La Virgen mece su dolor
Cientos de fieles acompañan a la Antigua en su lento caminar en la primera procesión de la Semana Santa; velas, cánticos, repiques de campanas, rezos y braceros a cara descubierta caracterizan este cortejo
Aguardaban con impaciencia. Las angostas calles que rodean a la plaza del Grano y confluyen en la iglesia del Mercado albergaban con las últimas luces del día a centenares de personas que esperaban la primera procesión de la Pasión. Viernes de Dolores, «la Antigua» también esperaba en el interior del templo a que sus braceros embocaran el pórtico para recibir a sus fieles. Un intenso repique de campanas acompañó, pasados ya varios minutos de las ocho, la salida de la Dolorosa de su morada, aquella que le da cobijo todo el año. Casi sesenta braceros, representantes de todas las cofradías, pujaban a la Virgen. A cara descubierto, único cortejo que así marca la tradición, con riguroso traje oscuro, camisa blanca y corbata negra. Las mujeres encienden apresuradas sus velas para procesionar con la imagen a ambos lados del cortejo. «Acompañanos Virgen mía», exclamó una anciana con los primeros pasos de La Antigua. Otras asían con fuerza al lado de su corazón la estampa mariana, con una pequeña oración a la santa. Con los compases de las bandas de Dulce Nombre de Jesús Nazareno y Minerva y Vera Cruz, los braceros comenzaron la procesión. Su suave acompasar caminaba hacia la Cuesta de Castañón. Flores de intensísimo rosa, amarillo y tenue blanco adornaban la talla del año 1500. Escoltada por la guardia de gala de la Policía Local, la seguían varios sacerdotes, el obispo de León, Julián López, representantes de la Corporación Municipal y miembros de las 16 cofradías de la ciudad con sus respectivas varas. Tres momentos para una noche Herreros, Escurial, plaza del Grano, donde esperaba una multitud, la Virgen seguía su lento caminar. Llegó la primera parada: frente al convento de las Carbajalas, ya subiendo la Cuesta de Castañón. La tradición manda que las monjas canten a la Dolorosa en la capilla del recinto sagrado, este año en obras. Fue entonces el turno de las campanas del convento, que por entonces unieron su eco a las de la iglesia del Mercado. Ante los cánticos de las religiosas, los braceros comenzaron a mecer la talla. La noche obliga a iluminar ya el paso y continuar la procesión camino de la plaza Mayor con una finísima lluvia. La plaza de Santo Domingo, tras pasar por la Catedral el largo rosario de velas y peregrinos, albergó el segundo momento más esperado del primer cortejo de la Pasión en la ciudad: el cántico de la Salve, con estrofas intercaladas entre los braceros y los fieles acompañantes. Ya cerca de la medianoche, la Antigua regresó a su morada en la iglesia del Mercado. Otro volteo de campanas y el himno nacional acompañaron su entrada en el templo, donde volvió a rezarse la Salvé. El manto, que estrenó el pasado año recién llegado de Bombay tras ser allí confeccionado y bordado, lució con pleno esplendor por la vieja ciudad. Terciopelo carmesí para el escudo de León y estrellas repartidas en su largo atuendo. Hoy llegarán otras procesiones en el largo caminar de la Semana Santa en la capital. La Dolorosa aguarda ya su próxima salida. Será el Viernes Santo del año que viene. Volverán a repetirse los mismos rituales, aquellos que integran y engrosan la tradición. Los abades se intercambiarán de nuevo las invitaciones para que unos acudan a los cortejos de los otros y todos así estén acompañados.