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| Entrevista | Eulàlia Lledó Cunill |

«La lengua no es sexista, es un espacio de libertad y te deja decir lo que quieras»

La filóloga pone como ejemplo uno de los textos más antiguos del castellano, el Cantar del Mio Cid, que cita a «burgueses y burguesas» en lugar de usar el genérico masculino

Eulalia Lledó durante unas jornadas sobre violencia de género en Canarias

León

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La filóloga Eulàlia Lledó es una experta en detectar sexismo o androcentrismo en las definiciones o exclusiones que los diccionarios oficiales hacen sobre lo femenino (coautora de De mujeres y diccionarios: la evolución de lo femenino en la 22ª edición del Drae ). Sin embargo, defiende la inocencia de la lengua, son los académicos o académicas -porque las «mujeres en mayor o menor grado también somos sexistas»- quienes delatan con estas prácticas su ideología sexista o la predominancia del pensamiento del patriarcado. Hoy habla en León sobre las palabras y las violencias en la prensa dentro de un curso organizado por Adavas. Lledó reconoce que la sociedad que ve nacer el siglo XXI asiste a «un lento avance de la emergencia de lo femenino en el uso de la lengua». -¿Está evolucionando positivamente el uso del lenguaje en relación con las mujeres? -He estudiado la prensa escrita en relación con los malos tratos y sí se ven algunos cambios positivos. Por ejemplo, cada vez es menos habitual hablar de crimen pasional cuando se refieren a un asesinato o a un crimen contra una mujer o contra su libertad sexual. En cambio en la última edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua todavía hay definiciones escandalosas como la de madre y padre. Padre es «varón o macho que ha engendrado» y madre es «hembra que ha parido». Es muy fácil poner «mujer o hembra». Las mujeres engendran, gestan y paren y en cambio el diccionario sólo nos atribuye el parir. Esto demuestra una vez más que la lengua no tiene culpa de nada. -O sea que el diccionario es, aparte de sexista o androcénrtico, impreciso. -Claro. Es como si en clase se dice que se va a explicar a los escritores románticos. Además de hablar mal, se estafa al alumnado porque hay escritoras románticas. Si se dice «escritores románticos» casi seguro que se va a dejar a las escritoras, pero si se dice «escritores y escritoras» te tendrás que preocupar de buscar poemas o textos de escritoras románticas con lo cual explicarás mejor lo que es el romanticismo. La lengua siempre está ligada a lo que haces. En el Diccionario de la Real Academia muchos de los errores que hay vienen por cuestiones ideológicas. -¿Es un proceso muy lento? -Todos los procesos importantes son lentos y difíciles de contemplar en pocos años. Pero los procesos lentos son los que normalmente se consolidan. -A la prensa durante bastantes años se le ha achacado la invisibilización de las mujeres. Ahora la presencia es más relevante, pero sobre todo en el ámbito de la violencia. ¿Es un signo de avance? -La prensa, incluso la seria, tiende al sensacionalismo y la morbosidad y lo que llama la atención no es el trabajo de cada día. La prensa escoge un tipo de noticias en las que las mujeres tienen poca cabida y esto es una cuestión de elección e ideológica. Que suba el porcentaje de presencia de mujeres porque ahora se da más audiencia a las noticias de malos tratos no es exactamente una buena noticia, pero que los malos tratos salgan en la prensa no es una mala noticia, en el sentido de que siempre los ha habido y antes se consideraban tan normales y tan poco penalizables que no salían. -¿La lengua expulsa a las mujeres con el genérico masculino? -La lengua no opina si tenemos que decir «niños y niñas» o los «niños o las niñas»; no es sexista. La lengua permite decir lo que quieras decir y por tanto no expulsa a nadie. La lengua es un espacio de libertad y te deja decir lo que quieras. Lo que hay es un uso del lenguaje habitual de la pretendida utilización del masculino entendido como genérico. Como afecta al cien por cien de la población hay todo tipo de posturas sobre esto, pero hay un tanto por ciento de hablantes que están intentando cambiar el lenguaje y que lo consiguen día a día. -Hace un par de décadas eran impensables algunos cambios. -No sé si hace un par de décadas o no, pero en el Cantar del Mio Cid, uno de los primeros documentos en lengua castellana, ya se encuentran fragmentos en los que se habla de burgueses y burguesas o vecinas y vecinos y en el primer documento jurídico catalán ya se habla de la voluntad de aquel o aquella que testa. Supongo que querían que quedara claro que se estaban refiriendo a mujeres y a hombres y así lo pusieron. No creo que sea un empeño de hace tan poco tiempo. Yo empecé a estudiar esto hace más de dos décadas y realmente ha habido cambios. -Jueza, médica... ¿Le suenan bien? -A mí me suenan estupendamente. Me acuerdo de las discusiones que hubo hace relativamente poco tiempo sobre si se podía decir ministra o no. Ahora está claro y demostrado que se podía decir ministra y no creo que ahora a nadie se le ocurra decir ministro para referirse a una ministra. Con toda la naturalidad la lengua ha dejado decir ministra porque hay mujeres que son ministras, cada vez más afortunadamente, y a nadie se le ocurre discutir ahora si se puede decir ahora ministra o ministro. Con las juezas, está la cuestión esta de que parece que aparentemente es un final invariable pero parece que no lo es. La cosa oscila entre la juez y la jueza, pero yo apuesto que en diez años la jueza y la médica no tendrán discusión. -¿Los hombres son más audaces a la hora de ser nombrados cuando son minoría? En cuanto hay un hombre en algún sitio, siempre se especifica su presencia. -No es que sean más audaces. Siempre han estado representados en el lenguaje, tienen esta suerte; y tienen esta identidad sexolingüística fuerte y continúan siendo representados en el lenguaje, cosa que a mí me parece muy bien. Pero a veces tienen resistencias curiosas como la renuencia a llamarse enfermeros, prefieren ser llamados ATS, en una especie de necesidad de esquivar una denominación femenina. O como los azafatos que se hacen llamar auxiliares de vuelo eludiendo una denominación femenina. Continuo pensando que no es un problema de la lengua, sino que en una sociedad que valora más lo masculino que lo femenino tener una denominación profundamente feminizada a muchos hombres les incomoda. -¿La lengua no tiene la culpa del sexismo? -La lengua es inocente. El quid de la cuestión es la jerarquización social, la subordinación, el patriarcado, el distinto rol de mujeres o hombres, la importancia que se da a los hombres o la menor importancia que se da a las mujeres. Esto se refleja en todo (en la publicidad, en la prensa, en los currículos escolares, en las relaciones entre las personas) y naturalmente en el lenguaje, directamente, con mensajes sexistas o en los usos del lenguaje. La jerarquización social también se refleja en el lenguaje. -Sexismo y androcentrismo, ¿cuál es la diferencia? -Si alguien dice: «La primera ministra dio muestras de simpatía e inteligencia» creo que hay un sexismo evidente y flagrante, enorme, porque la persona que dice esta frase le extraña que la primera ministra fuera inteligente, puesto que lo remarcaba, cosa que normalmente no hacen del resto de gente política. Aquí no hay ningún uso de la lengua, la lengua lo que hace es reflejar el sexismo de esta persona. En cambio, decir «843.000 niños empiezan esta mañana el curso escolar» es androcéntrico porque sólo visualiza niños. Si visualizara niños y niñas lo diría; la lengua lo permite y la economía del lenguaje jamás va contra las necesidades comunicativas.

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