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Reaparece entre los escombros

La familia Fierro se deshizo del palacete en favor del Ayuntamiento y, ahora, la Cámara de Comercio instala allí su sede que esperan inaugurar en octubre tras décadas en ruinas

La fachada se ha pintado con el rojo de la Cámara de Comercio

Publicado por
E.G. Bermejo - león
León

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Érase una vez, un palacete italiano obra de Manuel Cárdenas de principios del siglo XX, cuando los ricos eran muy ricos y los pobres muy pobres, que, entre balas y cadáveres, quedó vacío en plena Guerra Civil. Todo un mito arquitectónico del ensanche leonés cuyo deterioro han seguido todos los vecinos que, día tras día, pasaban frente a él viendo cómo las camadas de gatos afincaban a sus anchas y los daños climatológicos hacían mella en su estructura. Mientras, la familia Fierro buscaba en los papeles a quién pertenecía el testamento y las fuerzas políticas municipales discutían sobre la apropiación y el destino del edificio. Y, como a grandes males, grandes remedios, cuando la amenaza de derrumbo era inamovible se instaló una estructura metálica para sostenerlo mientras se llegaba un acuerdo. Entonces el Consistorio leonés puso todos los remedios y se hizo cargo del edificio, con el previo aval de 721.000 euros de los Fierro. Convenio tras convenio y foto tras foto, el Ayuntamiento cede el edificio a la Cámara de Comercio y ésta su sede de Fajeros al Consistorio sin olvidarse de otros tratos menores. Por fin se ponen manos a la obra y los convenios, las firmas y las fotos se convierten en palas, martillos, y hormigón que, desde abajo, como se empiezan estas cosas, han dado lugar a un edificio totalmente distinto. Empezando por los cimientos La restauración del edificio ha sido un trabajo duro en el que «el olor era horrible y había animales de todo tipo» -explicaba el jefe de obra, Andrés González-. Los cimientos se rehicieron cincuenta centímetros más abajo y la buhardilla se elevó otro tanto para darle utilidad a un tejado que llegaba a los suelos. Las cosas han cambiado mucho y la reforma ha finalizado a falta de decorar por dentro un palacio que se derruía por fuera. Un gran trabajo -a la vista los resultados- con materiales nuevos y respetando el espíritu del edificio, únicamente los muros de carga. A la espera de la decoración y de la convergencia con el exterior -aún sin restaurar: calle particular de Renueva y alrededores del chalé- y mientras llegan los muebles y los flexos de las oficinas que ocuparán el interior, la tarea se limita a eso, esperar hasta octubre, cuando se prevé la inauguración del mítico palacete que ha estado en ruinas más tiempo que en pie.