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La contaminación acústica

Publicado por
Tirso Alejandro Pucci 6º de E.P. Colegio Camino del Norte
León

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Desde hace años el ruido se ha convertido en un factor contaminante constante en la mayoría de las ciudades, suponiendo en la actualidad un grave problema con efectos fisiológicos, psicológicos, económicos y sociales. El principal causante de la contaminación acústica es la actividad humana. El ruido ha existido desde la antigüedad, pero es a partir del siglo pasado, como consecuencia de la Revolución Industrial, del desarrollo de nuevos medios de transporte y de crecimiento de las ciudades, cuando comienza a aparecer el problema de la contaminación acústica urbana. El ruido se define como cualquier sonido calificado, por quien lo sufre, como algo molesto, indeseable e irritante. A su vez, se define la contaminación acústica como aquella que se genera por un sonido no deseado, que afecta negativamente a la calidad de vida y, sobre todo, a aquellos individuos que desarrollan actividades industriales y a los que usan con bastante frecuencia determinados vehículos para poder desplazarse. Las causas fundamentales de la contaminación acústica son, entre otras, el aumento espectacular del parque automovilístico, el hecho de que las ciudades no habían sido concebidas para soportar los medios de transporte, las actividades industriales, las obras públicas y la construcción, los servicios de limpieza y de recogida de basura, sirenas y alarmas, así como las actividades lúdicas y recreativas y, entre ellas, la creciente proliferación de botellones en áreas urbanas. El ruido aparenta ser uno de los agentes contaminantes más inofensivos, ya que es percibido fundamentalmente por un solo sentido, el oído, y ocasionalmente cuando aparecen grandes niveles de presión sonora, por el tacto. Sus efectos son mediatos y acumulativos. Podemos distinguir dos principales tipos de efectos: los fisiológicos, como sordera, afecciones en el riego cerebral, alteraciones en la coordinación del sistema nervioso central y en el proceso digestivo, cólicos y trastornos intestinales, aumento de la tensión muscular y presión arterial y cambios de pulso en el encefalograma, entre otros, y los psicológicos, como efectos en el sueño, en la conducta, en la memoria, en la atención, en el embarazo y en los niños, entre otros. El tratamiento del ruido como un contaminante ha adolecido desde siempre de coherencia y apoyo desde el punto de vista legal. La primera declaración internacional que contempló las consecuencias del ruido se remonta a 1972, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió catalogarlo genéricamente como un tipo más de contaminación. En la actualidad, España no dispone de una ley específica que regule lo referente al ruido (se encuentra en fase de preparación). No obstante, aunque de un modo disperso, sí pueden encontrarse referencias a la contaminación acústica en otras normativas de carácter medioambiental. En el mundo hay más de 130 millones de personas que se encuentran con un nivel sonoro superior a los 65 decibelios (límite aceptado por la OMS), y otros 300 millones de personas residen en zonas de incomodidad acústica. Las principales fuentes de contaminación acústica en la sociedad actual proviene de los vehículos de motor (80%), industrias (10%), ferrocarriles (6%) y el restante 4% pertenece a bares, locales públicos, etcétera. Cabe mencionar que desde hace pocos años, se ha prodigado un fenómeno conocido como «movida juvenil» que causa grandes molestias sonoras (contaminación acústica) a los vecinos de las zonas colindantes. Además de la eficacia de los métodos pasivos para frenar este tipo de contaminación, deberíamos concienciar a la población de que el ruido es un factor de riesgo para nuestra salud. Una vez asumido el problema que plantea esto, tendríamos que adoptar medidas preventivas ya que son más rentables económica y socialmente, así como potenciar campañas de educación medioambiental, para que todos exijan y contribuyan a la disminución de los niveles de ruido. Evitar la contaminación acústica es tarea de todos. «Tornar pa la rodera» (entrar en razón) RECOGIDO EN GRULLEROS

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