Diario de León

Un funcionario del Consulado visitó a Tascón y comprobó sus precarias condiciones

El «niño de la guerra» leonés recibe una ayuda de emergencia Una brizna de justicia

Amparo Valcarce tomó medidas tras conocer la situación de este anciano de Orzonaga

Arsenio Tascón en 1992, durante su visita a León en un fallido intento por volver a su país

Arsenio Tascón en 1992, durante su visita a León en un fallido intento por volver a su país

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Juan VázquezJULIA NAVARRO - león
León

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Arsenio Tascón, un anciano de 75 años natural de Orzonaga (Matallana de Torío) que vive gravemente enfermo en Moscú junto a su mujer, Rimma, sin calefacción y con unos ingresos de apenas 19 euros mensuales, recibió hace unos días la visita de un funcionario del Consulado que comprobó la precaria situación que atraviesa este leonés, uno de los cientos de hijos de republicanos que siendo niños fueron evacuados a Rusia para huir de la Guerra Civil. Tras comprobar la situación del compatriota, el enviado del Consulado de España entregó a la esposa de Tascón 200 dólares en metálico para que pueda recibir tratamiento médico y se adoptaron medidas para garantizar que esta familia cobrará la pequeña pensión asistencial a la que tienen derecho los niños de la guerra , de 667 euros por semestre, hasta que en abril puedan recibir la paga de 6.070 euros anuales que aprobó el Parlamento español esta misma semana. La ayuda que acaba de recibir Tascón, el único de los niños de la guerra leoneses que aún permanece en Rusia, se consiguió gracias a la iniciativa de la secretaria de Estado de Asuntos Sociales, su paisana Amparo Valcarce, que se enteró de su grave situación sanitaria y económica a través de un reportaje que publicó Diario de León el pasado 29 de enero. Valcarce se puso en contacto con el Centro de Estudios de la Cultura Española en Moscú, que integra a los niños de la guerra españoles, y tras obtener información sobre la situación de Tascón, dio instrucciones a la Consejería de Trabajo y Asuntos Sociales de la Embajada de España en Suiza, desde la que se gestiona un fondo de ayuda urgente para españoles residentes en el extranjero que atraviesan situaciones de emergencia, y del que salieron los 200 euros que el funcionario del Consulado en Moscú le entregó a Rimma para que Arsenio Tascón pueda recibir tratamiento para la grave enfermedad que le mantiene postrado en cama. Extranjero de por vida Arsenio Tascón, un ingeniero de Caminos de 75 años, intentó volver a España en 1992 para buscar un trabajo en León, pero no consiguió que se le reconociera su nacionalidad pese a que su pasaporte ruso lucía un sello con la leyenda «Provisional. Origen español». Pese a su avanzada edad, este leonés se vio obligado a trabajar hasta el verano pasado, cuando quedó postrado en cama por una grave dolencia vascular y tuvo que dejar su empleo en una agencia de viajes. Su esposa Rimma, de 70 años, relató a Diario de León la difícil situación que atraviesan, sin dinero para hospitalizar a Arsenio y con la calefacción rota, con un infernillo de aceite como único medio para hacer frente al frío invierno ruso. A partir de abril, Arsenio Tascón, como el resto de los niños de la guerra , podrá cobrar una pensión de 6.070 euros anuales. SUS SEÑORÍAS, a instancias del ministro de Trabajo, han aprobado que los niños de la guerra cobren una pensión de poco más de seis mil euros al año. En realidad no se les está regalando nada, sino aportando una brizna de justicia a las vidas de estas mujeres y hombres que un día fueron arrancados de sus casas, de la compañía de sus padres, para ser llevados a algunos países, entre otros la extinta Unión Soviética hasta que pasara la guerra, la guerra civil española. La República perdió la guerra, y los golpistas, quienes se rebelaron contra la legalidad, con Franco a la cabeza gobernaron España durante cuarenta años, y allí, en la Unión Soviética, quedaron los hijos de los perdedores. La tragedia es que para aquellos niños la pérdida fue doble. Tuvieron que aprender un idioma que les resultaba extraño, unas costumbres diferentes, adaptarse a un modo de vida ajeno al que estaban acostumbrados. Se quedaron sin nada, sin familia y sin patria, y tuvieron que sobrevivir en condiciones difíciles, porque para la Unión Soviética aquellos niños no eran unos huéspedes deseados. Aquellos niños vivieron el horror de la dictadura soviética, y hasta el año 57 algunos no pudieron empezar a salir de aquel país. Como recordó el diputado socialista Ramón Jáuregui, los primeros veinte años de aquel exilio forzoso ni siquiera los familiares que habían quedado en España supieron de aquellos niños perdidos en la inmensidad de las Repúblicas Soviéticas. Muchos, llegado el momento se quedaron, allí construyeron sus vidas, y allí siguen, ahora ancianos, pero a pesar de los años siguen sintiéndose profundamente españoles. Yo he conocido a algunos niños de la guerra , les he conocido en Moscú y en Kiev, y me han sorprendido por ese sentimiento de arraigo a España. Estaban allí, sí, habían hecho su vida allí, se habían casado, tenido hijos, hablaban ruso, muchos había estudiado una carrera, pero lo que transmiten es que no se sienten de otro lugar que no sea España. A mí me parece que es de justicia, que estos niños hoy ancianos se merecen no solo el reconocimiento y el homenaje de todos los españoles de buena voluntad, también se merecen vivir sus días con dignidad, con una pensión suficiente para vivir sin problemas. No son muchos, algo más de doscientos, de manera que el Estado; es decir, todos nosotros, además de que debemos, podemos ser generosos. Se ha dado un paso, un paso importante al reconocerles esas pensiones que sin duda aliviaran su existencia, pero no es suficiente. Nunca pagaremos su sacrificio ni el de sus familias. Nunca pagaremos su desolación al verse sin familia y sin patria.

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