Belenes, los justos; portales, ninguno
Ejecutado por la vía pacífica el desahucio de la primera familia gitana de La Veguilla, a la espera de que se resuelva la situación de las otras quince que aún piden soluciones
«Hemos decidido buscar una solución pacífica. No ganamos nada enfrentándonos a estos señores que, además, lo único que hacen es su trabajo». Ricardo Torres, abogado defensor de las dieciséis familias gitanas del barrio de La Veguilla sobre las que se cierne un desahucio inminente, pone letra a la amargura de un estribillo de despedida. Las primeras luces de la mañana son también las últimas para el hogar en el que Mario Gabarre y su familia habitaron los últimos treinta años. El asunto viene de lejos. Vendedores ambulantes de día, guardianes de chabolas en la noche, un grupo de seres humanos (lo de las razas quedó atrás hace tiempo) decidió ocupar unas instalaciones por las que nadie se preocupó en su momento. El propietario reclama lo suyo ahora, y hasta se comprometía a pagar un techo provisional, a condición de que las instituciones arreglasen un destino definitivo para ellos. Pero no hay soluciones. Ricardo Torres sentencia: «Estos socialistas del ayuntamiento de León han demostrado ser peor que la derechona que ellos critican. La sensibilidad del alcalde era verde, y se la comió una vaca. Ahora, esperaremos a que sea oficial el nombramiento de Mario Amilivia como alcalde, y el mismo viernes, se registrará una solicitud de reunión. Siempre fue más sensible a nuestros problemas». Mario Gabarre, el padre de familia afectado, no pierde el sentido del humor: «Soy español para hacer la mili y poco más. No tengo derechos.Si no hay otra cosa, dormiremos en el río» Carlos Echevarría, el responsable del operativo policial, va poniendo fin a la exhibición de mano izquierda en la que ha convertido la mañana. El corazón le dice que prolongue unos minutos más el ritual de la despedida, por humanidad. La cabeza le exige que ponga en marcha la demolición sin más demora. «Vísperas de Navidad, y a la puta calle. Esta es la cesta que nos mandan». Los más jóvenes son los que tienen más dificultades para hacer el esfuerzo de contener la lengua. La tensión se corta con navaja: «¿Dónde vamos a cargar los muebles? En los furgones de la Policía». Los últimos ladrillos y las primeras lágrimas caen juntos. Hoy el sol no entró por la ventana...