Cerrar

| Crónica | Otro día con el techo en el aire |

Ni hubo pollo ni hubo payos

La orden de desahucio contra una de las familias gitanas del barrio de La Veguilla quedó sin ejecución, ante la ausencia inesperada de los representantes judiciales encargados de los procedimientos

El Tío Caquichu, patriarca gitano, medita a la puerta de los desalojados

León

Creado:

Actualizado:

«Lo peor de todo es la noche que hemos pasado, porque como lo otro no tiene solución, y ya sabemos lo que hay... Somos cuatro personas en casa, y no hay derecho». A Mario Gabarre, la venta ambulante le va arreglando la vida, pero la vivienda se la está quitando. Residente provisional desde hace 25 años en el número 36 de la calle La Veguilla, del barrio cercano al mítico cruce de Michaisa, le llegó hace quince días una orden de desahucio para que abandonara la casa en la que, según mandato judicial, habita en situación ilegal. A las 10.30 de la mañana de ayer, la Policía Nacional tenía que desalojarle. Pero no. Ni a las 11.00. Ni a las 11.30. Sólo apareció por la zona un miembro de la Policía Local, en motocicleta y sin compañía, simplemente para cruzar la calle, con rumbo a destino desconocido.. «Ni el dueño de la vivienda ni el alcalde de León nos dan soluciones. Alquilar un piso es complicado, porque en cuanto saben que somos gitanos, ya no nos quieren. El Procurador del Común tampoco nos ha recibido. ¿Dónde meto yo ahora a mi madre, con 85 años, a mi mujer y a mi hija?» Ricardo Torres es el abogado de las familias afectadas. «Es la segunda orden que nos mandan. Son dieciséis viviendas, pero no lo hacen todo junto, por aquello de dividir y vencer. Da igual, porque estamos todos unidos. Las negociaciones con el actual alcalde empezaron muy bien, pero en el momento en que aparece Covadonga Soto, se trunca todo. Nosotros, en el movimiento evangélico, la llamamos «La Demonia» y se ha ganado a pulso su fama, lo estropeó todo». Las 12.00 de la mañana. Sin novedad en el frente. Tío Caquichu ha decidido aceptar la silla que le ofrecen para hacer más llevadera la espera, con el sol de la mañana metido cada uno de los surcos que le han dejado en las sienes 77 años de vida gitana y en la habitual veneración que siembra el patriarca de los gitanos entre los de su estirpe, se le escapa el lamento: «Lo que hace falta es convivencia entre todas las personas de bien, y si hubiera voluntad de diálogo, habría solución. Yo lo que quiero es que les den un sitio a donde ir, y que cuando lo tengan, que lo paguen, porque gratis, tampoco quiero que tengan nada» Antes la vida era más fácil. A un lado estaba la Guardia Civil, al otro los gitanos, y los pleitos eran por un burro y dos manzanas. Ahora, no: «La droga arrasa por donde pasa, y por eso nos miran tan mal. Lo que hay que hacer es ser personas, y ayudarse unos a otros» insiste Tío Caquichu. Pronto será Navidad.

Cargando contenidos...