Diario de León

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Las dos burbujas Viaje: madre Tierra

3º de ESO

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León

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Fue más o menos en el año 2010 cuando el equipo de gobierno de León decidió dividir la ciudad en dos partes diferentes que se iban a gestionar también por gente diferente. La decisión vino a consecuencia de los constantes desacuerdos que se originaban por el hecho de que una parte de la población respetaba, cuidaba y defendía la naturaleza y su entorno, mientras que la otra parte vivía sin respetar nada, simplemente lo disfrutaba. Así se edificaron dos enormes e idénticas burbujas. En una de ellas se asentó aquella parte de personas preocupadas y amantes de la naturaleza y en la otra aquella gente que pensaba inconscientemente en disfrutar de la naturaleza sin ninguna obligación. Han pasado ya 20 años desde aquella división. ¿Qué ha ocurrido? Aquellas dos burbujas tan idénticas cuya única diferencia es la mentalidad de la gente que las habitan... ¿Por qué hay hoy un abismo entr el aimagen de una y otra? Una conserva gracias al esfuerzo de la población toda la riqueza natural, ¡y hasta se diría que ha mejorado!En la otra, la calidad de vida se ha limitado porque la visión de futuro ha desaparecido, porque dentro de muy poco allí no quedará nadie... ni árboles, ni amales... ni personas.Imaginemos a la tierra como una gran burbuja y vivamos de forma que esa gran burbuja conserve su encanto y su valor antu ral para siempre. ¡No seamos egoístas! Era de noche y alguien me despertó pidiendo ayuda, sus gritos sin cesar retumbaban y rompían la soledad y el silencio, al levantarme mis piernas andaban, mis brazos se movían pero mi mente se había quedado parada, ese fuerte estímulo, esa llamada... Detenidamente intentaba pensar pero la duda me corroía, lo que no sabía es que todo empezaría aquí. No sabía dónde iba, ni quería saberlo, salí de la casa y fuera me fui. Un oscuro bosque se alzaba ante mí, como si de un territorio nuevo se tratase, una sensación de malestar o quizás angustia es la que me hacía avanzar mientras oía aquella dulce voz que rogaba compasión y pedía que la socorriesen. Como si de un compromiso se tratase y debiera ser cumplido. Poco a poco me adentré en la espesura del bosque. En un primer momento una oscuridad se cernió, pero pronto fue disipada por la resplandeciente luna que como si estuviera saliendo del purgatorio y al cielo, me extrajese de esa taciturna y lúgubre oscuridad. En un claro ligeramente rodeado de adelfas donde ni el más osado aventurero se atreviese a penetrar. Poco a poco y mientras avanzaba, la bruma nocturna cubría el bosque y ésta iba ocultando a los bravíos animales tanto su rostro como sus sonidos que llenaban la noche para dejar paso a algo más. Al final cansado y desanimado, aturdido para articular palabra, me adentré en el último claro, de donde la voz que iluminaba la penumbra y por la que yo dejaba atrás mi hogar para adentrarme a lo desconocido me guiaba cuando llegué al claro. Mi asombro aumentó al ver a una mujer cuya piel era tan pura y blanca que hacía estragos en la oscuridad, dejándola moribunda sus cabellos tan brillantes como cuando el sol amanece, sus ojos que parecían el propio reflejo en el océano. Con un suave gesto dirigiéndose a mí esa mujer me dio la mano y empezó a hablar; me reveló su nombre con un leve susurro: Soy Gaia, Gea, madre tierra...Impactado por su respuesta me quedé petrificado, mi contestación fue leve más desde un principio no me lo creí pero me fui dando cuenta poco a poco de que hablaba en serio. Al pasar un tiempo, ella se inclinó hacia mí y me dio la mano, una sensación de angustia me invadió pero miré a aquella mujer y mi miedo y mis fatalidades fueron disipadas en un momento. La tranquilidad que ella irradiaba me inundó, movió su mano hacia mi cara y pude sentir un gélido toque mientras me decía: «Nos tocar recorrer un viaje largo y tú podrás ser testigo en su totalidad ya que tú has sido el que me has escuchado desde hace mucho tiempo». Sin más dilaciones empezamos a andar, ella iba delante y yo la seguía sin saber dónde me iba a llevar...De repente se hizo de día y descubrí que yo no estaba en el bosque si no que hacía mucho calor y había arena por todas partes, ella con un gesto de mano me indicó que la siguiese. Cuando cruzamos dos dunas y el horror se alzó ante nuestras vistas, soldados matándose unos a otros, gente malherida, muerta y de esta había de todas las edades, nos fuimos acercando a la atrocidad que se estaba cometiendo. Gea me susurró al oído y me dijo: Las guerras que las personas inician por su codicia, vanidad y ansias de venganza no sólo les afectan a ellos sino también al medio ambiente y a personas inocentes. Seguimos observando el panorama y nos fuimos pero esta vez a la espesura de la selva, caminando durante algún tiempo entre la penumbra de la selva, tras caminar prolongadamente yo le preguntaba a Gea donde íbamos pero ésta no me respondía. Pasamos horas caminando hasta que me hizo un gesto de parada y me detuve en seco y me dijo que nos ocultásemos entre unos matorrales, poco a poco empezaron a aparecer personas con