Diario de León

| Crónica | La ilusión de la alta velocidad |

«El viaje se me ha pasado volando»

El leonés Javier Álvarez logró su sueño de viajar gratis en el AVE tras escribir una carta a la ministra de Fomento Magdalena Álvarez porque su familia «carece de recursos»

León

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«Cuando uno cree de verdad en los sueños que tiene se hacen realidad, como le ocurrió a Don Quijote». La sentencia es de una niña de ocho años, María C., que estudia en el colegio público La Palomera de León. Pero le viene como anillo al dedo a Javier Álvarez, un joven de 26 años de Vega de Infanzones con parálisis cerebral, que de tanto soñar con el tren ha logrado subirse al AVE sin tener que pagar el billete que su familia no podía permitirse costear y surcar los casi 500 kilómetros que separan Madrid de Sevilla en dos horas y media. Javier viajó ayer por primera vez en su vida a 300 kilómetros por hora sobre dos railes. Su billete y el de su padre y su madre, que corren a cuenta de Renfe Alta Velcidad, tienen un poco de historia. Todo empezó, en noviembre, con una carta a la ministra de Fomento Magdalena Álvarez: «Por favor, ministra, piense en mí, tenga corazón y bondad conmigo y a ver si se me hace mi gran sueño, hacer un viaje en el AVE, en el tren de alta velocidad», escribía el joven de Vega de Infanzones, por donde los trenes sólo pasan, no paran, en el último párrafo de la misiva. La misma idea la repite, con insistencia, pero con mucha gracia a lo largo de los dos folios de la carta, que incluye afirmaciones como «mi gran ilusión es viajar gratis en el tren de alta velocidad» y «si me concede gratis hacer un viaje en el tren de alta de velocidad me pondría muy contento porque me gustan mucho los trenes de alta velocidad»... «Me han hecho caso y estoy muy contento», decía ayer subido en el AVE camino de Sevilla y contemplando, al mismo tiempo que hablaba por teléfono, los campos verdes de olivos que llevan al sur. Javier contaba a Magdalena Álvarez, en primer lugar, su situación personal -«me encuentro postrado en una silla de ruedas desde que nací a causa de una parálisis cerebral»- y familiar -«mi padre es trasplantado de corazón y tiene artrosis en las piernas y mi madre es diabética (...) somos una familia con muy pocos recursos económicos»- como preámbulo a la confesión de su pasión por los trenes. «Mi gran ilusión sería, estimada ministra, hacer un viaje en el AVE, en el tren de alta velocidad, gratis», decía, por primera vez, en el siguiente párrafo. En diciembre ya tenía respuesta positiva a su sueño. La ministra cursó la petición a Renfe Alta Velocidad y Javier sólo tuvo que elegir entre los trayectos Madrid-Lérida y Madrid-Sevilla, los únicos por los que actualmente surca el AVE. La familia buscó un hueco en el calendario e hizo un «esfuerzo económico» para pagarse dos días de hotel en Sevilla y disfrutar al menos una jornada de la capital andaluza. El miércoles regreserán los tres de nuevo en el AVE; en Vega de Infanzones les espera la hermana de Javier, Sofía, de 22 años. Salieron ayer por la mañana de León en un Talgo y en la madrileña estación de Atocha fueron recibidos por directivos de Renfe Alta Velocidad. «Se han portado muy bien conmigo y me han enseñado todos los trenes de alta velocidad que hay en Madrid», explicaba emocionado. «El viaje se me ha pasado volando», apostillaba, mientras aún «volaba» en el AVE rumbo a Sevilla. El tren más veloz de España salió de Atocha a las seis de la tarde y a las ocho y media estaba prevista su llegada a la estación de Santa Justa en Sevilla. «No se mueve y se va muy bien, va muy rápido; a 300 kilómetros por hora», observaba desde su departamento Javier ayer por la tarde. Javier Álvarez cuenta que su afición por el tren le viene de cuando era pequeño. «Desde los tres años, cuando iba a la clínica La Paz, cerca de la estación de Chamartín, para tratarme de mi enfermedad», explica. Después le cambiaron a la Fundación Jiménez y «me llevaban en ambulancia» y desde hace un año los tratamientos para aflojar y relajar sus músculos se los hacen trimestralmente en el Hospital de León. Así que ahora viaja más bien poco. Pero diariamente hace un recorrido fijo con su silla de ruedas: desde casa al apeadero del ferrocarril de Vega de Infanzones, donde contempla el paso de los trenes que desde hace años ya no hacen parada en este pueblo. «Voy para pasar el rato, porque me gustan los trenes y hay naturaleza y árboles alrededor y me distraigo», apostilla el joven apasionado del ferrocarril.

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