«¿No os habréis equivocado?»

Al llegar septiembre, lo mismo de siempre. «Deme los libros de texto para primero de secundaria por favor... ¿cómo?, ¡220 euros!, ¿No os habréis equivocado?». El caso es que mientras el dependiente de turno se despacha con la punzante cifra, la madre o el padre presente -suele ser la madre- escudriña a diestra y siniestra en busca de la razón por la que parecen haberla cobrado lo suyo y lo de otro. Pero no tiene tanta suerte. Situaciones como la descrita son denominador común en los albores de la cuesta de septiembre. Los datos son fríos y claros, pertrechar a los chavales en vísperas del nuevo curso se antoja caro desde todos los costados: que si los libros, que si la pertinente mochila... adminículos variopintos que rodarán por casa y por clase durante nueve meses para sestear a la sombra del estante según achuche Lorenzo. Mil euros para abrir boca. Y después colma caprichos de marca y diretes, caldo de prestigio entre los menudos... a ver quien es el guapo que le regatea a su niña o a su niño un pantalón o unas zapatillas de menos... ¿No querías caldo?, Pues toma dos tazas. Los sindicatos reclaman la gratuidad en todos los niveles de la enseñanza obligatoria, los libreros esperan por un sistema que les sea más propicio y la administración se compromete a prometer de nuevo lo prometido; y en esas estamos, soportando una cuesta de septiembre que se torna Everest cuando se comprueba después el uso que reciben muchos de los libros adquiridos por un buen puñado de euros (los temarios no se aprovechan, se resta materia...). Maldita la hora. Como para no preguntarse si se han equivocado de precio.