máquinas; unas con motosierras otras con grúas y ganchos, Gea me dijo que pretendían talar los árboles y no respetarían nada de lo que estos producen ni viven en ellos o a su alrededor. Yo le pregunté a ver si no hacía nada para impedirlo, pero ella me dijo que sus fuerzas menguaban con el paso del tiempo por la continua profanación que el ser humano hacía en el medio ambiente, también se deterioraba su calidad de vida con sus actos y «me temo que como toda siga así pronto lo que conocemos como civilización se extinguirá pro su ignorancia y yo desapareceré con ellos». Justo antes de marchar, Gea provocó una tormenta, para impedir la destrucción del bosque temporalmente y los obreros se fueron pero sabíamos que iban a volver. Continuamos nuestro viaje y esta vez fuimos al interior de la tierra como cuerpos etéreos pasando entre las rocas, se podían ver explotaciones de todo tipo especialmente las petrolíferas que tanto contaminan, Gea me hizo una pregunta muy interesante, ésta era así: «¿Dime qué pasará en el planeta cuando se acaben estas reservas energéticas?» Yo me quedé un buen rato pensativo y al final contesté: «Pues no se podrá producir nada más, tanto combustible como artículos que no sean artesanales». Cuando terminé mi exposición ella asintió y se dibujó una ligera sonrisa en su cara de satisfacción, después de hablar nos dirigimos a la superficie a observar otra cosa, Gea me mostró la repercusión que se produce en la capa de ozono por los gases residuales que las fábricas generan; ella, pro más que intentaba cerrar el agujero, éste se volvía a abrir y cada vez era más grande, después me dijo que me imaginase los inmensos glaciares de los polos, derretidos, la Tierra sería un planeta caótico. En todas sus formas estaría sin vida, ni plantas, ni animales y por supuesto ni personas hasta que terminase todo y este paraíso que conocemos como Tierra desaparecería y yo con él. Me quedé un rato pensando como sería todo sin nada, como lo que ahora es un gran imperio vital sería una amenaza hacia todo lo vivo y sin vida. Pasaron varias horas y mientras nos dirigíamos al lugar de donde empezó esta odisea nos paramos en un bosque cercano a ayudar a un zorro que se había quedado con su pata enganchado a un cepo, cuando lo liberamos, éste echó a correr. Para hacer más corto nuestro camino tomamos un atajo entre la frondosidad del bosque en menos de un minuto sentí el frío acero de una bala entrándome por las costillas y veía como mi vida se esfumaba con un último aliento y sin poder hacer nada me dejé arrastrar por el frío y a la vez suave toque de la muerte hasta no padecer de ningún dolor físico pero sí el dolor psíquico de no haber aprovechado totalmente mi vida. De repente cuando estaba sumergido en un sueño interminable noté una calidez por todo el cuerpo que me dio ese aliento que hace un tiempo había perdido y me arrastró del limbo a la vida. Cuando recuperé el conocimiento Gea me levantó con su mano y me dijo que, morir, yo moriría pero que aún no era mi hora, le agradecí que me hubiese salvado y le pregunté por qué me habían disparado ellas, me contestó que no fue a propósito, que unos cazadores me confundieron con un animal que estaba entre los matorrales, yo angustiado pensaba que esto mismo no sólo me podría pasar a mí sino que también otras personas estarían expuestas a este peligro. Gea me dijo que la caza de subsistencia era buena pero cazar descontroladamente y por vicio no sólo era peligroso para los animales sino que a medida que pasase el tiempo se extinguirían esas especies y algunas personas que sobreviven de ellas no podrían comer. Después de este mal trago continuamos nuestro viaje, pero esta vez fuimos a la civilización, estuvimos un rato por encima de las cabezas de las personas que no se daban cuenta ya que no podían vernos, observando un rato Gea me indicó que siguiésemos a un camión de deshechos públicos y que yo viese donde iba a verter su contenido, cuando este camión se paró pudimos ver que un claro de un bosque se estaba utilizando para dejar las inmundicias de la civilización, Gea me informó que si esto seguía pasando pronto el bosque dejaría de existir y toda la putrefacción producida por la basura se extendería a los ríos hasta llegar a la ciudad. Sabiendo todo esto nos pusimos nuevamente en camino y por fin volvimos al lugar donde todo había comenzado, donde pude comprobar algunos errores por los que nos podíamos autodestruir. Gea antes de irse me dio las gracias por haberla escuchado y me pidió que intentase concienciar a las personas de que el futuro hay que labrarlo y cuidar la vida en el presente, si no, no habrá tal futuro. Cuando terminó de hablar se desvaneció entremezclándose con la tierra quedando su idea en mi memoria. Después me desperté y me di cuenta de que el tiempo no había pasado pero a mí, la intensa espera en los diversos lugares en los que creí haber estado me marcaron y ahora con catorce años, me quiero proponer defender con toda mi alma a la madre tierra, Gea, y con ella a nosotros mismos para disfrutar y hacer posible ese lejano futuro ya que ella nos permite la vida y muchas veces nos salva y da. Ya es hora de que le devolvamos algo...

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