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Un rayo de sol... y de paz

UGT y la Delegación del Pueblo Saharaui en León presentan por quinto año consecutivo «Vacaciones en paz», un programa de acogida para niños de El Magreb que huyen del conflicto marroquí

Vanesa Suárez, Abderraman Malainin y Ángel Melón

León

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A la aventura de la solidaridad le toca escribir otro capítulo en idioma leonés. Una veintena de niños saharauis abandonan por unos días la rutina del refugiado para convertirse en ocasionales veraneantes a la vera del Bernesga. Aquí no hay playa, pero sobra paz, y hay veces que se agradece más la calma que la arena. Y como el sol no tiene garantía en estas latitudes del país, pero sale igual para todos cada mañana, por lo menos ya hay algo que agradecer a la hora de abrir el ojo con el amanecer. UGT y la Delegación del Pueblo Saharaui unen sus manos para acoger durante dos meses en el entorno de la capital (El Bierzo y Laciana tienen sus propias estructuras en este asunto) para que veinte niños de El Magreb abandonen sus condiciones habituales y recojan justo en verano el calor de las familias leonesas. Por espacio de dos meses, niños que viven en los campos de refugiados, llegan a España y pasan el verano con una familia local, compartiendo las mismas costumbres y el idioma, en un rico ir y venir de experiencias que favorece a las dos partes. El programa «Vacaciones en paz» tiene vocación de intercambio cultural, por encima de cualquier otra pretensión. «No gustaría que salieran por lo menos cincuenta o sesenta familias para traer más niños, pero la realidad es la que es, y no hay que darle más vueltas, nos conformamos, aunque todo esfuerzo en este sentido es poco» apuntó ayer Abderraman Malainin, delegado provincial del pueblo saharaui en León, en el transcurso de la rueda de prensa en la que se dio a conocer la iniciativa, y en la que también participaron Vanesa Suárez y Ángel Melón, en representación del colectivo sindical. El programa lleva funcionando quince años, y al hilo de su realización, surge siempre la misma intriga. «No se trata de ponerles a los niños un caramelo en la boca y quitárselo después, como se piensa a veces» insiste Malainin. «Los psicólogos han demostrado que estos niños son fuertes y no se toman la vuelta a casa como un retorno a la penuria y a las condiciones complicadas, sino más bien como un regreso a su propia familia y a los campamentos en los que, en realidad, saben que tienen a su gente. Es positivo, no tiene ningún problema». El porcentaje de nuevas familias que se incorpora a la experiencia, varía en función de determinadas coordenadas. «Lo que nos gustaría es que una misma familia no repitiera con el mismo niño, porque así, se le está cerrando el paso a cinco o seis niños que, de esta forma, quedan fuera».