Cerrar

| Obituario | Adiós a un jurista |

Luis Revenga con la batuta

Publicado por
Francisco Sosa Wagner - león
León

Creado:

Actualizado:

Mi maestro, el señor de Montaigne, recuerda a Platón en los Ensayos para sentenciar que «es milagro si alguien escapa con las calzas limpias de las empresas del mundo». Pues es bien probable que Luis Revenga lo haya conseguido y, en efecto, se haya acogido al misterio definitivo, limpias las calzas y la ejecutoria toda en estado de revista. Porque quien vive la música con pasión serena ha de ser necesariamente buena persona, incompatibles como son el embeleso ante un Allegro de una sinfonía de Haydn o un aria de una ópera de Mozart con el ejercicio de prácticas atrabiliarias y recovecos de humana miseria. Luis residía en la música como otros residen en Palma de Mallorca o en Albacete conformando este domicilio que había elegido su entera personalidad. Cierto que debió de consumir muchas horas redactando demandas o proponiendo ante el juzgado la práctica de una prueba documental enrevesada pero todo ello era poco más que un «intermezzo» para volver a lo que de verdad le importaba. Y es que Luis iba a la Audiencia con los sonidos del clave bien temperado en la cabeza y solo así le salían acordes las argumentaciones procesales y los pleitos. Una vez, según suele contar Mimí, su mujer, unos vecinos le vieron con una batuta dirigiendo una orquesta en el salón de su casa. Le tomaron por un mochales porque allí era imposible que hubiera orquesta alguna y debieron de dar cuenta del suceso a una institución psiquiátrica. Es claro que estos vecinos carecían de imaginación porque Luis, sin embargo, advertía claramente la orquesta allí delante, con sus fagotes y violines, su viento y su arpa, íntegra, resuelta, acometiendo tal o cual pasaje. Evidentemente no estaba loco sino que se hallaba en ese estado de ensoñación que es privilegio de los espíritus fecundos, exactamente igual que le ocurría a don Quijote cuando divisaba ejércitos allí donde el resto de los mortales no acertaba a ver sino un rebaño de ovejas. Hoy sabemos que quien estaba en lo cierto era el caballero manchego y no Sancho porque solo así, intuyendo la presencia cercana de caprichos e ilusiones, se puede pasar indemne el trago de la vida. La realidad es un amargo pastel que únicamente soportamos si se presenta horneado con la forma del soufflé de la fantasía. Es decir que Luis hacía muy bien y demostraba su cordura manejando una batuta en el comedor. Además, en algún sitio hay que llevar la batuta y estoy seguro de que a Luis le gustaba poco llevar la batuta en otros achaques de la vida porque quien gasta ironía distante y desarrolla sentido del humor -tal era su caso- es imposible que quiera dirigir a nadie en la realidad gárrula diaria. Entre los frutos que proporciona la mirada burlona sobre el mundo se halla precisamente este: el de liberarnos del empeño de intentar conducir a alguien y de convencer a nadie de nada. Por eso, lo mejor es coger la batuta en casa y, en bata, sin afeitar, dirigir a los músicos que se hallan sentados en torno al aparador y al coro que se acomoda como puede en los pasillos. Y sentir nítidamente el brillo del motete que sale espléndido como el gran fuego de artificio que es. ¡Gran privilegio el de Luis! Ya es lástima que, en un mundo donde los pelmazos y los dogmáticos de feria se agolpan atropelladamente, se nos vayan los pocos que no lo son. Y encima leía y hasta sonreía con mis «Soserías». ¿Quién las leerá ahora?

Cargando contenidos...