El deporte para resolver el dilema
El Ayuntamiento propuso al Cabildo de San Isidoro realizar una serie de pruebas para desvelar si la entrega del cirio en las Cabezadas es un foro obligado o una ofrenda
Un año más, como ocurre desde el siglo XII, el Ayuntamiento entregó al Cabildo de San Isidoro un cirio pascual, de arroba bien cumplida, y dos hachas de buena cera. Hasta ese punto ambas partes están de acuerdo. Sin embargo, lo que no está tan claro es si la entrega es una ofrenda o una obligación. La celebración de las Cabezadas reúne a los miembros del consistorio leonés, encabezados por un síndico, que acuden a la basílica a enfrentarse dialécticamente con el Cabildo. En San Isidoro les esperan sus contrincantes y comienza la batalla de palabras. Año tras año la discusión queda en tablas y no se resuelve si es «foro u oferta», como también se denomina el acto. En el claustro de la basílica el síndico municipal, en esta ocasión el alcalde, Mario Amilivia -que repetía por tercera vez-, se enfrentó con el abad de San Isidoro, Francisco Rodríguez Llamazares. El abad defendió enérgicamente su postura: el Ayuntamiento está obligado a la entrega, y arremetió contra el síndico asegurando que su postura era «indefendible porque el corregimiento viene a agradecer noblemente la protección del santo a la ciudad». Mario Amilivia respondió que los argumentos del cabildo eran «tercos y tozudos» y que los ediles hacían la entrega «de manera libre y voluntaria». El alcalde expresó abiertamente que para prepararse para el enfrentamiento había acudido a Fernando de Arvizu, «conocedor de leyes viejas». «Sé que él es buen conocedor de materia, pero usted no ha entendido bien el mensaje», espetó Rodríguez LLamazares. La obstinación de Amilivia por querer ganar a su contrincante fue tal que retó a los canónigos a hacer pruebas deportivas como el lanzamiento de cirio, una carrera de fondo con una carga de un hachón de buena cera, una carrera de relevos portando toneles de vino y otra para ver quien sería capaz de tocar la punta del gallo de la basílica, todo por ganar la contienda. Los milagros y la cabezonería En el debate también se hicieron alusiones a la historia, o la leyenda, que recoge en el Libro de los milagros Lucas de Tuy. En 1158, tras una larga sequía, los labradores decidieron procesionar los restos de San Isidoro. La urna con las reliquias se iba haciendo cada vez más pesada y al llegar a Trobajo del Camino el peso aumentó tanto que ni un millar de hombres podían moverla. La angustia de los leoneses por tener que dejar al santo fuera de su basílica fue tal que se olvidaron de la sequía y comenzaron a rezar por devolver el descanso a su patrón. Al tercer día de oraciones, comenzó a llover y la urna del santo se volvió tan ligera que cuatro jóvenes enclenques pudieron devolverla al santuario. El nombre de esta celebración no viene por la tozudez de ambas partes en defender su postura, aunque en muchas ocasiones los dos defensores se encierren en la cabezonería para intentar llevar al enemigo hasta su terreno. La denominación del acto se basa en las reverencias que realizan los miembros del Cabildo y del Ayuntamiento para despedirse, una vez terminada la guerra dialéctica. Todos los ediles se colocan en línea frente a la basílica y al golpe de bastón del síndico inclinan su cuerpo ante los canónigos de San Isidoro, que responden de igual manera. En tres ocasiones ambos realizan este acto para despedirse hasta el último domingo de abril del próximo año.