Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Todos somos emigrantes

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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EL ILUSTRE y siempre bien ponderado delegado del Gobierno en Castilla y León, Miguel Alejo, «apeló al principio básico» de la sensibilidad del gobierno autónomo para «cobijar» a los emigrantes que al no poder ser repatriados a la patria de los orígenes, andan como perdidos por las calles y plazas de todas las ciudades, pueblos y aldeas donde les den acogida. El señor delegado del Gobierno, cuyo talante democrático es bien conocido, menciona a unos treinta emigrantes subsaharianos que andan por el monte solos, y pide para ellos generosidad y consecuentemente solidaridad. No hace falta declarar que no somos ni de izquierdas ni de derechas, ni de cuadratura del círculo para aceptar la doctrina que emana la demanda del señor delegado con el sentido hospitalario que a los leoneses caracteriza y que la historia registra. Y si adelantamos este signo significativo de nuestra condición ciudadana, no es por otra razón que por la de evitar que a la vista de nuestra identificación con Miguel Alejo, seamos anotados o fichados como elementos socialistas más o menos subversivos; en tanto que si no permitimos la licencia de afirmar que Mario Amilivia, alcalde constitucional de la ciudad de León y sus barrios periféricos es un leonés verdaderamente «morido de amor por su tierra», que diría la Pícara Justina, hayamos de ser considerados y fichados también en los centros en los cuales se lleva el censo de los conservadores más de derechas que en el mundo han sido. No, señoras y señores, siempre tan dispuestos a colocar clasificaciones y menciones alevosas al cuello de amigos y enemigos. El hecho o suceso de soltar una opinión como si se tratara de una paloma mensajera, no equivale a que seamos de una forma o de otra, de un color o del contrario, sino sencillamente que nos importa mucho más la verdad que la aquiescencia de los sagaces padrinos. Y si el ilustre Miguel Alejo, en uso de sus convicciones y de su obligación social, aconseja que acojamos a los inmigrantes y les facilitemos la posibilidad de incorporación a nuestra sociedad, estamos obligados a hacerlo, no porque lo diga el señor Alejo ni porque lo bendijera el señor Amilivia, sino porque, siendo un acto de buen gobierno y de sentido práctico, a la larga muy conveniente, el inmigrante constituye un elemento importante para nuestro posible resurgimiento económico y de acuerdo con este principio hemos de comportarnos los indígenas. Lo que sucede, señor Alejo, es que al paso que se están desarrollando los episodios marineros de la inmigración, llegará un momento en el cual nos falte espacio material para acoger a los náufragos de patera y tendremos que operar drásticamente para evitar la muerte social por asfixia. Algo habrá que hacer para que la caridad bien entendida no dé lugar a que la inmigración se convierta casi en un delito, sencillamente porque inmigrantes, salvo excepciones que confirman todas las reglas, somos todos. Unos más que otros. Y no es tampoco justo que por dar posada al peregrino, nos quedemos los titulares de la vivienda en la calle.Ese es, creo yo, que no soy de derechas ni de la cuadratura del círculo, el más grave problema que tiene la España nuestra, que diría Mari Trini.

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