Diario de León
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La última desaparición y muerte violenta registrada ayer en la capital recuerda el célebre caso de María José Zapico, sucedido en 1993. En ambos crímenes coincide el modus operandi y el lugar donde el presunto asesino abandonó los cadáveres. Hace once años, en la madrugada del 18 al 19 de agosto, se descubrió el cuerpo de la joven Zapico -de 19 años de edad- en el maletero de su coche incendiado, un Renault 19, estacionado en la prolongación del paseo de Salamanca. Sin embargo, como diferencia significativa, en aquella ocasión el cadáver apareció estrangulado y calcinado. Sospechas sin confirmar Esa noche, María José Zapico fue vista por última vez en el Barrio Húmedo hacia las doce, con el hombre con quien había mantenido una relación sentimental y que se convirtió en el principal sospechoso durante los primeros momentos. Desde esta hora hasta la una y media, ni la familia ni los amigos pudieron confirmar dónde se encontró la joven. A pesar de las intensas investigaciones desarrolladas por la Policía Nacional, el asesino no fue identificado ni encarcelado. La dificultad del caso partió de la necesaria intervención del Cuerpo de Bomberos para sofocar el fuego del vehículo, por lo que se eliminó toda posible prueba que ayudara a identificar al agresor. De esta forma, las huellas dactilares y otros indicios que permitieran determinar quién atacó a la joven y encerró su cadáver antes de prender fuego al coche, desaparecieron durante las labores de extinción. Aunque las investigaciones determinaron que se trataba de un homicidio premeditado y posiblemente con motivación pasional, sólo se supo que María José había sido estrangulada con un pañuelo antes de ser encerrada en el maletero del vehículo.

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