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Un día en el bosque Medio ambiente Medio ambiente

2º de ESO

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León

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Qué bien! ¡Nos vamos al bosque! Estábamos todos muy contentos, íbamos a marchar de picnic al bosque. Lo primero que divisamos al llegar fueron los altos pinos. Eran piñoneros y medían unos quince metros. Su copa bastante ancha y su tallo leñoso. Del tronco partían ramas más o menos horizontales y su corteza, como el tronco. Las ramas bajas a medida que el árbol crece van secándose, con lo que de ese modo se va formando una copa alta. Por último, las hojas son un tanto particulares, puesto que no se distingue el limbo, peciolo y vaina, sino que quedan reducidas a una especie de agujas largas, agudas y punzantes. Más adelante se encontraban las coníferas, los cipreses, abetos, cedros y sabinas. Tomás, mi hermano pequeño, decía que se parecían a unos objetos que les ponían en educación física para pasar alrededor, y es que se llaman coníferas por su aspecto de cono. Pero lo que sin duda más había eran flores de diversos colores y formas y mi hermana Rosa se pasó casi toda la tarde formando coronas multicolores. Pero, por desgracia, se nos fastidió la tarde después de comer, cuando nos dimos un paseo por el riachuelo y observamos lo contaminado que estaba. Parecía un vertedero, casi no se veía el agua, todo era basura y desperdicios que otras personas habían tirado, muriendo por su culpa muchos peces y poniendo en peligro la vida de aquel hermoso lugar, obra de la naturaleza. Pensamos un momento... ¿qué podríamos hacer nosotros para solucionar el problema, y comenzamos a recoger los desechos. Llevábamos tres horas y aún no habíamos limpiado ni la cuarta parte del río, además había mucha suciedad por el centro que no podíamos alcanzar. Se hacía tarde y lo peor era que todos aquellos peces que antes se hallaban y toda la vida perdida sería muy difícil de recuperar. ¡No lo conseguiríamos! En ese momento, aparecieron por detrás de unos árboles un sinfín de pájaros de colores que se pusieron a quitar todos los papeles que había en el río, cada vez venían más y en una hora terminaron de recogerlos. Mientras tanto, un montón de águilas se encargaban de los envases de cartón y plástico, dejando prácticamente limpio el río, y a su vez algunos ciervos y jabalíes estuvieron encantados de echar una mano por los laterales trabajando sin descanso. En el río ya no había suciedad, lo malo era que aún quedaba la tarea de devolver todos los peces y desintoxicarlos. Tuvimos que regresar a casa, pero no sin antes recordar que regresaríamos nuevamente. A la semana siguiente volvimos y cuál no sería nuestra sorpresa al comprobar que en el río había peces, incluso plantas. Resulta que unas hormigas habían recogido semillas en todos los lugares que habían visitado y las habían arrojado al agua, donde en pocos días germinaron. Aún quedaba el misterio de los peces. No lo descubrimos, y nos pusimos a jugar un rato. De repente, perdimos de vista a Rosa y no aparecía. A la media hora descubrimos un posible lugar donde había podido desaparecer, era un agujero, posiblemente un hueco para cazar animales. Apareció por detrás de unos arbustos un pequeño ser que no pudimos divisar muy bien porque la luz del sol reflejaba en nuestros ojos. Lo mejor de todo fue que... ¡Rosa estaba detrás de él! Era el causante de los peces! Un duende que había colaborado y no sólo eso, también había ayudado a Rosa. Se llamaba Trapisondo y mediante magia había conseguido devolver la vida al río. Claro, que esa magia no era corriente, para que funcionase tenía que haber una amabilidad de 226 grados, que hiciera explotar el medidor de generosidad, así se llamaba aquel rudimentario objeto. Entre nosotros y todos los animales e había logrado y ahora el río estaba como nuevo. Nos fuimos a casa, y aunque nuestros padres no nos creyeron, nunca olvidaremos a Trapisondo. Y es que, si todos colaboramos, la Tierra será un lugar mejor y conseguiremos que las futuras generaciones pueda decir: ¿¡Qué bien está la Tierra, y qué bien la cuidaron nuestros antepasados! ¡Ya está aquí! Pego mi rechoncha cara sobre la ventana. Ahí está, con sus grandes brazos, fuertes. Puede con toda la suciedad. La mastica y la deja en el fondo de su estómago. Ruge su motor. Se pone en marcha. El camión de la basura parte hacia otras muchas calles de la ciudad. De mayor quiero ser ecologista y cuidar el medio ambiente. El día posterior a las vacaciones del cole me va a llevar mi tío a un centro de reciclado de basuras. Ha llegado el día. Me levanto pronto por los nerviosa. Es el día en el que voy a conocer el mundillo por el que quiero pasar toda mi vida. Salvando la naturaleza y teniendo un mundo más limpio. Suena el timbre, es mi tío. Empieza el viaje. nos dirigimos a la central de reciclado. Allí nos recibe un señor muy agradable. Nos explica cómo van todas las cosas y cómo envasan la basura para que ocupe lo menos posible. Acaba el día, estoy agotado. Pero mi cabeza todavía pide más información sobre la ecología. Y sobre todo recuerdo bien una cosa: sólo se puede evitar la basura si no se genera más de la necesaria. Madrid, 12 de abril del 2015. Es un día medianamente bueno para esta congestionada metrópolis, ya que en otro lugar de España hubiera sido un maravilloso y soleado día. Todo se lo debíamos a las plantas nucleares instaladas en la capital y a los centenares de pequeñas y grandes fábricas. Pensé en esas inútiles guerras del pasado, del presente y del futuro y entonces me di cuenta de que la multitud vence. Fui repartiendo folletos, recaudando firmas y pidiendo donaciones bajo un lema «Limpiemos Madrid, nosotros seremos las escobas». Éramos más de medio Madrid los que protestábamos y el Gobierno no tuvo más remedio que aceptar. Año tras año fuimos ampliando fronteras, la provincia, las comunidades limítrofes y España. Fue difícil, pero lo conseguimos. Ahora, millones de personas y yo seguimos luchando por limpiar otros países y poner un petacho a ese agujero que tenemos en nuestro planeta. Después de esto, me da que pensar sobre mi misión en la vida, una misión que he cumplido y que se podría comparar con un castillo, las murallas resisten, pero las puertas podrían caer, aunque hay caballeros dentro esperando al enemigo y uno de esos paladines soy yo.