Diario de León

| Obituario | Pedro Sobrín | 1974-2003 |

Un hombre cabal y silencioso

Pedro, en la posición más alta, en una foto en Gradefes en el año 1952

Pedro, en la posición más alta, en una foto en Gradefes en el año 1952

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Felipe Zapico - león
León

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Qué extraordinariamente difícil es escribir con el corazón partido y hacerlo, además, con imparcialidad de alguien que siempre, en silencio, como hacen los grandes hombres, ha estado en tantas facetas taurinas leonesas. Empezó sufriendo todas mis vicisitudes toreras como mozo de espadas por esos pueblos de Dios, donde el ganado que se lidiaba te podría partir por la mitad, vistiéndome de torero o sirviéndome las espadas en plazas de pueblo o de talanqueras, en aquellos viajes interminables en autobuses destartalados o trenes sin asiento, con unos regresos llenos de heridas, disfrutando los escritos, o sufriendo lo no escrito, y casi siempre sin ninguna compensación económica. Y así siempre, hasta mi última corrida, aquella feria de San Juan, el 29 de junio del año 1957. Y luego cuando dejé la espada y la muleta, y por mi eterna vinculación a la fiesta leonesa, siguió sirviendo los estoques a todos los novilleros leoneses, como Clemente Gallo o Pedro Fernando. Y como hombre de números, fue jefe de taquilla de la plaza de toros de León más de veinte años. Fue también socio fundador y secretario, hasta su muerte, del Club Taurino Leonés. Y quiero acabar este doloroso artículo, con una frase que escribo en el libro de mis memorias respecto a su calidad de hombre sensacional: «A Chelo (mi hermana) la tocó la lotería cuando se casó con Pedro». Si el cielo existe, en cuanto haya llegado, pues el no puede ir a otro sitio, le estarán esperando los Paquirri, Yiyo y demás toreros muertos, para que les sirva las espadas celestiales.

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