El éxito de la sangre fría frente a la provocación

Las carpas y el trajín de los trabajadores en las puertas de acceso a la fábrica de Antibióticos, que ya se habían hecho familiares para los conductores que circulan por la carretera de Benavente, comienzan a desmontarse hoy. Desde las seis de la mañana ha vuelto a la fábrica una relativa normalidad, con la resaca de la protesta y los rostros bronceados por la reivindicación a la intemperie del asfalto. Las camisetas y pegatinas dan paso de nuevo a las batas y los uniformes de trabajo, pero quedan a mano, por si hay que volver a la lucha. Han sido quince días de asamblea diaria, de marcha diaria hasta el centro de León (con descanso los fines de semana), de solidaridad de muchos conductores que hicieron sonar sus cláxones una y otra vez al paso por la fábrica. La organización ha sido fundamental, según los trabajadores, para no perder ni el ímpetu reivindicativo ni las fuerzas. Los huelguistas han seguido los turnos que les correspondían trabajar: los que hacían servicios mínimos, dentro de la fábrica, el resto haciendo guardia en el exterior. Una presencia permanente y una dinámica que les permitía protestar toda una jornada de trabajo, y descansar parte del día. También consideran los trabajadores que la sangre fría ha sido fundamental para no caer en lo que consideran constantes provocaciones por parte de la empresa, lo que en su opinión habría supuesto una radicalización de las protestas pero también una mayor amenaza de sanciones y una baza a la multinacional italiana para justificar futuras acciones contra los propios empleados. Desde el comité se destaca también la conducta ejemplar de los huelguistas, en una protesta que consideran un éxito por sus resultados, pero que es la victoria en una batalla, no el fin de una guerra. La amenaza de despido masivo está superada, pero el futuro de Antibióticos está lejos de encontrar una vía tranquila. Aún son muchos los obstáculos que tendrán que superar estas cuatrocientas familias.