«Si subimos a dormir no nos hubiéramos levantado»
El monóxido de carbono alcanzó una concentración del 85% en el piso superior de una vivienda de Santibáñez de la Isla, pero el mareo de uno de sus moradores evitó un fatal desenlace
Llegan las lluvias y el frío y las chimeneas liberan ya las humaredas de las calefacciones. En el medio rural, la leña y el carbón continúan sirviendo para llenar la casa del agradable abrazo del brasero. Es el tufo que desprende una mala combustión la que puede traer al hogar la fría zarpa de la muerte. Es el caso de Santibáñez de la Isla. Sólo que aquí hubo suerte y mucha. Ayer, a eso de las doce del mediodía, Jerónimo Alonso, de 40 años, abría la casa de la calle del Recodo después de haber pasado la noche ingresado, junto con su madre -Antonio Cabero, de 80 años-, en el hospital. Cuenta Jerónimo, que, entre las once y las once y media de la noche, su madre sufrió un mareo, por lo que llamó al 112. «Yo me encontraba bien, pero ella perdió la consciencia», relata. Oxígeno y radiografías Jerónimo confirma que fue un brasero de carbón y que los bomberos de León que acudieron a su domicilio «revisaron la casa en busca de algún escape, pero no hubo fuego, que es lo que nos parece que les dijeron». En el Hospital de León se le trató con oxígeno. Los médicos sometieron a Antonia a una exploración radiológica para descartar problemas en los pulmones y, una vez que el monóxido de carbono desapareció de la sangre, recibieron el alta. «En el piso de arriba se registró una concentración de monóxido del 85%», indica él. Y su madre, pensando en lo que esquivaron, añade: «Si hubiéramos subido a dormir no nos hubiéramos levantado».