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Vocación mariana en León

Las romerías marianas gozan de gran tradición en la provincia

Las romerías marianas gozan de gran tradición en la provincia

Publicado por
Enrique Alonso Pérez - redacción
León

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Con ocasión de la visita de nuestra Patrona, la Virgen del Camino, a la catedral de León, nuestro Retablo, siempre sensible a las esencias leonesas que se sienten y extienden a lo largo de toda la geografía provincial, quiere dedicar su aportación semanal a una de las vocaciones más acusadas en las tierras leonesas: la de honrar a la Virgen María en las diversas advocaciones que se ha venido manifestando a lo largo de los siglos. Aunque para ello sea necesario hacer un gran esfuerzo que separe los hallazgos y apariciones de las inevitables leyendas que surgieron en épocas en que la fe y la ingenuidad superaban el sentido de la realidad. Muchas son las pruebas que evidencian el vínculo mariano que nuestra tierra mantiene desde la implantación del cristianismo durante la monarquía visigoda. Baste como ejemplo el enorme número de Vírgenes románicas que llenan nuestros museos y templos, las romerías seculares que congregan devotas muchedumbres en torno a Vírgenes tan sonoras como «Los Remedios», «Buen Suceso», «La Velilla», «Castrotierra», «Riosol», «La Encina», «Carrasconte», «Camposagrado», «Pandorado»... A favor de la inmaculada Aunque no debe olvidarse la prodigalidad de los mil y un milagros atribuidos a Vírgenes escondidas de la rapiña del moro, que un día se hicieron notar a través de prodigiosas señales, captadas una y otra vez por la sana ingenuidad de rústicos pastores. La Diócesis de León, que hasta no hace muchos años abarcaba parte de las provincias de Valladolid y Zamora, fue la primera de todas en España en declarar a ultranza la defensa de la virginidad de María. Curiosamente fue la villa zamorana de Villalpando la que suscribió el primer documento oficial a favor de la Inmaculada. El día primero de noviembre del año 1466, las fuerzas vivas de aquella villa, secundadas por el común de vecinos, firmaban en la iglesia de San Nicolás la escritura de voto a «la pura y limpia concepción de Nuestra Señora, la Virgen María concebida sin pecado original». Y desde entonces, sobre el dintel de la casa consistorial de Villalpando, pueden leerse estas dos quintillas en piedra, que escoltan una hornacina de la imagen de La Purísima: «Si la infernal sutileza/ contra Vos erige bando/ defiende Vuestra pureza/ la villa de Villalpando/ aunque pierda su cabeza» // «el patrocinio especial/ que en Vos siempre halló esta villa/ ha sido causa total/ de votaros sin mancilla/ de pecado original». Casi dos siglos después, en sesión celebrada por el Ayuntamiento de la muy Noble y Leal ciudad de León, el día 8 de octubre de 1621, el Corregimiento de la ciudad formalizaba el voto a La Inmaculada, que después tenían el deber de jurar cuantos Corregidores y demás personas para que formaran parte de la Corporación o con el fin de que ejercieran cargo en el municipio. El juramento de León El sorprendente libro de «Las Políticas Ceremonias de la Ciudad de León», escrito por el marqués de Fuentehoyuelo, recoge este voto y juramento de los ediles leoneses de la manera siguiente: «De guardar, conforme dice el ceremonial, y defender el misterio de la Pura y Limpia Concepción de María Santísima, que fue concebida sin mancha de pecado original en el primer instante de su ser natural, como lo tiene votado y jurado esta ciudad». El mismo libro, en el capítulo XXX, recoge una de las costumbres que ya entonces, en 1693, tenía la Corporación leonesa: «el día de la Concepción de María Santísima, que es el 8 de diciembre, asiste la ciudad en la catedral a la Misa y festividad en la misma conformidad que en los días referidos». Pero la ciudad de León, en su profunda vocación mariana, no se contentó nunca con la oficialidad y reconocimiento institucional de la Virgen en su más amplia definición universal. León quería tener sus propias advocaciones para «monopolizar» con todo cariño, la figura carismática de La Señora, en versiones puramente castizas. Y remedando, en parte, a la misteriosa esencia de la Trinidad, ha sabido conjugar en la única personalidad de María, tres devociones diferenciadas, aunque siempre complementarias: la que se tributa a Santa María del Camino, en la iglesia del Mercado; la que los leoneses profesan a la dulce y popular «Virgen Blanca», y la que mantienen desde hace nueve siglos a la que fue y sigue siendo titular de la Santa Iglesia catedral, Nuestra Señora de Regla. La tradición Concepcionista Otro ejemplo de vinculación mariana, que durante muchos siglos se viene manteniendo en la ciudad de León, es el que nos ofrecen las Madres Concepcionistas desde su vetusto y noble caserón de la calle de la Rúa, donde se viene honrando a la Virgen titular de su Comunidad, que es visitada cada año el día 8 de diciembre por la Corporación Municipal. Se asienta esta Comunidad religiosa en el que fue Palacio del antiguo solar de la familia de los Enríquez, y su propio apellido se encuentra en los blasones que decoran los muros, cruzados con Osorios, Guzmanes y Acuñas; dato importante para poder fechar el edificio con anterioridad a la unión de doña Juana -su fundadora espiritual- con el primer Conde de Luna, pues de lo contrario aparecería el inconfundible escudo de los Quiñones. Lo que más llama la atención de la sugerente portada, además de los escudos reseñados, es la hermosa puerta gótica de arco rebajado y enormes dovelas, que unida al artesonado y la volada galería, forman un conjunto armónico, que sin grandes pretensiones, logran un bello efecto y conforman uno de los rincones leoneses con más sabor y evocación histórica.

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