OPINIÓN
La noche de San Juan
Muchas son las leyendas que por San Juan se relatan y comentan. En este mes en que muere Géminis último signo zodiacal de primavera, para dar paso al de Cáncer, la imaginación nos trae al recuerdo los relatos que de personajes misteriosos nos contaban en la niñez. Desde que Shakespeare ideara «El sueño de una noche de verano» y que la princesa Titania ayudada por silfos y duendes, encendiera la conyugal cólera de Oberón, un año tras otro continúan los actos festivos patrocinados por seres fantásticos y sentimentales. Por San Juan, la noche es fuego y la mañana agua cristalina y vigorizante. Por San Juan, cuando el trigo es oro sobre la tierra y el calor agobia con su lumbrada, se celebra también con calor, con fuego, con fogatas que reflejan en la noche de estrellas rutilantes, el infinito y truncan con sus lenguas voraces las ginestas de flores amarillas y las árgomas del bosque umbroso, donde danzan cogidos de la mano los hombres y mujeres. Estos coros, cuando las llamas se agostan, cantan reverentes sus ansiosas súplicas: «Señor San Juan en la hoguera ya no hay que quemar». Agua de encanto porque del temor al fuego nace la fruición del uso del agua; pues en la mañana de San Juan, el agua atesora un poder mágico, puesto que brinca y acaricia... Las mozas le atribuyen la virtud de conceder fecundidad, amor y fortuna a la que coge ese día la flor del agua, cuando el alba rasga con sus dedos de rosa, la oscura clámide de la noche que muere. ¡Sí! Cuando las nereidas se peinan sobre la fontana del regato cristalino y las Xanas declaman su cancioncilla... Pues, en esta mañana de San Juan, con buena voluntad y amplio deseo, pueden ocurrir maravillas y sueños dispares. Todo es cuestión de participación. Según la tradición, la moza que bebe el agua de San Juan al rayar el día, se casa y tiene un hijo. Por lo que deseando mantener la ilusión y el encanto sanjuanero, abogamos porque las mozas casaderas beban el agua de la mañana de San Juan, como remate a la noche de danza alrededor de la hoguera, donde en compañía de los mozos entonaron convivencial alegría; el «a coger el trébole, el trébole y el trébole... a coger el trébole la noche de San Juan».