Diario de León

| Entrevista | Fermín Carnero |

«Estar de acampada con chavales supone una cura de humildad»

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Elena Fernández - león
León

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¡A sus puestos, preparados, pueden disparar!. Es la orden que sale de la boca del dirigente regional de UGT en una calurosa mañana de agosto. La incruenta batalla la libran un grupo de chavales que se enfrentan, escopeta de balines en mano, a unas dianas que reflejan su puntería. Asistimos a una de las actividades que se desarrollan en el campamento juvenil de verano, que gestiona el sindicato y dirige Fermín Carnero desde hace casi dos décadas entre las localidades de Beberino y Cabornera de Gordón, en pleno corazón de la montaña central leonesa. Allí 108 niños de siete a 14 años procedentes de toda la comunidad de Castilla y León y un nutrido grupo de monitores comparte dos semanas de convivencia y contacto permanente con diversos parajes naturales. La hija de Carnero, Pilar, es la jefa del campamento. Su padre, ataviado a lo Indiana Jones es el líder del que los chavales aseguran «tiene mucho genio, pero como es el jefe y se encarga de todo, es normal». También confiesan que cuando no les ve, le llaman cowboy y canturrean «Fermín-Fermón, Fermín-Fermón», como inocente travesura infantil. -¿A qué se debe su presencia durante tantos años al frente de este campamento? -Aparte de que me atrae porque soy deportista y amante de la naturaleza, los primeros años era por responsabilidad. Había monitores que comenzaban su andadura y tenía que haber alguien mayor. Aquel papel lo puede asumir ya mi hija, pero le cogí tanto amor a la cosa que no pasa un año sin que venga por aquí. -¿No ha tenido tentaciones de dedicar el tiempo a otra cosa algún verano? -¡Qué va! Porque soy un enamorado de la montaña, del ejercicio, y de estar con los chavales. También dirigía un grupo de teatro infantil. Me gusta el trato con gente menuda. -¿No le produce tensión estar pendiente de tantos niños? -A mi me encanta y me relaja. Aquí se recupera el equilibrio, no hay radio ni televisión y el relax refuerza la evasión de los problemas cotidianos. -¿Qué le aporta esta experiencia? -Esto es una cura de humildad, aquí me toca fregar, lavar la ropa, atender a los críos, incluso a alguno pequeño limpiarlo, ayudar a todo. Somos un auténtico equipo de trabajo, no hay distinciones entre quién va de jefe o quién acude en calidad de monitor. -¿Y qué supone para los niños? -El chaval de seis o siete años que sale de casa por primera vez se ve de noche en una tienda de campaña a oscuras y tiene que sacar lo mejor de sí mismo para abrirse a los compañeros. Tiene que hacer amigos en un ambiente que le puede parecer hostil, es un aprendizaje importante para ellos -¿Son muy distintos los niños de hace 18 años cuando comenzó el campamento a los de ahora? -Sí han cambiado y se nota por el tipo de vida al que estamos abocados. Los padres ven menos a los hijos y los pocos momentos que están con ellos son excesivamente blandos, y les consienten un poco de todo, así que chocan con la disciplina. Cuesta creer que un niño que es incapaz de llevar un plato al lavavajillas en su casa, aquí recoge y hace de todo. También tienen más dificultades que los chavales de antes para integrarse en juegos colectivos porque la play station y los juegos informáticos les convierten en auténticos solitarios, aunque luego reaccionan muy bien, descubren muchísimas cosas, algunos ni siquiera saben por dónde dan la leche las vacas, cada vez son más urbanitas. -¿El campamento es entonces, más que nada, una aprendizaje para la convivencia? -Aquí monitores y chavales hacemos la misma vida y ellos confían mucho en nosotros. Cuando, por ejemplo, se caen y tienen ganas de echar unas lagriminas, nos buscan. Y estamos muy pegados a los críos porque cuando uno discute con un compañero se siente solo y angustiado. Venir aquí me rejuvenece, porque te transmiten ilusión, espontaneidad, quizá lo que has perdido a lo largo del paso de los años. -¿Cuántos años piensa seguir participando en el campamento? ¿Cree que lo echará de menos después? -Vendré mientras sea secretario general del sindicato. Lo importante de hacerse mayor es llenar cada etapa de un contenido, cuando acabe esto habrá otras cosas como la filatelia o la pintura. Dejar algunas cosas se asume como parte de la propia vida. Yo digo que ya me cuesta tener grandes satisfacciones pero a cambio tampoco tengo lo que pueden llamarse grandes decepciones. -Ya que es usted asiduo visitante de la comarca de Gordón, ¿la recomienda como lugar de visita? -Es una zona realmente preciosa, todo el valle que va por Cabornera, Beberino, hasta Geras y subir el puerto de Aralla supone una auténtica delicia, incluso gastronómica. Desde luego es algo digno de conocer.

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