Diario de León

OPINIÓN

El Quijote como lectura infantil

Publicado por
MATÍAS DÍEZ ALONSO
León

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HUBO un Real Decreto de 6 de marzo de 1920 por el que se declaraba obligatoria la lectura del Quijote en las escuelas. Unos fueron partidarios, otros furiosos detractores. Como siempre... la posición española no adopta términos medios, vamos de pared a pared, y nos declaramos amigos o enemigos, pero nunca discutimos la conveniencia o no. Todos los que se sentían intelectuales echaron su cuarto a espadas, haciendo gala de su cultura. Antonio Zozaya apostató que ni el Quijote ni Hamlet eran manjares de infancia. Entonces estaba en boga la pedagogía funcional, que negaba la virtud de la educación y reducía la pedagogía a una preparación para la vida materialista y el progreso técnico, más que a formar la personalidad. En este sentido nada más disparado que poner el Quijote en manos de los niños, porque nada más opuesto a la realidad que el pobre soñador manchego. No podía servir el Quijote como caballero, porque ni siquiera los caballeros tenían entonces interés. Otras diatribas se suscitaron con la obra «Platero y yo», de Juan Ramón Jiménez. La obra de Cervantes tiene una prosa fácil, casi escrita para niños. «Pero ¿perciben los niños las sustanciales bellezas de la obra? Yo creo, que ni muchos adultos. El Quijote es la obra más humana porque es la obra más universal, después de la Biblia. El mérito del Quijote estriba en su dulce humorismo, en su traslúcida ironía inclaudicante de ayer, hoy y mañana. La ironía no es flor de infancia. Si se le quiere imponer como un cuarto de hora de lectura a los niños, creo que es un excesivo desayuno para los chavales. ¿Hay que desterrar de la escuela el Quijote? Tampoco. Hay bellezas para niños. El esqueleto tiene un fondo emotivo para ellos y un ejemplo de moralidad, y dejarlo perder sería un crimen de lesa patria. Otro motivo es imbuir el nombre de Cervantes y su obra en el mundo. ¿Cómo podríamos compaginar esta categoría nacional de la obra con todas las razones expuestas? Pues escribiendo un Quijote para niños, en un concurso entre literatos. Habría que sacrificar muchas partes bellas, pero ganaría la obra en comprensión. En la Universidad de León hay un catedrático de Literatura de un valor literario extraordinario. Es José Enrique Martínez, gran crítico de libros en el Filandón del Diario de León todas las semanas. Ha hecho hermosas adaptaciones de obras literarias para las escuelas primarias, como la Pícara Justina y otras más; bien podía hacer esta adaptación del Quijote también para las escuelas. El Quijote, los niños y los hombres No cenó cuando dio cima a su genial monumento.. En el libro de orode los elegidos, de los privilegiados, se asentará Cernates fulgurando con luz propia. Perdió la siniestra en dramática lid, pero en la otra lid dramática, tragedia de la vida, inmortalizó su diestra. Dos caballeros andantes, símbolo y síntesis de castellanas tierras, de tierras sin horizonte, aventurero desventurado el uno y desventurado aventurero el otro, continúan la ruta sin etapas de coronación. Allá van juntos, cuerpo y alma de aventuras. Don Quijote, vertical lanza de ideal...., pararrayos en las tormentas de palos, Sancho, globo hinchado con aire de ajos... Van a ganar por los campos castellanos la batalla de la suprema creación para una gloriosa diestra. Don Quijote, enmarañamiento de sucesos que no suceden, telar de desventuras, estampa de héroes sin carne y sin sangre. Eso es el Quijote, la novela universal que leen los hombres y leen los niños, porque los niños aman las aventuras. ¿Quién entiende mejor el Quijote? ¿Los niños o los hombres? El efecto del Quijote es muy distinto en unos u otros. La lectura de los niños no lleva paréntesis de meditación ni reposo en la risa. Les interesa las aventuras sin complejidades filosóficas. Pero ¡qué niños son los hombres, siendo hombres! En cada palabra, en cada frase, buscan un sentido oculto que les desvíe de su trayectoria y son apaleados por sus propias vigilias. No cerramos en libro creyéndonos protagonistas, alentados por hadas, no cabalgamos con el héroe. Y es que el hombre es un muñeco de laboratorio. Así, por lógica, Dios en incomprendido, la razón se oscurece, el frío raciocinio nos erige en buscadores de oro donde el único oro es el de la inocencia. La felicidad de los niños es leer por leer, sin más fin que correr las aventuras. ¡Qué gran paso darían los hombres si leyeran el Quijote como los niños lo leen! Seríamos pequeños, con alma de canciones de Mambrú, y nos dormíamos sin pensar en hipocresías y falsedades. Leamos el Quijote como los niños lo leen, sólo por divertirnos.

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