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Recomponer los mil pedazos

Las terapias logran que las mujeres maltratadas recuperen el control y la confianza en sí mismas y encajen sus emociones

Publicado por
Ana Gaitero - león
León

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Ana cumple su décimo aniversario con Juan. Son, los puede contar mentalmente, 3.650 días de humillaciones, críticas y desvalorizaciones. Y, de vez en cuando, empujones, golpes. Ya no recuerda lo que es tener confianza en sí misma, pero ha logrado guiar sus pasos hasta la comisaría más cercana y firmar la denuncia, aunque le tembló el pulso al estamparla. No podía levantar la vista y mirar a los ojos al agente que la atendía cuando le hablaba de las asociaciones a las que podía dirigirse en busca de ayuda para curar sus heridas del alma. Al fin, se decide, alarga la mano y recoge el papel con teléfonos y direcciones. Sin darse cuenta sus pies la llevan hasta la sede de Adavas, en el centro de León. En el despacho de la psicóloga, Begoña Pérez Álvarez, empieza su cuenta hacia adelante. Le cuesta, a ratos, analizar los hechos sin autoengañarse y todavía se cuelan por sus entrañas las viejas creencias de que él va a cambiar, que la quiere y todo éso. El miedo a la soledad y a afrontar el futuro hace que aún trate de esquivar los hechos, los golpes y los desprecios que taladran su memoria. Le gustaría que las cosas hubiesen salido de otra forma. Sus deseos se confunden con la realidad. Para eso está la terapia, le recuerda su psicóloga. La vergüenza, el miedo, el sentimiento de indefensión, la resistencia a reconocer el fracaso de su relación y el temor ante el futuro la han tenido bloqueada durante los diez años de suplicio. Además, llegaron los niños y todo parecía que iba a cambiar. Pero sólo sirvió para que le amenazara con quitárselos cuando veía que podía dejarle. En los ratos en que él parecía la quería se olvidaba y borraba el desprecio de sus opiniones, de sus tareas y de su cuerpo, a veces. La indiferencia y el aislamiento a la que la sometía otros ratos la dejaban desarmada. Todavía está en alerta y se sobresalta por cualquier cosa. Es el estrés postraumático -aclara su terapeuta- típico en todas las personas que han temido por su vida. Por eso tiene tanta ansiedad. A veces se siente culpable y le cuesta comunicarse y creer en sus juicios. Se debate entre la rabia acumulada y la pena por dejar a su pareja; le resulta difícil integrar esas emociones contradictorias y a veces se siente culpable. Pero cada día es una jornada de entrenamiento. Empieza a ver las cosas más claras y, desde que asiste a la terapia de grupo -en Simone de Beuavoir o en la oficina de atención a víctimas de los Juzgados- se ha dado cuenta de que no era la única que sufría el problema y ha aprendido muchas estrategias de las compañeras. También depende menos de su terapeuta y se siente motivada. Ana es un personaje ficticio, pero es el vivo retrato psicológico de las mujeres que sufren violencia, la física y la psíquica.

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