humedad se nutre en los períodos secos de la bruma invencible que se hace así, respiración nutricia, un hálito volador del agua elemental. Jun Tokano, enamorado de los secretos de la naturaleza y del conocimiento de ella que sospechó sagaz tuvieron los incas, enarbolando su cámara, una y otra vez vino a seguir el hilo de sus fogonazos. En la inspiración sobrecogedora que levantó las piedras besadoras del cielo insondable que hizo regresar al fotógrafo, hubo añadida su sensibilidad escrutadora de una vocación de pureza ambiental donde pudo arraigarse la delicada belleza de la orquídea y convivir con los deseos de la elite del gran imperio desaparecido que eligió ese mirador templado al que llegó el agua, la extremada ciudad de ingeniería insuperable, tecnología a pétrea, y sobre todo el arte supremo de una ciencia agreste como ninguna: haber comprendido lecciones magistrales del mundo natural en un ecologismo rector que minimizó el esfuerzo de la construcción el regirse por ese beneficio espiritual que traería el paraje maravilloso. El fotógrafo japonés acaso encontró la respuesta más verdadera de los andenes y terrazas que se han mantenido incólumes al temblor de la tierra, los llantos huaycos de lodo, la destrucción aparejada por descubridores y furtivos y sus explicaciones interesadas a las corrientes de su época. Yo también la elijo cuando la encuentro impresa después de haberla sentido. En el silencio ascético de este recogimiento que las sagradas ruinas me producen, no me importa si fue su emplazamiento albergue de la ciudad perdida, morada de las vírgenes del sol o refugio de los elegidos. Sólo vengo de paso a morir del todo para nacer más ancha de vela, más leve de armadura, más experta en los músculos que batirán plumón y alas: seré una más de los que se abrieron al fuego de la resurrección. Es amargo el sabor de la hoja de coca sobre la lengua al comulgar, hiere mortal la daga. El HuanaPicchu se acerca: zoom de una premonición que nos salva de caer en su ascensión mañana. Lejos del abandono de una triste anciana loca que vive miserable entre excrementos de ratones y palomas mientras los que no la proveemos nos escondemos en laberintos de culpa y confusión. Ruedan por mis mejillas lágrimas incas, pago mi precio de ser hija y esposa dos veces del sol, madre de la luna: me ciñe la corona de orquídeas, fuego vegetal que purifica mi derrota y renazco al regresar potencia viracocha, ave rapaz, amor chamán, adiós.