Convivir en igualdad
(...) «La motivación de las agresiones es esencialmente ideológica, pero también la violencia de estos colectivos de extrema derecha se nutre de una cultura patriarcal asentada sobre las bases de un machismo extremo, semejante al que exhiben los hombres maltratadores. Se centran en personas en situación de indefensión o que consideran vulnerables, especialmente inmigrantes, mujeres, gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, indigentes, minorías étnicas, etcétera. Y les imponen una ley de violencia y agresión ante la cual las víctimas se sienten impotentes. En las calles, cuando están estos grupos, quedan suspendidos los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas. En este último caso en León por ser la novia de una persona que piensa diferente a ellos. Las mujeres parecen no tener derechos, no ya a pensar de forma diferente, ni siquiera a querer a personas que piensen de forma diferente. Y se le agrede por el solo hecho de tener relación con esta persona. Tras ello hay un pensamiento sexista enfermizo que sigue considerando a la mujer propiedad del hombre. Y que si se maltrata una propiedad suya, él será agredido. Ante lo cual, en este esquema viril ancestral, consideran que será él quien habrá de salir a pelear y defender el honor arrebatado. Y así continuar con la escalada de violencia, único entorno en el que se sienten realizados como hombres. No debemos restarle importancia, confundir con el eufemismo de tribus urbanas, reducirlo a un problema de guerra de bandas, eludiendo la verdadera naturaleza del tema: la existencia de bandas organizadas de violentos neonazis. La sensación de impunidad e impotencia popular crece (...) y el miedo hace que muchas agresiones queden en silencio». (...)