Diario de León

Los cabezones de las Cabezadas

Ayuntamiento y Cabildo renovaron un año más, y ya van casi nueve siglos, su ancestral desencuentro sobre si la ofrenda a San Isidoro es un foro obligado o una oferta voluntaria

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Juan Vázquez - león
León

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Testarudos, obstinados, tercos, contumaces, pertinaces y, por supuesto, cabezones, fueron sólo algunos de los calificativos con los que el concejal Ibán García del Blanco se refirió -en representación de todo el consistorio- a los canónigos de San Isidoro, ayer representados por Amado Urdiales, que no cedió ni un ápice en la postura que desde hace casi nueve siglos mantiene el Cabildo sobre la ofrenda anual del pueblo de León al patrono, que los clérigos consideran foro de obligado cumplimiento, y no oferta voluntaria, como sostiene la municipalidad. El capitular no se conformó con referirse como foro al cirio de una arroba bien cumplida y a los dos hachones de cera, sino que hasta en dos ocasiones, una en prosa y otra en verso, en ambas elevando el tono de voz, consideró la oferta como ¡Foro, foro y foro!, y llegó a poner al mismísimo gallo de la torre de la basílica por testigo de algo que él considera obvio, y que a su juicio no entra en la mollera del síndico Ibán García del Blanco por un exceso de juventud, casi niñez, que el clérigo no perdió ocasión de echarle en cara. Cientos de leoneses y visitantes acudieron ayer al claustro románico de San Isidoro para asistir como espectadores a un capítulo más de la ancestral disputa, conocida tradicionalmente como Las Cabezadas, que debe su nombre a las ostentosas reverencias con que ediles y canónigos se despiden tras la misa, y no a una derivación de cabezonadas o cabezones, como bien pudiera pensar quien asista a esta cuita sin conocer su historia. La historia de esta tradición El origen del pleito se remonta al año 1158 nada menos, cuando según cuenta Lucas de Tuy en su Libro de los Milagros, León estaba siendo azotada por una sequía tan contumaz que llevó a los leoneses a sacar en procesión a San Isidoro por el Camino de Santiago, pese a saber que no gustaba el patrón de abandonar la mística paz de su basílica. El arca con los restos del santo se hacía cada vez más pesada, y al llegar a Trobajo era ya imposible de sostener ni siquiera uniendo la fuerza de todos los presentes, por lo que la comitiva se vio obligada a dejar allí las reliquias. Cuenta la historia que dejar allí al santo, fuera de su querida basílica, causó tanto dolor a los leoneses que se olvidaron de la sequía y ya sólo rezaban por devolverle el descanso a su patrón, y al tercer día de oración comenzó a llover y el arca se volvió tan ligera que cuatro niños bastaron para devolverla a su lugar. La corporación municipal, en nombre del pueblo de León, conmemora este milagro con una ofrenda al santo de un cirio de una arroba larga de peso y dos hachones de buena cera, una gracia que el Ayuntamiento defiende como oferta de carácter voluntario, mientras que el Cabildo reclama su carácter de foro de cumplimiento obligado. El síndico y el capitular Cada año al llegar el día de la ofrenda, un concejal actúa como síndico para defender la postura municipal en un debate frente al capitular que representa al Cabildo de San Isidoro. El concejal Ibán García del Blanco fue este año el elegido por la nueva corporación, y comenzó dispuesto a negociar un acuerdo que pusiera fin a nueve siglos de un desencuentro del que el edil responsabilizó a la supuesta cabezonería de los por lo demás sabios canónigos. «Viene con buenas intenciones, ¡pero miren luego lo que nos llama!». El capitular de San Isidoro, Amado Urdiales, pronto echó en cara al síndico su grave error de diplomacia, y entonces ya no sólo reivindicó el carácter de foro del cirio y los hachones, sino que reclamó el tonelico de vino que solían traer otros años. Ni la condición de lacianiegos de ambos contendientes, ni la oferta del síndico municipal de crear el premio Cortes de León a los valores democráticos y otorgar el primero a los canónigos si reconocían que el agradecimiento a San Isidoro es una oferta voluntaria. Don Amado reivindicó de nuevo, en verso esta vez, lo obligado de la ofrenda al santo, y el último intento de García del Blanco, que instó al capitular a discutir el asunto en privado con el resto de los canónigos y votarlo, también resultó un fracaso, de modo que el desacuerdo se mantendrá al menos por otro año.

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