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Temporeros del pino
Cientos de jóvenes leoneses recurren en verano a trabajos de limpieza de los bosques del norte de León, ante la ausencia de otro medio de vida en las comarcas en las que viven
La remuneración parece la razón más convincente entre las que empuja a los jóvenes de varias zonas de la provincia leonesa a subir al monte; sobre todo, porque en más de cien kilómetros a la redonda de su domicilio no hay otra posibilidad; si acaso, emigrar. El pino, o el roble, la poda, es la fuente de ingresos; un modo casi exclusivo de vida para un porcentaje elevado entre los temporeros contratados para arreglar y desbrozar cientos de hectáreas de bancales de pinares, situados en las cabeceras de los valles leoneses, mientras esperan órdenes de intervención como primer recurso contra un incendio forestal. Trabajo de campaña para este ejército estival -se calcula- de más de dos millares de jornaleros, que se estructuran en grupos reducidos, a partir de las posibilidades de transporte de un todoterreno. No hay otro vehículo capaz de trasladar los efectivos hasta el tajo, también ubicado en parajes que parecen imposibles Normalmente, capataz y ocho operarios, no más. Donde va la cuadrilla no existe el confort. «Falta fresco, y sobras moscas y calor; también mosquitos, cuando caen las sombras», expone un miembro de la cuadrilla que tiene asignadas limpia y poda de pino bajo en un monte de uso público. El joven habla pertrechado para iniciar el trabajo, como hace cada día desde comienzos de julio: una funda de trabajo, protegida por un peto, guantes y casco con rejilla. Y aislantes del ruido, un alivio contra el zumbido de la motosierra con la que cada operario trabaja a pleno sol. La cuadrilla tiene por delante cien hectáreas apestadas de ramajes y urces que casi ahogan a los pinos veinteañeros, objeto final de la actuación. Al final de la campaña, cuando expire el verano, el bosque que domina este paraje de la provincia, surcado por caminos descarnados se distinguirá perfectamente los tramos a los que no alcanzó la actuación. El forestal pende de un cálculo proporcional: cumplir con la contrata significa para cada miembro de la cuadrilla la poda de medio millar de pinos al día; el volumen de la tarea no extraña se cuenta con la destreza con la que manejan la motosierra o la desbrozadora. «En torno al trabajo forestal, al de los retenes contratados para luchar contra el fuego, hay una leyenda un poco falsa», comenta otro de los componentes del grupo, asalariado de una multinacional selvícola, que a su vez recibe una subvención directa de la administración competente por cada trabajador en nómina. «Hay gente que piensa que salimos de casa a mediodía y que nos pasamos la tarde tumbados a la sombra esperando a que nos den un aviso para ir a un incendio; con otra opción para ganarse la vida, a ver quién tiene vocación para achicharrarse podando pinos».